Resiliencia y cultura terapéutica en tiempos neoliberales: una exploración de discursos de autoayuda; de Antar Martínez Guzmán y Omar Medina Cárdenas

Os presentamos un artículo académico que nos ha parecido de pertinente lectura en estos días junto a una introducción al mismo realizada por Lupicinio Iñíguez Rueda en Quaderns de Psicologia / International Journal of Psychology.

Artículo completo en pdf: Resiliencia y cultura terapéutica en tiempos neoliberales

La palabra «resiliencia» proviene del latín resilio, que indica una capacidad para volver atrás o “rebotar”, haciendo alusión a la facultad de ciertos materiales, como la goma, para recibir impactos y volver al estado anterior a la deformación. En alusión a este significado, el concepto se comenzó a utilizar, primeramente, en Ciencias Naturales (como la Física y la Biología) y, posteriormente, se fue adoptando en distintas Ciencias Sociales como el Trabajo Social, la Criminología y la Psicología. Para estas disciplinas, la resiliencia se entiende como una capacidad individual o colectiva para reponerse y recuperar la funcionalidad tras haber pasado por adversidades o haber experimentado experiencias traumáticas en la vida.

En Psicología, el concepto de resiliencia comenzó a popularizarse gracias al experimento de la psicóloga del desarrollo Emmy Werner, en 1954, quien siguió la trayectoria de vida de un grupo de niñas y niños, habitantes de la isla de Kauai, que habían atravesado condiciones desfavorables y situaciones riesgosas para su vida y bienestar. Gracias a las conclusiones de Werner, la resiliencia se empezó a difundir como una capacidad del ser humano para sobreponerse a infortunios, resistiendo las consecuencias negativas físicas y emocionales que éstos puedan representar, y alcanzando posteriormente un crecimiento, es decir, un estado de mayor bienestar y satisfacción al que se tenía antes de dichas experiencias.

Además, la rama llamada Psicología Positiva ha contribuido a entender la resiliencia como una capacidad que engloba muchos factores pero, sobre todo, como una fuente de “fortalezas” individuales. La Psicología Positiva sostiene que esas fortalezas —que mayoritariamente son capacidades y atributos psicológicos— pueden ser medidas, administradas y ejercitadas con el objetivo de incrementarlas, generando así una mejor capacidad para adaptarse y sobreponerse a las desgracias que presenta el mundo.

Llama la atención cómo esta forma de entender la resiliencia se ha popularizado no únicamente dentro del ámbito científico y académico de la Psicología, sino también en la cultura popular, es decir, en los medios masivos de comunicación y en los productos de la cultura contemporánea dirigidos principalmente al entretenimiento y al crecimiento personal. Un ejemplo claro de tales productos son los libros de autoayuda, cuya amplia difusión y altas ventas dan cuenta no solo de un interés del público por consumir ideas con las que puedan mejorar algún aspecto de su vida, sino también de la consolidación de la llamada “cultura terapéutica”.

La cultura terapéutica se refiere al proceso en que diferentes conocimientos y contenidos provenientes de múltiples fuentes y disciplinas (científicas, pseudocientíficas o incluso religiosas) se difunden masivamente en la sociedad y se ponen a disposición de los individuos sin que se requiera la intervención de ninguna autoridad profesional (por ejemplo, el psicólogo). Así, estos contenidos se «traducen» y se divulgan en materiales muy diversos (libros de autoayuda, podcasts, aplicaciones móviles) que la gente puede consumir para perseguir metas personales como la felicidad o el éxito. Además, estos contenidos popularizados promueven ciertos ideales sobre lo que se considera éxito o sobre las metas que el individuo debe perseguir, incitándolo a «intervenir» sobre sí mismo en ciertas direcciones; a cultivar determinadas actitudes (ser optimista, por ejemplo), determinadas formas de pensar, de comportarse y de relacionarse con los demás.

En este contexto, nos parece importante hacernos algunas preguntas: ¿cómo se define y se entiende la resiliencia en estos ámbitos de la Psicología Positiva y de la cultura terapéutica?, ¿cómo este concepto es usado en un fenómeno tan masivo como la literatura de autoayuda y cuáles son las invitaciones que hace y las directrices que otorga a quien la consume? Y, sobre todo, ¿cómo esta particular forma de entender la resiliencia y sus directrices hace que las personas se vinculen con ciertos ideales ser y de actuar que les son funcionales al sistema en el que vivimos, es decir, el capitalismo neoliberal?

En nuestra investigación realizamos un análisis del discurso de cuatro libros de autoayuda que tratan el tema de la resiliencia desde el punto de vista de la Psicología Positiva. Con los resultados de dicho análisis intentamos responder las preguntas del párrafo anterior mostrando que esa noción particular de resiliencia funciona como una vía privilegiada para poner a circular en el imaginario popular ciertos modelos ideales de ser, de actuar y de pensar, que parecen muy afines a los intereses del modelo neoliberal; este último entendido no solo como doctrina socioeconómica, sino también como corriente ideológica que interviene de manera importante sobre cómo nos pensamos como individuos y cómo pensamos que debemos conducir nuestras vidas.

Derivado de este análisis, ofrecemos tres pistas acerca de cómo esta idea de “resiliencia positiva” se vincula con las lógicas neoliberales dominantes en nuestra sociedades. En los textos analizados:

  • La resiliencia se entiende como un tipo peculiar de pensamiento, pues es una capacidad que se encuentra anclada a las evaluaciones y valoraciones mentales individuales. De esta manera, la capacidad resiliente depende en mayor medida de la habilidad de la persona para interpretar y explicarse de manera “adecuada y correcta” los desafíos y peligros de la vida, siendo éste el primer paso para un actuar sensato y apegado a las posibilidades del individuo.
  • La resiliencia se define como una especie de naturaleza humana, en tanto que de describe como un rasgo inherente a todos los individuos, asegurado por el proceso evolutivo de la especie: nuestros genes, nuestro cerebro y nuestro cuerpo en general han sido favorecidos por la evolución y construidos como las bases biológicas que garantizan la posibilidad de desarrollar el tipo de pensamiento del punto anterior.
  • La resiliencia, y todos los fenómenos corporales y psicológicos que involucra, tienen un carácter económico, es decir, son entendidos bajo las mismas lógicas que los procesos de intercambio mercantil. Esto implica que las capacidades de sobrevivir y superar las adversidades son procesos lucrativos, orientados siempre a la ganancia, a una capitalización asegurada por pensamientos que adquieren la estructura del costo-beneficio.

Estas claves suscitan reflexiones acerca de lo que implica entender de esta manera el rebote resiliente. Una de esas reflexiones tiene que ver con naturalizar el supuesto de que en el mundo contemporáneo todos los individuos estamos constantemente expuestos a peligros; arrojados inevitablemente a una vida peligrosa. Por tanto, se asume que debe haber una lucha constante por adaptarse a condiciones que se asumen incontrolables, que superan las capacidades individuales y ante las cuales la única solución es adaptarse y sobrevivir. Se advierte aquí que el aprendizaje más valioso que hemos de adquirir en nuestra vida es el gestionar los riesgos para enfrentar la inestabilidad de la realidad, que emula la inestabilidad del mercado. Esta idea nos parece problemática y peligrosa porque tiende a promover una aceptación acrítica de condiciones de vida injustas que producen vulnerabilidades, y lleva implícita una suerte de renuncia al proyecto de construir deliberadamente el mundo que deseamos a favor de la idea de simplemente responder a sus visicicitudes de la manera más «positiva» posible.

Finalmente, también consideramos importante reflexionar sobre las implicaciones de reducir procesos sociales y estructurales a cuestiones individuales. Sometidos a una vida riesgosa ante la cual solo queda ser resiliente, se percibe un desvanecimiento de la necesidad de cuestionar y transformar las condiciones sociales que producen problemáticas que son las que precisamente demandan respuestas de resiliencia. La invitación a actuar exclusivamente sobre uno mismo, modificando la propia forma de ser, pensar y actuar, señala una despolitización y una exaltación de lógicas de auto-vigilancia. Ante este panorama en el que lo colectivo se descompone, nos parece apremiante no dejar de preguntarnos: ¿cómo encontrar formas de ser, recuperarnos y re-hacernos en común, cómo sostenernos juntas ante los embates de la vida?



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