Este texto fue publicado en la web de Standford en julio del 2014, y escrito por Clifton B. Parker.
Nota de Primera Vocal: no compartimos parte del lenguaje clínico empleado, especialmente la etiqueta «esquizofrenia», pero consideramos que el texto (así como el propio estudio enlazado en él) aporta ideas muy interesantes acerca de la potencialidad real que tiene el cambio de relación con la propias voces frente al modelo determinista biológico y su correlato de prescripción de psicofármacos como única solución al sufrimiento psíquico. Evidencias que apuntan al peso de la cultura en las propias experiencias psíquicas inusuales nos permiten orientarnos a la hora de afrontarlas, algo que sistemáticamente es desechado por la mayoría de investigadores y profesionales de la salud mental. El contenido que tienen las voces se gesta en un contexto específico —biográfico, histórico y cultural—, por lo que ignorarlo supone renunciar a las posibilidades de entender qué es lo que sucede y desarrollar estrategias encaminadas a la recuperación.
La antropóloga de la Universidad de Standford Tanya Luhrmann averiguó que las experiencias de escucha de voces de personas con trastornos psicóticos graves están determinadas por la cultura local —en los Estados Unidos, las voces son hostiles y amenazantes, mientras que en África y en la India son más benévolas y alegres. Esto puede tener repercusiones clínicas sobre cómo se atiende a las personas con esquizofrenia, sugiere la profesora Luhrmann.
Las personas que sufren esquizofrenia pueden escuchar «voces» —alucinaciones auditivas— de forma diferente según su contexto cultural, de acuerdo a la nueva investigación de Stanford.
En los Estados Unidos, las voces son más agresivas, y en África y la India, más benévolas, asegura Tanya Luhrmann, profesora de Stanford de antropología y primera autora del artículo publicado en el British Journal of Psychiatry.
La experiencia de escucha de voces es compleja y varía de una persona a otra, según Luhrmann. La nueva investigación sugiere que las experiencias auditivas se ven influidas por el entorno social y cultural específico, y esto puede tener consecuencias en el tratamiento.
En una entrevista, Luhrmann señaló que los clínicos estadounidenses «a veces tratan las voces que escuchan las personas con psicosis como si fueran subproductos neuronales y poco relevantes de una enfermedad que deben ser ignorados. Nuestro trabajo ha puesto de manifiesto que las personas con graves trastornos psicóticos en diferentes culturas tienen diferentes experiencias de escucha de voces. Esto indica que la forma en la que la gente presta atención a sus voces modifica lo que las voces les dicen. Lo cual puede tener repercusiones clínicas».
Voces positivas y negativas
Luhrmann señala que se ha pasado por alto el papel de la cultura a la hora de comprender las enfermedades psiquiátricas.
«El trabajo de los antropólogos que se orientan al campo de los padecimientos psiquiátricos nos muestra que estas enfermedades cambian de manera sutil pero determinante en diferentes mundos sociales. Los científicos psiquiátricos no suelen observar las variaciones culturales. Alguien debería hacerlo, porque es importante, y puede enseñarnos algo sobre las enfermedades psiquiátricas», dice Luhrmann, antropóloga formada en psicología y profesora de la Universidad de Watkins en Standford.
En el caso de la investigación, Luhrmann y sus colegas entrevistaron a 60 adultos diagnosticados de esquizofrenia —20 en San Mateo, California; 20 en Accra, Ghana; y 20 en Chennai, India. En total, 31 mujeres y 29 hombres con una edad media de 34 años. Se les preguntó cuántas voces escuchaban, con qué frecuencia, qué pensaban que era la causa de las alucinaciones auditivas y cómo eran sus voces.
«Posteriormente se preguntó a los participantes si sabían quién hablaba, si mantenían conversaciones con las voces, y lo que las voces decían. Preguntamos a la gente qué es lo que encontraba más angustioso sobre las voces, si tenían alguna experiencia positiva relacionada con ellas y si las voces hablaban sobre el sexo o Dios», dice la investigadora.
Las conclusiones revelaron que, según Luhrmann, la escucha de voces era muy similar en las tres culturas. Muchos de los entrevistado sinformaron tanto de voces buenas como de malas, y de conversaciones mantenidas con estas voces, así como de susurros y silbidos que no eran capaces de reconocer. Algunos hablaron de escuchar a Dios, mientras que otros manifestaron sentir las voces como una «agresión» sobre ellos mismos.
Voces como un bombardeo
La llamativa diferencia fue que mientras que muchos de los individuos africanos e indios manifestaron principalmente experiencias positivas con sus voces, ningún americano lo hizo. En lugar de eso, los ciudadanos estadounidenses tendían más a manifestar sus experiencias como violentas y cargadas de odio, así como evidencias de una enfermedad.
Los estadounidenses experimentaron las voces como un bombardeo y como síntomas de una enfermedad cerebral causada por genes o trauma.
Un participante describió las voces «como si estuvieran torturando a gente, sacándoles los ojos con un tenedor o cortando la cabeza a alguien y bebiendo su sangre, algo muy desagradable». Otros americanos (5 de ellos) incluso hablaban de sus voces como un llamamiento a la batalla o a la guerra: «la guerra de todo el mundo gritando».
Por otra parte, los estadounidenses en su mayor parte no comunicaron que conocieran a quien hablaba con ellos y parecían tener menos relación personal con sus voces, según Luhrmann.
Entre los indios de Chennai, más de la mitad (11) escuchaban las voces de allegados o familiares ordenándoles realizar tareas.«Hablan como si personas de edad avanzada estuvieran asesorando a otros más jóvenes», decía uno de los participantes del estudio. Esto contrasta con los americanos, de los cuales solo dos escucharon a miembros de su familia. Además, los indios escucharon menos voces amenazadoras que los americanos —varias personas escucharon las voces como contentas, como expresiones espirituales o mágicas, e incluso como divertidas. Por último, no muchos de ellos describieron las voces en términos de un problema médico o psiquiátrico, como sí hicieron todos los estadounidenses.
En Accra (Ghana), donde la cultura admite que los espíritus pueden hablar, pocos de los participantes describieron las voces en términos de enfermedades cerebrales. Cuando las personas hablaron de sus voces, 10 de ellas consideraron la experiencia principalmente positiva; 16 de ellos reportaron escuchar a Dios de manera audible.«La mayoría de las veces, las voces son buenas», señaló uno de los participantes.
El individuo frente a la colectividad
¿Por qué la diferencia? Luhrmann ofrece una explicación: los europeos y los estadounidenses tienden a verse a sí mismos como individuos motivados por un sentido de identidad propia, mientras que fuera de Occidente la gente considera la mente y el ser entrelazados con otros y definidos a través de las relaciones.
«La gente no siempre sigue las normas sociales», dicen los investigadores, «No obstante, el énfasis puesto en la independencia de lo que denominamos habitualmente «Occidente» y el énfasis en la interdependencia de otras sociedades se ha demostrado etnográfica y experimentalmente en muchos lugares».
En consecuencia, escuchar voces en un contexto específico puede diferir considerablemente para la persona implicada, escribieron. En América, las voces eran una intrusión y una amenaza para la intimidad —las voces no podían controlarse.
Sin embargo, en India y en África, los sujetos no estuvieron tan perturbados por las voces —parecían tener valor para dar sentido a un mundo más relacional. Sin embargo, existían diferencias entre los participantes de la India y de África; la experiencia de escucha de voces de los primeros ponía de relieve la diversión y el sexo, mientras que las voces de los segundos a menudo tenían que ver con la voz de Dios.
La religiosidad o la naturaleza urbana de la cultura no parece ser un factor que afecte a cómo se perciben las voces, afirmaba Luhrmann.
«En lugar de eso, la diferencia parece ser que los participantes de Chennai (India) y Accra (Ghana) estaban más cómodos al interpretar sus voces como relaciones y no como signos de una mente invadida», escribieron los investigadores.
Relación con las voces
Luhrmann observó que la investigación indica que las «voces hostiles y violentas tan frecuentes en Occidente pueden no ser una característica ineludible de la esquizofrenia». La configuración cultural de la esquizofrenia puede ser más significativa de lo que se pensaba.
Según los investigadores, los resultados pueden ser clínicamente significativos. La investigación previa ha puesto de manifiesto que las terapias específicas pueden modificar lo que los pacientes oyen. Un nuevo enfoque afirma que es posible mejorar las relaciones de las personas con sus voces, enseñándoles a identificarlas y forjar relaciones con ellas, lo que reduce sus cualidades cáusticas. «Las voces benévolas pueden contribuir a un curso y un resultado más favorable», escribieron.
Los coautores del artículo fueron R. Padmavati y Hema Tharotor, de la Schizophrenia Research Foundation (Fundación para el estudio de la esquizofrenia) en Chennai, India, y Akwasi Osei, del Hospital General de Accra en Accra, Ghana.
¿Qué es lo siguiente para Luhrmann y sus compañeros?
«Nuestra corazonada es que la forma en la que la gente concibe el pensamiento cambia la manera en que prestan atención a las experiencias inusuales asociadas al sueño y la conciencia, y esto tiene como resultado que la gente tendrá diferentes experiencias de tipo espiritual, así como modos diferentes de experiencia psiquiátrica», dijo, señalando un plan para llevar a cabo una comparativa más amplia y sistemática de las experiencias espirituales, psiquiátricas y de los procesos de pensamiento en cinco países (Nota de PV: hemos encontrado un libro de la temática abordada en la investigación citada y del que es coautora Luhrmann publicado en 2016)