«Nuestros valientes legionarios y regulares han demostrado a los rojos cobardes lo que significa ser hombres de verdad y de paso también a sus mujeres. Esto está totalmente justificado porque estas comunistas y anarquistas predican el amor libre. Ahora por lo menos sabrán lo que son hombres de verdad y no milicianos maricones. No se van a librar por mucho que berreen y pataleen».
Entre las atrocidades a las que animaba este discurso y el vídeo que compartimos a continuación han transcurrido casi 80 años, tres generaciones. Miles de mujeres fueron vejadas, en muchos casos públicamente, por orden del general golpista Queipo de Llano, a quien pertenecen estas palabras, emitidas en Radio Sevilla en 1936.
Cuando la historia que da sentido al dolor está enmudecida o silenciada, se hace preciso recomponer sus escombros cuidadosamente para poder entender las emociones sin palabras y las palabras sin emoción que persisten años después, incluso a través de las generaciones.
Algunos acontecimientos de naturaleza traumática se inscriben de un modo difuso en nuestra vida psíquica porque son difícilmente asimilables. De este modo, sus efectos perduran y se transmiten de generación en generación: lo que en una primera generación es indecible, en la segunda se convierte en innombrable y en la tercera, en impensable (Abraham y Torök, 1978)*.
El teatro griego, sobre todo la tragedia, perseguía cumplir la función social de katharsis, término con el que aludían a la purificación emocional que se produce al identificar en uno mismo las emociones de los personajes, al comprender el carácter colectivo de esos sentimientos y experiencias.
Admitir que estamos dañados como sociedad por el trauma de la violencia política que sufrieron nuestros antepasados, libera. Vivir pisando el suelo con el que se taparon los muertos dos generaciones atrás y pasar cien veces por encima sin saber por qué duele, enloquece.
La transmisión no se anula, pero podemos liberarnos en parte de sus efectos. Como sucede en el vídeo, algunos gestos poéticos consiguen un efecto catártico al politizar el malestar y desenmudecer la historia.
En Sevilla, en 2013, sobre la tumba del general Queipo de Llano, estas mujeres que no quieren olvidar nos regalaron esta catarsis a taconazos.
* Abraham, N. y Torök, M. (1978): La corteza y el núcleo. Buenos Aires: Amorrortu.