Prospecto: perfiles y experiencias del malestar; de Laia Manonelles Moner

Artículo publicado el 23 del 09 de 2009 en Espai en Blanc.

PROSPECTO

Soy un ansiolítico.
Actúo en casa,
hago efecto en la oficina,
me presento a los exámenes,
comparezco ante los tribunales,
reparo tacitas rotas.
No tienes más que ingerirme,
Ponme debajo de la lengua,
No tienes más que tragarme,
Con un sorbo de agua basta.
Sé enfrentarme a la desgracia,
Soportar malas noticias,
paliar la injusticia,
llenar de luz el vacío de Dios,
elegir un sombrero de luto que favorezca.
¿A qué esperas?,
Confía en la piedad química
Todavía eres un hombre/ una mujer joven,
Debes seguir en la brecha.
¿Quién dice
que vivir requiere valor?
Dame tu abismo,
Lo acolcharé de sueño,
me estarás para siempre agradecido/agradecida
por las patas sobre las que caer de patas.
Véndeme tu alma.
No te saldrá otro comprador.
No existe ningún otro diablo.

SZYMBORSKA, W. (1997: 76) Paisaje con grano de arena (tr. de Ana María Moix y Jerzy Wojciech Slawomirski), Editorial Lumen, Barcelona.

Actualmente, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la depresión es el mayor problema sanitario de los países occidentales, siendo los Estados Unidos la nación que cuenta con más ciudadanos depresivos (1). Pero, ¿cuáles son las causas que originan el malestar en los países del llamado «primer mundo»? Los estados depresivos y las crisis de ansiedad se manifiestan en un contexto altamente agresivo y competitivo que provoca, a quienes no siguen los «modelos establecidos» –ya sea en el ámbito social, laboral o personal–, una baja autoestima, potenciada por un entorno que se caracteriza por la intolerancia al fracaso, al sufrimiento y al malestar. Porque, ¿cómo se afrontan los conflictos personales y las crisis de ansiedad producidas por el estrés, el acoso laboral y otros desamparos? Acudiendo a un centro de atención primaria en busca de comprimidos, o bien recurriendo a psicólogos, psiquiatras, psicoanalistas u otras terapias. El papel del mediador es imprescindible, las depresiones son diagnosticadas, interpretadas y homogenizadas por dicho intermediario. Puesto que el dolor se considera como algo ajeno, ya no es propio, tiene que ser tratado por una tercera persona y extirpado (2). Cabe destacar que en los denominados «países desarrollados» un tanto por ciento elevado de la población padece depresiones –sólo en España, en el año 2006, se consumieron 35 millones de tranquilizantes–, estando absolutamente normalizado el uso y abuso de psicofármacos. En definitiva, la desazón, el dolor y el descontrol deben aprender a ser controlados para poder continuar con la rutina cotidiana e ir a trabajar.

En tal contexto surgió el proyecto Prospecto que nace de la voluntad de reapropiarnos del malestar y reflexionar sobre la prescripción y el consumo excesivo y, a veces, hasta bulímico de antidepresivos y ansiolíticos. Para abordar este tema parto de una serie de entrevistas filmadas a personas que consumen o han consumido este tipo de fármacos. Los entrevistados pertenecen a mi entorno directo, es decir, familiares, amigos y conocidos, pues la finalidad es construir un árbol de relaciones donde se pueda constatar que –en el micro-contexto de cada individuo– está absolutamente normalizado el consumo de medicación farmacológica, que a menudo palia el síntoma pero no la enfermedad.

En las entrevistas he realizado las mismas preguntas a todos aquellos que han participado, recordando que es un proyecto que está en curso y continúa desarrollándose. Las preguntas son directas y sencillas: «¿Qué pastillas tomas?», «¿Desde cuándo?», «¿Por qué te prescribieron psicofármacos y cuál fue el proceso; fue el médico de cabecera el primero en recetarlas o bien el psiquiatra?», «¿Qué efectos te provoca la medicación?», «¿Cómo ha sido la evolución desde que iniciaste el tratamiento?», «¿Cuál es el seguimiento y cuántas veces has cambiado de fármacos durante el tratamiento?», «¿La medicación farmacológica va acompañada de algún tratamiento psicológico o bien de otras terapias?», «¿Cómo reacciona tu entorno familiar, laboral y de amistades respecto al hecho de que te mediques?», «¿Cuándo considera el psiquiatra que será factible dejar de consumir ansiolíticos y/o antidepresivos?», «¿Crees que hay consciencia de la estrecha conexión que existe entre el malestar individual y el social?»

Este conjunto de entrevistas no pretende ser ni un estudio estadístico, ni clínico, ni antropológico, ni quiere realizar juicios de valor sobre la utilización correcta o incorrecta del consumo de comprimidos. Simplemente es una muestra, un zoom, una columna estratigráfica en el mapa de un conjunto de individualidades que construyen un conflicto colectivo. Pues uno de los objetivos es construir un espacio para exteriorizar, hacer público y compartir el malestar, que siempre permanece en el ámbito de la privacidad –silenciado en centros y consultas de psiquiatras, psicólogos y psicoanalistas– devolviendo así a la sociedad un problema colectivo, sistémico, al cual se pretende dar soluciones individuales dentro de la voluntad de «privatizar la experiencia» (3).

Para exponer las reflexiones de las personas entrevistadas transcribiré fragmentos de las entrevistas de manera transversal, estructurándolo en tres bloques temáticos. Recordando, insistiendo en que este proyecto no pretende plantear conclusiones, pues es un punto de partida para continuar reflexionando sobre la gestión de la angustia existencial.

Bloque I: La medicación farmacológica, su seguimiento, sus efectos y otras terapias.

IGNASI
Entrevista realizada el 7/8/ 2007
Medicación:
Mañana: Vandral Retard 75, Vandral Retard 150
Noche: Idalprem 5, Sedotime 15

La medicación la complemento con una terapia de pareja, una terapia de grupo y una terapia individual con una psicóloga, pero es insuficiente. Pues en la metodología de trabajo de la seguridad social, por motivos económicos u otros, no se realizan terapias una o dos veces por semana durante varios años, pues las cuestiones de «la cabeza» son muy complejas y no pueden ser abordadas directamente. Sí que me ha ido bien en el sentido de limitarme, es decir: «Olvídate de los terribles y eternos problemas que tienes y aborda el día a día. Debes trabajar, debes hacerte cargo de tu hijo, debes hacer una buena separación.» Esto me sirve y en esto insiste y consiste la terapia. Tengo un poco la sensación de que hay un objetivo, y no soy malo y reconozco el buen trabajo que han hecho todos los que me han tratado de la seguridad social –tanto el psicólogo, que hizo la terapia de grupo, como la psiquiatra que me está atendiendo, como la psicóloga– pero todos coinciden en insistir que vuelva a trabajar. Creo que sí, que el hecho de ser capaz de sostener un trabajo, y más mi trabajo, es una señal de superar la crisis, de empezar a salir. Pero pensando mal parece que el objetivo es que el paciente vaya a trabajar y ya está. Ya sé que no es tan sencillo como esto. Debo encontrar formas y maneras para trabajar estos nudos y solucionarlos, la terapia individual creo que es ideal, pero es muy cara, creo que el arte es otra manera, pero ahora mismo no soy capaz de abordar una creación. La fotografía es adecuada, porque ves rápidamente los resultados y por lo que puede llegar a expresar, pero es cara.

MARIA
Entrevista realizada el 26/10/ 2007
Medicación:
Mañana: Fluexetina 20, 2 comprimidos. Medicación crónica.

En 2003 volví con la misma película. Otra vez, otra crisis, otro bajón de la vida, otro desánimo, te preguntas: ¿yo hacia dónde camino? Lo que nos pasa a todos: ¿qué hace uno con la vida? Pues lo que viene, ¿no? No lo supe afrontar, se me vino la vida encima. Esto no me estimula, no me gusta, no veo futuro, lo veo todo negro, no hay nada que me motive. Pensé: vamos a buscar remedio, ¿que hacemos? Nos suicidamos. No. Pues vamos al médico. Entonces fue cuando volví, y esta vez sí que sentí que había sido positivo. Me han dado un tratamiento adecuado que me ha hecho sentir bien, pues no he tenido los efectos secundarios de otras veces con temblores, sequedad en la boca, unas cosas muy extrañas, unos insomnios muy bestias, pero con este tratamiento no. A ver, tienes tu época de insomnios, de ansiedades, que te sientes mejor y te sientes peor, pues no es tomar la pastilla y ya todo es de «color de rosa», pero me he sentido bien. Me he sentido bien con el psiquiatra y con la psicóloga que me han atendido. En relación con los efectos de la medicación no sé lo que me noto, la verdad es que actualmente no sé qué pasaría si la dejara. No la dejo por si acaso. Ahora me siento bien, me siento una persona «normal», pues llega un momento en que no te sientes normal, te sientes una cosa rara. No sabes qué tiene esta cabeza, ves a la gente y todo el mundo te parece que está normal, que está bien y que tu cabeza no funciona. La verdad es que ahora me siento bien, normal, hay momentos en que estoy contenta, otros triste, momentos en que me van bien las cosas, otros que me van mal y tengo la sensación de que me lo tomo de forma «normal», si es que existe el término.

CARME
Entrevista realizada el 11/9/07
Medicación:
Mañana: Paroxetina 20
Noche: Orfidal

Cuando me separé fui al psicólogo y al psiquiatra durante más de un año, pero la verdad es que no me ayudaron en ese momento, sino después. Porque es muy difícil ser sincero con un psicólogo o un psiquiatra, puesto que les puedes explicar lo que tú quieres de ti. Ya que es difícil ser valiente y reflejar exactamente lo que realmente eres, no lo hice cuando fui. Me dieron una serie de pautas y después también fui a un curso de autoestima y control mental del método Silva y estas cosas, con el tiempo, al recordarlas o volverlas a leer, sí que se han convertido en un punto de partida, en un referente para mí.

ALICIA
Entrevista realizada el 15/11/07
Medicación:
Mañana: Topamax 100
Noche: Topamax 100

Considero que es imprescindible combinar la medicación y la terapia, es un proceso conjunto; no sé qué es más importante, si la medicación o la terapia. En esto soy bastante radical: estoy bastante en contra del tratamiento farmacológico, creo en el tratamiento terapéutico y me basaría en un 80 o 90 por ciento en la terapia. Aunque es elitista y poca gente se lo puede permitir, porque la seguridad social no da respuestas: solamente da medicación y la medicación sólo sirve para dar respuestas inmediatas pero no soluciona el problema. Las pastillas ayudan –bien dosificadas– pero tienen que ir acompañadas de una buena terapia con un buen psiquiatra, un buen psicoanalista o una buena psicóloga.

El primer médico que me recetó psicofármacos fue un psiquiatra-psicoanalista en una situación de estrés laboral, en un lugar en que me ocupaba de mucha responsabilidad, conjuntamente con una situación de estrés familiar. Los psicofármacos que me recetó fueron Lexatín, Loramet, Prozac y Sertraline. Sufrí una situación de crisis muy fuerte y en aquel momento este psiquiatra no llevó mi proceso debidamente. Era un psiquiatra reconocido, del sector privado y con precios muy caros, y tuve unas crisis de descontrol muy fuertes en que mezclaba la medicación con alcohol y él no lo controló en absoluto. Era una situación en que yo estaba muy mal, mis familiares lo llamaron varias veces y él no respondió, así que dejé este a psiquiatra porque mi familia vio que la situación era de alto riesgo. Entonces cambié de psiquiatra y me recetó Topamax, dejé de tomar Sertraline, Lexatín, Loramet y Prozac. Ahora sólo tomo Topamax y he dejado de consumir alcohol, hago una terapia con una psicóloga y voy al psiquiatra una o dos veces al año. Quiero decir que es muy peligroso depende de qué profesional cojas, yo haría un toque de atención a todos los pacientes: ojo con la privada para quienes se la puedan pagar, pues en la pública el acceso a veces es casi imposible, pero con la privada también se debe vigilar mucho. Un amigo psicoanalista me recomendó este primer psiquiatra que me atendió y hay que vigilar porque dependiendo del profesional y de lo que te recete «te puedes quedar». La situación es de alerta. A veces creyendo que pagas buenos profesionales te encuentras que hay un mercantilismo que utiliza la salud de pacientes que están en crisis.

Bloque II: Cómo recibe el entorno a quien padece crisis.

IGNASI:  En el contexto laboral no creo que sean conscientes de mi crisis, quizás solamente mi jefe directo; aunque no se posiciona, quiere que mejore y confía en el tratamiento. Otra cosa será el hecho de volver a trabajar con una persona que ha sufrido una crisis depresiva y además tan larga como la que estoy teniendo, de hecho no sé si es larga o corta. No sé qué reticencias pueden tener porque como persona que he seleccionando gente para trabajar sí que sé que mi jefe tenía como criterio el hecho de preguntarse por qué tal persona había estado un año sin trabajar, ¿qué le pasó?, y las consecuencias que esto podía tener. Porque, si tienes a otro que no ha tenido ese bajón, pues mejor lo coges a él. A nivel laboral no es una reacción que he tenido, no sé si la tendré cuando me incorpore pero es posible que suceda. Entre los amigos y la familia siempre hay reticencias hacia la terapia farmacológica y sus efectos, manifiestan el peligro, la dependencia que puede crear y la preocupación hacia este hecho, que te sitúa en otra esfera.

MARÍA:   He intentado no faltar nunca a mi trabajo por el hecho de estar así, nunca he cogido la baja. Hay momentos en que piensas que no puedes aguantar, que no puedo estar con nadie, y más nosotros que estamos de cara al público; pero bueno a veces también era una obligación, lo tienes que hacer y ya está. Nunca he faltado al trabajo por ese motivo y nunca he cogido una baja por depresión. Al revés, incluso el trabajo ha sido una vía de escape. También es porque he tenido la suerte de tener buenos compañeros, si tienes otros compañeros «bordes» pues dices que no vas y ya está, que tengo motivos para no ir.

CARME:  He tenido dos maridos y ninguno entiende que tome pastillas, dicen que ellos han vivido hechos similares y no las han tomado. Están a mi lado porque me han querido pero no lo comprenden. Yo les digo que hay personas que tienen una adicción al tabaco y yo tampoco comprendo que fumen y no lo puedan dejar, aunque sí que estoy mucho más cerca de ellos porque pienso que quien esté libre de culpa que tire la primera piedra, es a decir, todos tenemos alguna dependencia y si la vives como un pecado entonces todavía te haces más daño. Por parte de los hijos y las nueras algunos lo comprenderán más y otros menos, por estimación quieren que hagas lo mejor, pueden ayudarte haciéndote pasar buenos momentos más que recordándote que tomas pastillas y que ellos en las mismas circunstancias no, porque entonces te sientes culpable. (…) Casi a nadie le gusta que tomes pastillas, esto es una realidad. Está bien visto medicarse por muchas cosas pero medicarse por esto no está bien visto.

CARLOS
Entrevista realizada el 10/9/ 2007
Medicación:
Mañana: Dobupal 75, Sedotime, Idalprem.
Noche: Dobupal 150, Sedotime

Te has de enfrentar con un sistema de valores que no compartes, con un sistema competitivo que no te gusta, con un sistema de reparto que consideras injusto, no puedes hacer nada y te puede afectar, o bien tienes tú un problema y supones que hay una institución que te puede ayudar y chocas contra burocracias. Estas instituciones que te tendrían que ayudar contribuyen no ya a crear, pero sí a agravar y perpetuar el malestar. Pues ni el Departamento de Salud da salud, ni el Departamento de Bienestar da bienestar. Ponen remiendos por allá dónde pueden porque realmente quien habría de actuar son otros departamentos: el de Vivienda, el de Economía para repartir mejor. Hay cosas que no dependen tanto de una función asistencial, sino de la propia estructura de la sociedad; si no actúas allá, difícilmente podrás salirte del círculo dónde estás encerrado.

ALICIA:  Mi entorno familiar, aparte de la familia más directa, desconoce absolutamente mi tratamiento. Creo que la salud mental es un tema tabú y desgraciadamente se esconde. Por ello, aparte de mi familia más directa nadie sabe que voy a una psicóloga, que el psiquiatra me está recetando una medicación para la ansiedad y que, afortunadamente, gracias a esto estoy mucho mejor y mi familia también. No lo sabe nadie ni me interesa que lo sepan porque sería peor para mí y para mi familia, pues actualmente, en este país, la sociedad rechaza la enfermedad mental, no hay conciencia respecto a los enfermos mentales. La salud mental es una asignatura pendiente sobre todo por parte de la sanidad pública. Es el gran reto en estos momentos hacer una red que no existe, y poner dentro de las áreas básicas de salud psicólogos y psiquiatras, reconociendo que hay mucha gente que necesita ayuda y que necesita el apoyo necesario, como cualquier otra enfermedad. Desgraciadamente, se culpabiliza al enfermo y a la vez éste se culpabiliza a sí mismo. Esto es muy grave.

Bloque III: Conexión entre el malestar individual y el malestar social.

IGNASI:  No existe tal conexión porque se aborda el mal o la enfermedad psíquica desde la medicina, la medicina aborda el síntoma, actúa sobre él y el síntoma se manifiesta en el individuo, por esto es individual y no se conectan. Mis amigos, mi familia, sí que piensan que existe esta relación directa. Pero creo que a nivel general y científico no hay conciencia de esta relación, no se investiga, no sé si desde la antropología o la sociología hay trabajos, quizás sí, son las ciencias que lo pueden trabajar. No se puede pretender que una sociedad que está basada en el éxito acoja con buenos ojos a una persona que en la lucha por lograr el éxito ha caído derrotada.

MARÍA:  Una cosa son las depresiones por circunstancias de la vida y otra cosa es la cantidad de gente que te encuentras –que considero que es el 90%– que dicen: ¡Ay! qué estrés, qué mal se vive, sólo se vive para trabajar, esto es una mierda…Encuentro mucha gente así y les digo: vaya mierda de vida tienes, estás en un trabajo que no te gusta, todo el día trabajando, ¿no te das cuenta de que también tienes tiempo libre, que tienes familia, que también tienes espacio para disfrutar? Si gastas el tiempo lamentándote, ¿para qué? Sí que hay mucha gente que achaca sus males a lo social y que puede haber una parte de culpa ahí, y el entorno siempre te influye mucho, pero a veces también uno tiene que poner de su parte. En vez de lamentarte puedes darle la vuelta. Eso son las pastillas (risas), me tienen así. La gente le echa la culpa al estrés, al trabajo, pero bueno; échate un poco de culpa a ti mismo a veces, o mírate para pensar cómo te planteas las cosas. Si no vas a no trabajar, imagínate: ¿cómo vives?

CARME:  Considero que las pastillas se dan muy alegremente, y como la gente se encuentra mejor se las toman, pero pienso que lo ideal es estar mejor de la manera más natural posible. Yo recuerdo, de pequeña, ver las españolas del post-avecrem que se tomaban por la mañana 2 octalidones con el café con leche, me dijeron que era como si se tomaran un éxtasis. El octalidón estaba prohibido en América y Europa, pero en España se tomaba, las mujeres iban colocadas y ya podían venir tragedias. También se tomaba el propire (un azúcar que ponían) y el agua del Carmen (que era orujo puro). Toda la vida ha habido maneras, pero la medicina debe ser consciente y la medicación vigilada. No se trata solamente de recetar una pastilla sino de que además haya un «grupo de apoyo» para que entre todos podamos hablar, apoyarnos, y podamos ver que no somos unos apestados. Si uno no puede superar un problema con la bebida, pues lo podemos ayudar y no es un apestado sino que ha llegado a esto quizás por no tener confianza y lo de las pastillas es igual. Tomarlas mientras las necesites y estés bien, procurar buscar alternativas, y mientras no tengas alternativas no culpabilizarte porque si no el problema se hace más grande. Ahora no se puede tener un psiquiatra ni un psicólogo cada semana porque es muy caro. Los hay muy buenos pero también hay muchos que se dedican a sacar dinero. Creo que deberían haber medios públicos con grupos de ayuda, con conferencias, charlas y grupos de apoyo.

CARLOS:  Personalmente no creo que exista una conciencia generalizada, pues normalmente siempre se consideran las depresiones, las ansiedades y el estrés como temas individuales y no como temas sociales. El tratamiento es personalizado, a todo el mundo nos dan el mismo, pero en teoría en tratamiento es personalizado. No creo que la gente se plantee que sea una cuestión social. Parte del grupo donde estoy tiene unas tareas que son altamente estresantes y van «cayendo como moscas», pero en ningún momento he visto que se hayan planteado que las funciones que tienen sean excesivas o sean estresantes sino más bien se piensa –aunque no se dice– que éste no ha podido aguantar. Los hay que lo aguantan y hay otros que no tienen carácter, que no tienen nervios, que no tienen paciencia para aguantar este ritmo, mientras que otros sí. La gente piensa que es individual, pero yo considero que es totalmente social, porque hay demasiada gente que toma psicofármacos como para que pueda ser una cosa individual. Hay un malestar ligado a cuestiones propias de cada uno y otro vinculado a nuestro entorno social; el malestar que viene de uno mismo se puede resolver con medicación y terapia, pero el que viene de que a uno no le gusta el mundo donde vive difícilmente se lo podrá sacar a no ser que haga él solo la revolución o que arrastre a los demás a hacerla.

Antes de terminar considero conveniente subrayar varias reflexiones que han ido repitiendo las personas entrevistadas al señalar la discriminación y estigmatización del enfermo por parte de la sociedad. Las instituciones públicas difícilmente atienden las crecientes demandas de salud mental y el sector privado muchas veces mercantiliza sin reparo el malestar. Precisamente esta atención deficitaria –que se limita generalmente a dar un apoyo asistencial– activa el sentimiento de aislamiento, de culpabilidad y la necesidad de «sentirse normal». Sentirse normal, ¿a ojos de quien? Aquí aparece el «ser-para-los-demás» (4), sea cual sea el precio que se tenga que pagar. Aquí no puedo dejar de citar unos versos del poema Prospecto, de Szymborska:

«¿A qué esperas?, Confía en la piedad química, Todavía eres un hombre/ una mujer joven, Debes seguir en la brecha. ¿Quién dice que vivir requiere valor? Dame tu abismo, Lo acolcharé de sueño, me estarás para siempre agradecido/agradecida».

Queda claro: frente una voluntad política e institucional que pretende sedar y acolchar la angustia existencial sólo queda reapropiarnos del malestar y compartirlo.

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1. Según la OMS el nivel de desarrollo se relaciona –de manera directa y proporcional– con el número increccento de trastornos psíquicos.

2. Sartre, en su obra El Ser y la Nada (1943), critica el papel del psiquiatra y del psicoanalista porque asumen la responsabilidad de diagnosticar y tratar la enfermedad dejando en segundo término al paciente, además de permitir que éste se mienta a sí mismo responsabilizando a su inconsciente del malestar.

3. Este tema lo desarrolló Marina Garcés en el artículo «Entre nosotros», en Vida y política, 2006, p. 159.

4. Sartre en la tercera parte de su obra El Ser y la Nada expone el problema del «ser-para-otro» como una de las principales psicopatías del hombre contemporáneo, desarrollando ampliamente esta reflexión en San Genet, Comediante y mártir (1952).