Fragmento de Alicia en el País de las Maravillas, de Lewis Carrol

El Gato sonrió al ver a Alicia.
Parecía tener buen carácter, consideró Alicia; pero también tenía unas uñas muy largas y un gran número de dientes, de forma que pensó que convendría tratarlo con el debido respeto.
– «Minino de Cheshire», empezó algo tímidamente, pues no estaba del todo segura de que le fuera a gustar el cariñoso tratamiento; pero el Gato siguió sonriendo más y más. «¡Vaya! Parece que le va gustando», pensó Alicia, y continuó: «¿Me podrías indicar, por favor, hacia dónde tengo que ir desde aquí?».

– «Eso depende de a dónde quieras llegar», contestó el Gato.
– «A mí no me importa demasiado a dónde…», empezó a explicar Alicia.
– «En ese caso, da igual hacia dónde vayas», interrumpió el Gato.
– «…siempre que llegue a alguna parte», terminó Alicia a modo de explicación.
– «¡Oh! Siempre llegarás a alguna parte», dijo el Gato, «si caminas lo bastante».
A Alicia le pareció que esto era innegable, de forma que intentó preguntarle algo más: «¿Qué clase de gente vive por estos parajes?».
– «Por ahí», contestó el Gato volviendo una pata hacia su derecha, «vive un sombrerero; y por allá», continuó volviendo la otra pata, «vive una liebre de marzo. Visita al que te plazca: ambos están igual de locos».
– «Pero es que a mí no me gusta estar entre locos», observó Alicia.
– «Eso sí que no lo puedes evitar», repuso el gato; «todos estamos locos por aquí. Yo estoy loco; tú también lo estás».
– «Y ¿cómo sabes tú si yo estoy loca?», le preguntó Alicia.
– «Has de estarlo a la fuerza», le contestó el Gato; «de lo contrario no habrías venido aquí».


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