España es un país, y también es un estado de la conciencia. En España hay una monarquía. La reina se llama Leticia Ortíz. Antes de serlo era presentadora de televisión, ahora le cuenta cosas a la gente investida de una supuesta autoridad que le ha venido dada por casarse con un borbón. En concreto con el hijo de Juancar, el rey campechano. Felipe, se llama el tipo. Ambos se dedican a inaugurar tinglados, a hacer presentaciones, a dejarse fotografiar mientras esgrimen una sonrisa que no es real. Han tenido dos hijas que están siendo educadas para vivir haciendo lo mismo. El poder se transmite a través de la sangre, que dicen que es azul, pero en verdad es roja y funciona como en el resto de animales: si pierden demasiada, se mueren (como le pasó al hermano de Juancar cuando este le pegó un tiro). La historia de los borbones es una secuencia de aberraciones, no podemos extendernos demasiado (la gente tiene predilección por los textos cortos cuando se conecta a través de sus pantallas), pero básicamente está llena de expolios, violencia contra los sectores más débiles de la población y escarceos con formas autoritarias de gobierno (para muestra un botón: Juan de Borbón, que jamás llegó a ser Juan III, a la sazón padre del suegro de Leticia, era entusiasta de los nazis en la Segunda Guerra Mundial y de llevar a cabo una “política racial militante”). Por último, los reyes son jodidamente ricos, que es una de las consecuencias esenciales que acarrea el hecho llevar una corona en la cabeza.
Leticia y su vocación de ser referente de la salud mental:
La idea o el concepto de “salud mental” es sumamente laxo. En los últimos tiempos ha quedado más que demostrado que se puede hablar de salud mental y no decir nada. Todo dios menciona la salud mental, y la mayor parte de lo dicho es completamente irrelevante, está vacío, es cartón piedra, un lugar común que se convierte en agujero negro que todo lo traga y nos devuelve memes para compartir por el WhatsApp.
De la salud mental cada vez hablan más los personajes televisivos, los deportistas de élite, los políticos profesionales y la reina de España, Leticia Ortíz, que está en forma (vamos, que es delgada, cualidad apreciada especialmente dentro del capitalismo | patriarcado) y tiene muy buen gusto para el vestir, según repiten una y otra vez los cronistas del reino. El problema reside en que la salud mental que debería importar a la gente tiene que ver con las vidas que llevan, no con vidas ajenas que discurren en mundos que de tan lejanos que son no son reales (o al menos no forman parte de una realidad compartida). O dicho de manera más sencilla: solo se puede pensar la salud mental con tus vecinos, con tus compañeros de curro, con quienes comparten condiciones de vida que si bien no tienen por qué ser estrictamente iguales, deben albergar puntos en común. Y el día a día de la gente corriente y moliente no tiene absolutamente nada que ver con reyes, reinas, princesas y eméritos. Fin de la cita.
El propio personaje de reina imposibilita referir realidad compartida alguna. La monarquía se funda en la ausencia de empatía. Su mundo es otro. De hecho, la constitución dispone en su artículo 56.3 que “La persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad”. The king can do no wrong, que dicen los ingleses: el Rey no puede hacer mal. Ni él ni su mujer pueden decirnos una mierda sobre nuestras vidas. Resulta ofensivo y dañino.
El acto, la reina haciendo cosas de reina:
La reina inauguró / presidió / protagonizó el XXII Congreso Salud Mental España, organizado en el marco del 40º aniversario de la Confederación Salud Mental España. Dicha Confederación antes se llamaba Feafes. Es el principal ente organizativo de familias en el ámbito de la salud mental. Dentro de él, las personas psiquiatrizadas han tenido siempre un papel completamente subalterno (y en muchas de las asociaciones de dicha confederación directamente carecen de cualquier tipo de voz). Históricamente se han financiado por dos vías: el Estado y la industria farmacéutica.
En dicho acto, Leticia leyó:
“Todos en algún momento necesitamos parar, admitir, ser conscientes de nuestras vulnerabilidades, de nuestras debilidades, poder expresar un ‘no puedo’, ‘no sé’, ‘no siento’, ‘necesito tiempo’, ‘necesito parar’. La educación temprana en salud, la prevención, nos dotaría de herramientas para poder gestionar las emociones, poder afrontar la adversidad y las situaciones traumáticas que todos tenemos en la vida”.
Y la gente aplaudió en redes sociales y medios de comunicación. A rabiar. Qué reina tan cercana, qué atenta está a los problemas cotidianos de la ciudadanía…
Como si hubiera un conjunto de vulnerabilidades y debilidades tan abstractas que fueran universales en forma y contenido. Como si significara lo mismo que ella mañana dijera que necesita tiempo o lo dijera un trabajador asalariado en situación precaria. Necesitar parar de leer discursos que otros han escrito no es lo mismo que necesitar parar porque el curro a destajo rompe a alguien por dentro. No puede existir un arsenal de armas mágicas con las que todxs pudiéramos defendernos de la violencia de la vida (abstracta y universal, de nuevo). Es perverso hablar de una educación emocional para reyes y plebeyos, ricos y pobres, empresarios y empleados. Hay cierta tiranía en ello, igual que lo hay en cada rey / reina.
Obviamente, Leticia, cuando habla de salud mental no habla de desigualdad social en nuestro terriorio (en cuya configuración estructural histórica la casa real a la que pertenece tuvo un papel más que relevante), sino de ratios de psicólogos. En las sociedades más desiguales hay mayores indicadores de problemáticas de salud mental, pero una reina es la propia encarnación de la desigualdad. Leticia probablemente busca que se la recuerde por algo que no sea su aspecto físico, su ropa y su pasado en la televisión. Leticia está sensibilizada con el suicidio porque su hermana se quitó la vida (algo que devasta a cualquiera). Pero no tanto como para posicionarse contra los desahucios que desencadenaron dos suicidios los días previos a su discurso.
No hay una salud mental única, objetivable, asépticamente ajena a las asimetrías provocadas por la existencia de clases sociales. No hay una idea de salud mental que nos haga ir de la mano todxs juntxs. La reducción del sufrimiento psíquico de parte de la población pasa por la destrucción de los privilegios de otra. No es nada nuevo, simplemente hay un conjunto de fuerzas operando de continuo con la intención de que se piense en ello lo menos posible.
Post scriptum:
En Inglaterra, que también tiene una monarquía (igual de inútil e injustificada que la nuestra, pero más sofisticada), de esto de la salud mental se encarga Kate Middleton, princesa de Gales y futura reina. En un evento acontecido en el centro Anna Freud tan solo unos días después que el protagonizado por su colega Leticia afirmó: “Es muy importante que todos hablemos de nuestros sentimientos y emociones. Los buenos y los más difíciles también, porque todos los tenemos”. Hablar de lo que se siente, no significarlo, no dotarle un sentido que oriente una acción colectiva. Otra invitación a abrazar la nada de boca de una millonaria.