Mujer al borde del tiempo; reseña

Autora: Marge Piercy. Editorial Consonni. Traducido por Helen Torres. Bilbao, 2020. 512 páginas.

A comienzos de 2020 la editorial Consonni publicó por primera vez en castellano esta novela de ciencia ficción de los setenta. Una muy buena traducción con la que se enmienda una ausencia inmerecida que ha durado más de cuatro décadas.

Siempre es arriesgado escribir una reseña de una obra de ficción especulativa, en este caso se corre el peligro de destrozar alguna de las sorpresas que tiene esta historia ambientada en dos niveles temporales: un presente desolador que discurre mayoritariamente en un manicomio newyorkino de la época en la que fue escrita y un futuro utópico ubicado en el pueblo de Mattapoisset (Massachusetts). Sus páginas alternan la descripción y crítica de la represión psiquiátrica y los estragos del capitalismo con un recorrido por una manera de vivir comunal donde se han superado buena parte de los conflictos que nos atraviesan hoy en día. El relato tiene algo, o mucho, que ver con Noticias de ninguna parte de William Morris, esa referencia de la fantasía utópica escrita a finales del siglo XIX: la viajera temporal es instruida en modos de hacer y relacionarse que sirven para imaginar otras vidas posibles. Como afirma Marge Piercy hablando de su propio libro: “El objetivo de crear futuros es hacer que la gente pueda imaginar qué quiere y qué no quiere que pase, y quizás hacer algo al respecto”.

La descripción de la institución mental es aterradora. Y otro tanto sucede con la que se hace del tratamiento que dan los servicios sociales y los sanitarios a Connie, la protagonista. Marge Piercy entró clandestinamente en centros de reclusión para documentar su novela, y sin duda recabó numerosos testimonios sobre los efectos de los psicofármacos para poder exponer con tanto nivel de detalle y metáforas tan precisas sus efectos (“La medicación la hundía, le llenaba la mente de copos de algodón y extraños retazos ardientes de alucinación y recuerdos”). Una dureza y una exactitud que se clavan porque casi medio siglo después muchas de las prácticas y situaciones que se abordan en el libro acontecen a diario en la vida de las personas psiquiatrizadas: encierro involuntario, sobremedicación, estigma, abuso de poder, paternalismo, reduccionismo biologicista, cronificación, etc.

A su vez, las incursiones en el futuro constituyen el revés narrativo de la violencia que atraviesa la existencia de Connie. En Mattapoisset no se encierra a la gente cuando sufre psíquicamente, no existe el patriarcado ni las clases sociales. En sucesivas visitas se va desgranando la relación de sus habitantes con la crianza, la educación, la producción de bienes y alimentos, el medio ambiente, la toma de decisiones colectivas, la tecnología, la muerte y un largo etcétera de cuestiones que permiten definir un modo de habitar el mundo que podríamos llamar decrecentista, feminista o anarquista. Esta vida del mañana no es un modelo de convivencia clausurado, tiene sus propias tensiones cotidianas e implica numerosos retos sociales, y quizás por ello suscita una gran cantidad de debates entre sus actuales lectores.

Mujer al borde del tiempo tiene la preciada cualidad de ser un libro sobre el que se habla. La imaginación que guarda dentro propicia la conversación. Esa es una potencia maravillosa que se mantiene con el paso de los años (tan solo algunos aspectos muy puntuales de cierta influencia new age de los setenta no han acabado de envejecer bien), y de la que merece la pena hacer uso. Necesitamos delirios y/o viajes en el tiempo que nos permitan romper con la inercia de una producción cultural centrada mayoritariamente en miserias y apocalipsis.


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