La copia de los hechos. La biomedicina, el poder y sus encubrimientos; de Ángel Martínez Hernáez

Os dejamos un artículo muy académico, pero también extremadamente interesante. Dadle tregua a la formalidad de su lenguaje, porque lo cierto es que dentro de su rigidez está muy bien escrito. Entra poco a poco y merece la pena. Desde la antropología de la ciencia se lleva a cabo un acercamiento a la psiquiatría biomédica que arrastra al lector a conclusiones semejantes a las que quizás ya haya alcanzado por otros caminos, ofreciendo nuevos matices y ayudando a enriquecer un análisis crítico en el campo de la salud mental.

Como siempre, abrimos apetito con unos fragmentos cuidadosamente seleccionados:

El asunto puede plantearse en términos sintéticos: la biomedicina no sería una copia de los hechos sino una representación de ellos y, en consecuencia, su presentación como sistema aséptico y libre de valores respondería a una estrategia de ocultación de su dimensión socio- política. Al negar las relaciones sociales de producción del conocimiento y la praxis biomédicos, toda voluntad de poder sería omitida para dejar paso a una aureola de neutralidad. Estaríamos, así, ante un curioso sistema cultural en donde el poder se muestra a sí mismo al encubrirse.

[…]

El ejercicio de “desprendimiento” de lo social que se produce en la observación clínica puede interpretarse como un artificio cultural encaminado a la construcción de una ilusión de transparencia del lenguaje biomédico que opera en un doble plano. En un primer nivel, el objeto (la enfermedad) es reducido a una situación presocial, a un mundo de vísceras, disfunciones biológicas y desequilibrios neurohumorales. Esto permite construir la idea de que lo que está en juego tiene poco que ver con la biografía y con el contexto social. En un segundo nivel, la desocialización del objeto (el paciente ya reconvertido en enfermedad) evita cualquier interpelación, al menos en un sentido prioritario, sobre lo social del sujeto (el clínico) y permite desocializar las propias interpretaciones clínicas. La reificación adopta, así, un carácter de doble negación de las relaciones sociales, tanto en el plano del objeto como del sujeto. De esta forma, se construye un mundo de fenómenos naturales que pueden ser “copiados” sin interferencias, pues lo social ha sido ocultado por un proceso de reificaciones y desprendimientos.

[…]

Ya se ha comentado que uno de los problemas de la clínica psiquiátrica contemporánea es la falta de un conocimiento corroborado de tipo etiológico y fisiopatológico sobre la mayoría de los trastornos mentales. Es cierto que existen diferentes hipótesis sobre la causa de trastornos como la esquizofrenia o la depresión, como la teoría dopaminérgica para la primera o la serotoninérgica para la segunda, por citar sólo algunas de ellas. Con todo, una hipótesis no es una corroboración, ni una conjetura es una certeza. Por esta razón, las clasificaciones psiquiátricas actuales son clínicas (centradas en los signos y síntomas) y/o patocrónicas (basadas en el curso), pero no etiopatogénicas (causales) o anatomopatológicas (de localización del trastorno). En otras palabras, lo que articula las clasificaciones diagnósticas no es un conocimiento fisiopatológico de los procesos mórbidos, sino las manifestaciones externas de estos procesos. Unas manifestaciones que, a pesar de las tentativas homogeneizadoras de la psiquiatría biomédica, muestran una importante variabilidad transcultural. Veamos un ejemplo: en el Collaborative Study on the Assessment of Depressive Disorders de la OMS, una investigación llevada a cabo en cinco países (Canadá, India, Irán, Japón y Suiza), se apunta que es una “evidencia inequívoca” que la depresión existe en diferentes culturas y que manifiesta síntomas y pautas universales que pueden ser discriminados transculturalmente (Jablensky et al 1981:382). Sin embargo, cuando analizamos los datos encontramos que: a) mientras los “sentimientos de culpa y autorreproche” aparecen en el 68% de la muestra suiza, sólo están presentes en un 32% en la de Irán; b) que las ideas de suicidio exhiben cierta diversidad en su frecuencia: 70% en Canadá frente al 46% en Irán; c) que la agitación psicomotora tuvo una frecuencia media de 42% mientras que en Teherán fue del 64%; y d) que la somatización es mayor en Irán (57%) que en la muestra de Canadá (27%) o de Suiza (32%) (Jablensky et al. 1981; Marsella et al. 1985:305; Thornicrof & Sartorius 1993:1023). Una pregunta pertinente en este punto es: ¿dónde están los “síntomas universales” de la depresión en estos datos?

La copia de los hechos: la biomedicina, el poder y sus encubrimientos

Pd: Avisamos de que el artículo tiene ciertas notas en inglés, pero no son especialmente complejas. Si alguien se animara a traducirlas, estaríamos encantados de incorporar los pasajes en castellano para facilitar la lectura.


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