Al adueñarse de esta experiencia y establecer una relación con las voces en lugar de rechazarlas, es posible ser un vencedor en lugar de una víctima y dar forma a la propia vida nuevamente
Ron Coleman
La sistematización nosográfica que realizó Emil Kraepelin en su Tratado de Psiquiatría de 1883, intentó ser una descripción minuciosa de los síntomas característicos de las enfermedades mentales. El trabajo fue planteado lo más libre posible de hipótesis subjetivas para que pudiera ser apreciado con facilidad por cualquier profesional de la salud. Esta visión se ha transformado en el modo hegemónico de conceptualizar estos fenómenos y los tratamientos necesarios que la psiquiatría biológica tradicional ha diagramado para su curación.
Desde esa perspectiva, los fenómenos de la escucha de voces son considerados como alucinaciones auditivas, síntomas característicos de las psicosis, de origen orgánico, que deben ser erradicados, principalmente, a base de psicofármacos. Se cree que lo que dicen las voces no tienen ningún sentido ni vínculo con la historia personal de quien lo está transitando, más allá de ser una muestra de una enfermedad que, en muchos casos, comienza a manifestarse de esa manera.
Aunque los psicofármacos puedan proporcionar algún grado de alivio en los momentos de mayores crisis, no llevar a cabo otras tareas terapéuticas al respecto constituye una situación iatrogénica para la persona. Cuando se suspende la medicación, reaparecen la ansiedad, la confusión y las voces, creándose un círculo que conduce a la cronificación en el uso de la medicación a largo plazo. Ésta produce efectos secundarios graves, así como dependencia, incrementando el riesgo de recaída asociada a la suspensión medicamentosa y no únicamente como consecuencia de los desencadenantes habituales de una crisis.
A pesar que la concepción psiquiátrica ha sido la preponderante en el último siglo, la escucha de voces también ha sido relatada de forma diversa en diferentes culturas alrededor del mundo. Antes de la psiquiatría, estas vivencias estaban fuertemente asociadas con la iluminación espiritual, la santidad, la creatividad, la visión filosófica y no sólo con la locura y la enfermedad. Sócrates, Moisés, Edvard Munch, Virginia Wolf y Ghandi están entre las personalidades más reconocidas que lograron decodificar sus voces de una manera singular en concordancia con sus cosmovisiones del mundo.
Un nuevo movimiento emerge
En 1987 se comenzó a erigir un nuevo enfoque en relación a estas experiencias. El punto de partida fue una entrevista realizada al psiquiatra Marius Romme y su paciente Patsy Hage en un programa de la televisión holandesa para exponer sus miradas sobre la temática. En un momento de la nota, le piden a la audiencia, que haya atravesado por la escucha de voces, que se comuniquen para contarles cómo habían sido sus vivencias. De las 450 personas que respondieron, 300 no eran capaces de sobrellevar las voces, lo que les producía muchísimo sufrimiento psíquico; mientras que el resto argumentaba que se encontraban estabilizadas y podían manejarlas sin que interfirieran en sus vidas cotidianas.
Ese hecho, de alto impacto en la comunidad holandesa de la época, dio lugar a la creación de un movimiento en pos de la recuperación de quienes viven esta experiencia de un modo perturbador. The Hearing Voices Movement (HVM) se formó como una red de apoyo mutuo a nivel mundial, en el que las personas se reunían para compartir sus historias y puntos de vista con el objetivo de buscar estrategias conjuntas de afrontamiento. Su primer concepto fue que había que trabajar «con» las voces y no «contra» ellas, ya que no necesariamente esa experiencia era un criterio diagnóstico de un cuadro psicopatológico, sino que debía ser enmarcada dentro de la historia vital de quienes transitaban ese fenómeno.
Las voces
Según las investigaciones realizadas por HVM, la experiencia de escucha de voces podría tener una secuencia diferente de causa-efecto a la planteada por la psiquiatría biológica tradicional. Alrededor de un 4% de la población puede escuchar voces regularmente, sobre todo si están atravesando situaciones de duelo, separación o pérdida, si han sufrido eventos traumáticos de la infancia o bien si han estado expuestas a condiciones extremas o de privación sensorial. De acuerdo a este enfoque, lo que las voces dicen está relacionado con lo que le está sucediendo al/la escuchador de voces en el presente y/o el pasado.
Las voces parecen representar un problema socioemocional que estas personas no han podido resolver, esto contribuye a la aparición de sentimientos de impotencia que traen aparejados una serie de situaciones como falta de concentración, afectividad aplanada, aislamiento social y conductas problemáticas. Ese espectro de respuestas puede dar lugar al diagnóstico de esquizofrenia.
Lo que se plantea aquí es que las voces no son consecuencia de una enfermedad; sino que la enfermedad es la consecuencia de la forma en que la persona afronta las voces y los problemas subyacentes a éstas. Sólo un porcentaje menor de las personas que vivencian estos fenómenos sufren enfermedades mentales. La escucha de voces no puede utilizarse como criterio diagnóstico de un trastorno psiquiátrico específico, la sumatoria de otros síntomas debería ser el factor decisivo.
Para el HVM, la escucha de voces es una variación de la experiencia humana, se las considera reales y no imaginarias, a pesar de que otros/as no puedan oírlas. Las voces en sí mismas no se conciben como respuestas anormales, sino que se interpretan en función de las circunstancias sociales, emocionales y/o interpersonales que propiciaron su aparición, en vinculación con la historia vital de esa persona.
Se han distinguido tres tipos principales de voces de acuerdo a las investigaciones de HVM: las que dicen en alto los pensamientos de quien las está escuchando o de otras personas; las que aparecen en grupos de dos o tres y discuten entre sí; y las que se manifiestan como una sola voz que habla constantemente acerca del escuchador/a y sus acciones, o bien de otras personas y sus acciones.
Las voces pueden escucharse, sentirse y/o verse de manera diversa por cada persona: se presentan como susurro, murmullo, ruidos extraños, palabras o frases repetidas constantemente o pensamientos más elaborados. Pueden provenir del interior de las personas, o bien de la televisión, la radio, el tráfico, de animales, del crujido de las hojas, del ruido generado por máquinas, entre otras. En general, las voces tienen un tono similar a personas que conocen o que conocieron, lo que sirve como punto de partida para comenzar a desentrañar la experiencia, situándose dentro de sus propias historias de vida.
En ocasiones, las voces pueden ser agradables y amables, incluso decir cosas inteligentes, y otras veces maldicen o hacen comentarios despectivos hacia quienes las vivencian o su entorno. Incluso pueden ordenarle a quien las escucha que haga cosas que no quiere hacer, lo que aumenta el monto de angustia de la experiencia. Pueden aparecer cuando la persona está realizando alguna acción, o cuando está hablando, o bien sólo pensando. Poder contextualizar la experiencia es otro de los hechos claves del enfoque que ayuda a su decodificación posterior.
La aparición de las voces tiene en general tres etapas:
- Alarma: Es el momento de mayor desborde emocional, donde generalmente las voces se presentan omnipotentes, atemorizantes y generan una gran confusión lo que se traduce en un aumento significativo de la ansiedad.
- Organización: Una vez superada la crisis inicial, se comienza a organizar la información y la relación con las voces. En esta fase, la persona está más abierta a aceptar la experiencia de un modo personal. Se interesa por los signos precoces de alarma y los posibles desencadenantes y, por lo tanto, aumenta su capacidad de tomar precauciones para evitar sentirse desbordada. Se empiezan a establecer conexiones posibles entre las voces y su historia personal.
- Estabilización: Esta fase comienza cuando se ha logrado un mayor equilibrio en la relación con las voces. El objetivo principal de la persona es encontrar una forma adecuada de relacionarse con éstas y reanudar su propia vida. La persona puede recuperarse de la experiencia de escuchar voces y convertirse en vencedora en lugar de ser una víctima.
La recuperación
Desde este enfoque, la recuperación no significa necesariamente deshacerse de las voces, sino reducir la angustia que las voces pueden provocar y aprender a vivir con ellas de forma plena y socialmente activa, que no esté reducida al consumo de psicofármacos y las internaciones extendidas en tiempo y espacio.
Para ello, han desarrollado una perspectiva que tiene como eje principal, los marcos de referencia que cada persona construye en torno a esa experiencia como una de las formas más efectivas de aceptación. Cuando alguien escucha voces, en general busca una explicación que le dé sentido a lo que está vivenciando y así menguar su padecimiento. Según este punto de vista, la mejor manera es tratarlas como experiencias reales que significan algo para la persona que las oye, dando lugar a las posibles explicaciones que la integran dentro de su historia vital.
Brindar información a las personas que escuchan voces es otra de las estrategias de afrontamiento principales. Para lograr tal fin, se provee material audiovisual y de lectura y se realiza una entrevista semi estructurada que tiene como objetivo comprender cuándo aparecieron las voces, cuál es su contenido, a qué/quién se refieren, de dónde provienen, o si interfieren o no en el pensamiento. Se indaga también en la historia previa a la aparición de las voces, las experiencias de la infancia y las redes de contención social, entre otros de los aspectos que permiten ampliar la información para darle un sentido subjetivo a esa vivencia.
Asimismo, se han creado una serie de recomendaciones terapéuticas para los y las profesionales de la salud en pos de entender esta nueva visión tales como: espacios seguros donde acudir, compartir experiencias y establecer una red de conexión más profunda; creer en la capacidad de recuperación de cada persona para tomar el control de sus experiencias; trabajar en colaboración y de manera inclusiva con otros servicios para desarrollar el conocimiento y el uso de estrategias holísticas orientadas a la recuperación; fomentar y apoyar la autodeterminación y empoderamiento y el mencionado respeto por los marcos de entendimiento y creencias de cada persona.
A modo de cierre
Si la escucha de voces se concibe únicamente como consecuencia de una enfermedad mental de origen orgánico tal como establece la psiquiatría biológica tradicional, se anula la posibilidad que esta vivencia sea consecuencia de otros factores y se deshistoriza a la persona, quien desaparece subjetivamente tras la etiqueta diagnóstica que encabeza su historia clínica.
El enfoque que realiza el HVM permite ampliar la concepción que se tiene acerca de esta experiencia, al pensarlas de un modo más amplio y despatologizado, lo cual ya de por sí constituye una situación salutogénica. La posibilidad de empoderamiento que genera esta concepción contrahegemónica es un factor clave para que esas personas puedan tomar las riendas de su propia vida y no queden atrapadas en un círculo que incluye el uso cronificado de psicofármacos, las internaciones prolongadas y un sinfín de recaídas.
Es necesario pensar por fuera de las estructuras teórico-prácticas que hemos aprendido en los claustros universitarios y poner en valor la propia historia de quienes viven estas situaciones como uno de los modos más eficaces de poder ayudar, acompañar y comprender la presencia de las voces y de este modo, mejorar la calidad de vida de aquellas y aquellos que se han extraviado en sus propios laberintos.
Este texto fue publicado originalmente en agosto de 2021 en la Revista Topía.