Dejar los antidepresivos; testimonios en The Guardian

Os dejamos la traducción realizada por una colaboradora de una publicación de The Guardian (19 de diciembre de 2024, sección australiana del periódico) donde se recogen las experiencias de 19 lectorxs en relación con la toma y retirada del tratamiento con antidepresivos. El texto que introduce los testimonios es de Natasha May.

Más de 700 lectores respondieron cuando os pedimos que compartieseis vuestras experiencias al dejar los antidepresivos. Nos contaron los síntomas de abstinencia que tuvieron, y qué aspectos de la medicación les resultaron útiles o problemáticos. Descubrimos que muchas personas recibieron poca información sobre los posibles efectos secundarios que conlleva dejar estos medicamentos, y que sufrieron síntomas de abstinencia que describieron como peores que los síntomas iniciales que llevaron a la prescripción del medicamento.

Las guías clínicas respaldadas por el Real Colegio Australiano de Médicos Generales de julio recomiendan un enfoque mucho más pausado y seguro respecto a la retirada de antidepresivos con respecto al anteriormente sugerido por los médicos. Si bien algunos lectores dijeron que los medicamentos los ayudaron en última instancia, y otras personas consideran que los antidepresivos les salvaron la vida, la mayoría habría querido que se les proporcionase más información cuando se los prescribieron. A continuación, ofrecemos una selección de las historias compartidas (para mayor claridad y legibilidad, se han realizado pequeñas modificaciones).

– Me siento atrapada en este ciclo. No puedo dejarlos. Cuando echo la vista atrás, desearía no haber empezado a tomarlos nunca.

Hacía poco que me habían diagnosticado una enfermedad crónica y me estaba costando encajar hasta qué punto me iba a cambiar la vida, a la vez que hacía frente a un conflicto familiar. Me aconsejaron que fuese al psiquiatra, e inmediatamente me recetaron antidepresivos.

He intentado dejar la medicación en tres ocasiones, pero no he podido. El síndrome de abstinencia es tan agudo que difícilmente consigo pasar varios días sin tomarlos, incluso después de reducir la dosis muy gradualmente. Estoy segura de que los sentimientos que experimento son el resultado de la abstinencia, y no mi estado mental natural sin la medicación. Pero aún sabiéndolo, no puedo dejarlos. Cuando dejo de tomarlos, en cuestión de días me sumerjo en una intensa depresión y llego a tener ideas suicidas, y es imposible funcionar con normalidad cuando tienes estos sentimientos, así que me siento obligada a volver a tomar la medicación para poder funcionar laboralmente. Es una situación muy difícil y me siento atrapada en este ciclo. Sé que no los necesito… Cuando echo la vista atrás, desearía no haber empezado a tomarlos nunca.

Anna (seudónimo), de Sydney. Tenía 24 años la primera vez que le recetaron antidepresivos contra la depresión y la ansiedad

– Era como si tuviese un limpiaparabrisas a toda velocidad dentro de mi cerebro. Me afectaba a la vista, al pensamiento, y me provocaba sacudidas internas.

No estaba tomando una dosis muy alta, y la abstinencia me pilló por sorpresa. La parte más angustiante empezó en cuanto reduje la dosis. Solo puedo describirlo como descargas cerebrales. Era como si tuviese un limpiaparabrisas a toda velocidad dentro de mi cerebro. Me afectaba a la vista, al pensamiento, y me provocaba sacudidas internas.

Al principio eran muy fuertes, y ocurrían varias veces al día. Me preocupaba conducir y me resultaba muy difícil concentrarme en el trabajo. Sentía además fatiga, estaba agitado y era incapaz de dormirme rápidamente. Estuve a nada de volver a aumentar la dosis después de las primeras tres semanas, pero quería realmente dejar la medicación, así que me mantuve firme y después de ocho semanas tomándola volví a ser un poco más yo.

Cuando me la prescribieron necesitaba desconectar para recuperarme y seguir funcionando. Cuando empecé a tomarla llegó la pandemia y se dio otro acontecimiento traumático desencadenado por la muerte por Covid de un familiar y otros motivos repentinos, y me alegró mucho contar con el respaldo de la medicación. Pero no esperaba que los síntomas de abstinencia fuesen tan fuertes, y había poca información o ayuda a este respecto, por lo que la experiencia me resultó muy difícil. No volvería a tomarlos a menos que realmente tuviese que hacerlo.

Fiona, de Victoria. Tenía 48 años cuando comenzó con la medicación en 2021. Empezó a intentar dejarla dos años después

– Cada vez que intentaba dejarlos, perdía la capacidad de dormir más de dos horas por noche, todas las noches.

Acudí a un médico de asistencia primaria en busca de ayuda para gestionar la ansiedad y el estrés causados por un entorno laboral sumamente estresante. El doctor me dijo que tenía unos “bajos niveles de serotonina”, aun cuando no se me realizó ninguna prueba diagnóstica con la que demostrar que así era.

Mi experiencia dejando los antidepresivos fue brutal y extenuante. No podía dormir más de dos horas durante la noche. Era increíblemente aterrador. Era como si me hubiesen sacudido los cimientos del cerebro y lo hubiesen dejado con un desequilibrio químico, y estuviese ahora intentando desesperadamente volver a calibrarse por sí mismo. Nunca antes he tenido insomnio, pero durante la abstinencia me dormía en torno a las 10 de la noche y le despertaba entre las 00:50 y la 1:00 cada noche. En dos ocasiones la fatiga y miedo extremos hicieron que me desmoronase y volviese a tomar la medicación por absoluta necesidad, para que al menos pudiese recomponerme y seguir yendo a trabajar.

Busqué la ayuda de dos doctores de atención primaria. Todavía me acuerdo del médico que me ignoró con desprecio y me dijo que debería seguir tomando la medicación porque “estaba claro que la necesitaba”, y el otro no tenía el más mínimo interés y estaba totalmente sobrepasado. También busqué la ayuda de un naturópata… me dijo “lo siento mucho, pero no puedo ayudarte con esto”. Recuerdo lo asustada y abandonada que me sentí en ese momento.

Le prescribieron Paroxetina a los 26 años

– Más de 20 años después descubrí que soy autista: mis desafíos en la vida nunca iban a solucionarse con pastillas.

Dejé de tomarlos después de 9 o 10 años, después de probar al menos cuatro o cinco marcas distintas; no cambiaban lo que sentía. A lo sumo, me adormecían y hacían que me fuese difícil tener momentos de alegría. Necesitaba adaptaciones en la universidad y en el trabajo. Necesitaba un entorno seguro y tranquilo. Necesitaba apoyo, en lugar de ser castigada por centrarme en las rutinas.

Los antidepresivos destrozaron enteramente mi aparato digestivo, y cuando los tomaba tenía con frecuencia náuseas, hinchazón y otras molestias. No me gustaba cómo me hacían reaccionar al alcohol; no hacían prácticamente nada para reducir la sensación de que prácticamente toda persona que encontraba me odiaba. Me molestaba que mis subidones hubiesen desaparecido. Los bajonazos eran menos intensos, pero pasé a ser una persona embotada con cero ganas de hacer nada.

Con 27 años me prometí que nunca volvería a tomarlos. Me dijeron que fuese bajándola. Que, en lugar de una pastilla diaria, tomase media durante varios días, y luego un cuarto de pastilla otros cuantos días. Cuando lo hice, seguía sintiendo que iba a vomitar o a desmayarme del mareo. A lo largo de los años los dejé cuatro o cinco veces y no fue agradable; tenía que planificarme con antelación para que la reducción de la dosis no coincidiese con compromisos sociales importantes, con vacaciones, etc… para no “aguar la fiesta” con mi irritabilidad, lloriqueos o poniéndome enferma.

Tribbets de Sydney. Primera receta a los 17, por depresión y ansiedad

– Era como una resaca, pero peor, y duró dos meses.

Decidí dejar de tomar la medicación cuando mi salud mental llevaba años estabilizada. Hacía psicoterapia de forma regular y sentía curiosidad por saber si mi cerebro podría afrontar la vida sin medicación. Creía que probablemente ya no los “necesitaba”, y estaba cansado de los efectos secundarios. Además, me estaban evaluando para saber si tenía TDAH, y no me atraía la idea de tomar varios psicofármacos si finalmente me confirmaban el diagnóstico (cosa que hicieron).

Me sorprendió mucho que mi médico de cabecera (que siempre se ha portado genial con todas las demás cuestiones médicas, y he de decir que no fue el practicante que me recentó inicialmente los antidepresivos) se mantuviese tan al margen del tema (desmedicalización). Tras informarme al respecto, entiendo que un farmacéutico especializado en la elaboración de medicamentos podría haber ayudado a que el proceso de reducción de dosis fuese más armonioso.

Cuando intenté dejar la medicación siguiendo los consejos de mi médico de cabecera, la única vez que me sentí como una mierda fue durante un breve periodo en que tuve mastitis por dar el pecho a mi hijo. Tenía náuseas, fatiga, descargas cerebrales, cero apetito, irritabilidad. Mi cerebro estaba confuso. Era como una resaca, pero peor, y duró dos meses.

Estoy convencida de que la medicación fue la mejor opción de tratamiento para mí en el momento en que me la prescribieron. Puede que no haya salvado mi vida, pero me sacó de una horrible y prolongada crisis de salud mental, y no creo que ahora estuviese donde estoy de no ser por el periodo inicial de medicación.

Liz, de Adelaide. Primera prescripción a los 26 para tratar TOC, TAG y depresión

– Es como si te desgarraran el alma día tras día, es una forma de tortura. Puede parecer exagerado, pero realmente es así de horrible. Soy bastante estoico, pero la abstinencia provocada por los antidepresivos casi acabó conmigo. No se lo desearía ni a mi peor enemigo.

Cuando el síndrome de abstinencia por antidepresivos te da de pleno, en nada de tiempo te das cuenta de que estás completamente solo. La mayoría de las veces los médicos no admiten siquiera que son los fármacos los que causan el problema, cuando para los pacientes es muy fácil distinguir qué efectos se deben a la medicación y cuáles no.

La abstinencia por dejar los antidepresivos ha sido, con mucho, lo peor que me ha pasado en toda la vida. Ha puesto mi vida totalmente patas arriba, y en muchísimas ocasiones me ha dejado al borde del precipicio. He sufrido más de 30 síntomas distintos: desde descargas cerebrales hasta ansiedad, pasando por la náusea. No se lo desearía ni a mi peor enemigo. Es un auténtico crimen que no se advierta de todo esto a nadie, y que estos medicamentos se sigan prescribiendo de forma generalizada.

Más de 100.000 personas están intentando dejarlo en grupos de apoyo en Facebook y muchos otros sitios web. Es una catástrofe médica. Ni qué decir tiene que esta experiencia ha acabado con mi confianza en los doctores, y especialmente en los psiquiatras. Parece que, en lugar de reconocer lo perjudicial que esta medicación puede llegar a ser, prefieren culpar al paciente de todos los problemas que ocasiona.

Scott. A los 21 años le recetaron antidepresivos tras una reacción adversa al ecstasy

– No quiero tomar esta medicación de por vida, pero lo prefiero a los graves síntomas que tenía.

Intenté dejar la medicación cuando me quedé embarazada de mi segundo hijo. Un médico me aconsejó que redujese la toma de 150 mg a 100 mg durante un mes o seis semanas, después a 50 mg, y después que la dejase del todo. Lo pasé muy mal con ataques de pánico y pérdida de motivación. La medicación me ayudó enormemente cuando me encontraba muy agitada y ansiosa. Pero, pasados siete años, sigo tomándola. Cada vez que he intentado reducir la dosis he tenido problemas. Ahora llevo seis meses con una dosis menor. No quiero tomarla de por vida, pero lo prefiero a los graves síntomas que tenía.

Maddy, de Canberra. Le prescribieron antidepresivos para su ansiedad postparto

– El dinero, al igual ganar la lotería, habría sido mi medicamento, ya que mi problema era la pobreza.

En mi opinión, los tratamientos médicos no tienen sentido en la mayoría de los casos. El dinero, al igual ganar la lotería, habría sido mi medicamento, ya que mi problema era la pobreza. La subida del alquiler, los propietarios y agentes inmobiliarios, ellos son quienes provocaron el 95 % de mi ansiedad. Los subsidios por desempleo no facilitan la vida, solo la existencia, interpretada por el personal médico como depresión.

Anónimo

– Me quedé bastante descolocada con mi médico, quien no sugirió en absoluto reducir el medicamento de manera gradual.

A los 21 años quise dejar de tomar la medicación debido a un cansancio y aletargamiento excesivos. Mi médico de cabecera me dijo que tendría abstinencia durante tres a cinco días, y que una vez que la medicación hubiese salido de mi sistema volvería a encontrarme bien.

Tuve unos ataques de pánico enormes, vomitaba, rompía a llorar, estuve de mal humor durante un mes y medio, antes de volver a tomar los antidepresivos. Los retomé con la idea de dejarlos, pero a un ritmo mucho más lento.

Creo que, con 18 años, lo que se debería haber hecho era mandarme a psicoterapia antes de recurrir a la medicación. Las listas de espera para que te viese un psicoterapeuta eran tan largas en aquel momento que se me dio la medicación con el fin de que “saliese del paso” previamente a iniciar terapia, pero lo que pasó es que pasé a depender enteramente de ella.

Phoebe, de Melbourne. A los 18 le recetaron antidepresivos para la ansiedad y depresión

– Simplemente no me gustaba la persona en la que me había convertido. Sentía como si me hubiese acostado y me hubiese despertado 15 años más tarde… Me empastillaron hasta que me convertí en un zombi.

Hacía tiempo que se me estaba yendo la pelota a raíz de mi divorcio y consiguiente distanciamiento de mi hija. Sentía que había caído en un agujero. Decidí dejar de tomar la medicación porque había perdido todo contacto conmigo mismo. Estaba engordando (llegué a pesar más de 100 kg) y no me gustaba la persona en la que me había convertido.

Nadie me indicó cómo debía dejar la medicación, y yo tampoco pregunté. No fue nada agradable, pero gracias a que investigué un poco al respecto sabía lo que podía esperar. Cuando me paro a pensarlo, creo que debería haber sido UN tratamiento, no EL tratamiento. Había una excesiva dependencia hacia los medicamentos. Al final de cuentas, debería haber sido una línea de actuación temporal… hasta que estuviese lo suficientemente estable como para atender otras cuestiones (de mi vida).

En lugar de esto, me empastillaron hasta que me convertí en un zombi. El psiquiatra solo veía la parte química de las cosas; el consejero [de salud mental] solo veía la parte cognitiva. Debería haber existido un término medio entre los dos.

Lo que hizo fue enseñarme que existía una alternativa a la depresión. Aunque tampoco me gustaba lo que me estaban haciendo los antidepresivos, me di cuenta de que, si venía experimentando dos formas de vivir, podría existir una tercera forma, y mejor, de vivir mi vida, que se encontraba en algún punto entre las dos primeras.

David, de Sydney. Con receta a los 25

– Durante dos meses, sentía como si mi cabeza estuviese metida en un microondas. Cada vez que movía los ojos sentía descargas cerebrales y una sensación que atravesaba mi cabeza y me hacía sentir mareado.

En torno a febrero de 2023 decidí deja la medicación porque me di cuenta de que me había vuelto apático hacia la vida en general. Era raro. Durante dos meses, sentía como si mi cabeza estuviese metida en un microondas. Cada vez que movía los ojos sentía descargas cerebrales y una sensación que atravesaba mi cabeza y me hacía sentir mareado.

Tengo que decir que, a pesar de la extraña sensación física, en cierta forma fue bastante positivo. Me sentía casi que más tonto, lo que, en mi caso, hacía que fuese menos torpe a nivel social. Era como si se hubiese electrocutado la parte acomplejada de mi cerebro para que se sometiese. Por supuesto, no duró mucho, y una vez que la medicación había realmente desaparecido de mi sistema mi programación cerebral volvió a ser más o menos normal.

La medicación me ayudó durante una época difícil, y no es que me arrepienta de haberla tomado. Para mí, el problema es que varios médicos me han dicho que los antidepresivos son una opción temporal, pero nunca parece que quieran que la dejes. Puedes pedir cita con tu médico de cabecera y que te renueven la prescripción para otros seis meses sin prácticamente cruzar palabra, o sin que se hable de planes a largo plazo.

Ryan, de Melbourne. Con 22 años le recetaron antidepresivos para la ansiedad y depresión

– Pasé por una etapa de euforia maníaca, empecé a asumir más riesgos y perdí más peso del que había ganado con los antidepresivos, todo ello en un breve periodo de tiempo.

En total, tomé antidepresivos menos de un año. Los efectos secundarios que sufrí superaban con creces cualquier beneficio que pudiese experimentar. Cuando los dejé pasé por una etapa de euforia maníaca, empecé a asumir más riesgos y perdí más peso del que había ganado con los antidepresivos, todo ello en un breve periodo de tiempo. Dejar la medicación fue a fin de cuentas un gran alivio, pero ahora puedo echar la vista atrás y darme cuenta de que en esa época era tremendamente vulnerable y el sistema de salud no me proporcionó suficiente apoyo.

Ahora sé que los antidepresivos que me prescribieron no eran los adecuados para mí. Desde entonces, he dejado de ver a mi doctor de facturación directa [grosso modo, asistencia sanitaria pública en Australia], porque creo que no supo reconocer los signos de que esa medicación no era la mejor para mí. Si volviese a estar en la misma situación, quiero pensar que el doctor me recetaría otra cosa, o que me informaría sobre todos los efectos adversos, y que me tomaría en serio cuando le describiese lo que ahora sé que son experiencias inaceptables para una persona medicada.

En términos generales, me siento indignada por todo lo sucedido, porque ha supuesto un gran precio (mental, físico y económico) para mi salud, con el que sigo lidiando aún a día de hoy. Nunca cambiará mi parecer sobre lo vital que resulta recibir tratamiento médico para los problemas de salud mental, pero los antidepresivos no pueden ser la solución rápida.

Emily, de Sydney. Con receta a los 23

– Sale más a cuenta seguir tomándolos que pagar por otro tipo de asistencia a manos de profesionales sanitarios complementarios, que sale de tu bolsillo.

Las tres primeras semanas después de dejar, por fin, la medicación, fueron horribles: descargas eléctricas, tinnitus cerebral, cambios de humor bestiales, desesperación, ira, ideas suicidas, temor a haber hecho algo errado, o pensar en volver a tomarla para poner fin a los síntomas.

En ese momento era el mejor tratamiento, pero nunca se presta un apoyo integral. Tienes que ir en busca de psicólogos y sortear una auténtica carrera de obstáculos creados por el sistema. Sale más a cuenta seguir tomándolos que pagar por otro tipo de asistencia a manos de profesionales sanitarios complementarios, que sale de tu bolsillo.

Gracchus, de Melbourne. A los veintipico le recetaron medicación para depresión, ansiedad, y controlar su ira

– Empecé a sentir ansiedad y depresión como nunca antes. Actualmente estoy postrada en la cama con pensamientos intrusivos, una extrema ansiedad, problemas gastrointestinales, insomnio, agotamiento. He perdido 21 kg… Soy una sombra de lo que era.

Quería dejarlos, porque estaba emocionalmente bloqueada y no podía llorar. Quería vivir la vida plenamente. Seguía tomándolos únicamente porque había intentado dejarlos en numerosas ocasiones, y me resultaba imposible.

Muchos médicos de asistencia primaria te dicen que partas las pastillas por la mitad, y luego que te las tomes cada dos días, lo que es extremadamente perjudicial. Esto es lo que me aconsejaron durante mis tantos intentos de dejarlo.

Empecé a sentir ansiedad y depresión como nunca antes. Actualmente estoy postrada en la cama con pensamientos intrusivos, una extrema ansiedad, problemas gastrointestinales, insomnio, agotamiento. He perdido 21 kg… Soy una sombra de lo que era. Deberían haberme ofrecido asesoramiento y apoyo. Mi médico me debería haber hablado del proceso de desmedicalización, me debería haber dicho que podría perder años de mi vida por culpa de este dolor y este sufrimiento. Tengo miedo y quiero recuperar mi vida.

Primera receta a los 28 por ataques de pánico. Por depresión postparto a los 29

– La peor semana de mi vida, hasta ahora.

Me sentía deprimido y tenía pensamientos intrusivos, en parte por el dolor y por verme limitado al realizar ejercicio a raíz de una lesión, y en parte debido al estrés de tener que planear una boda (la primera vez que me recetaron antidepresivos). Ocho años después, ya tenía dos hijos y ambos dormían toda la noche del tirón. Mi nivel de estrés era bajo. Me habían diagnosticado con TDAH y quería saber si ese era el origen de mi depresión. ¿Podría la medicación para el TDAH hacer que la medicación para la depresión ya no fuese necesaria?

¡La primera semana fue probablemente la peor semana de mi vida, hasta el momento! Tenía un humor de perros, descargas cerebrales y mareos constantes, cero motivación o energía, y además insomnio. A esto siguieron síntomas raros como sofocones y un sinfín de úlceras muy dolorosas en la lengua (¡¿en serio?!)

No cabe duda de que la medicación me ayudó donde la psicoterapia había fallado. Creo que me ayudó a superar los primeros años de paternidad, y también me hizo mejor padre. ¿Compensa esto el dolor que sigue tras dejar la medicación? Actualmente diría que sí. Hace unos meses, en plena abstinencia, puede que no lo tuviese tan claro.

Sam, de Sydney. Primera receta a los 30

– Es como si te acabases de despertar, o como si hubieras tenido un microsueño, y es una experiencia impactante y desconcertante.

La primera vez que me recetaron medicación para la depresión tenía 21 años. Al final resultó ser TDAH, oculto tras los síntomas de la depresión.

Después del nacimiento de primera hija quería estar presente en su vida, en lugar de estar abstraída y en piloto automático. Consulté la idea de dejar la medicación con el doctor que me la había prescrito, y fue de gran apoyo. Pero dejarla en sí fue absolutamente horrible.

Lo he visto definido como “chispazos cerebrales”, y esa descripción es totalmente acertada. Es como si te acabases de despertar, o como si hubieras tenido un microsueño, y es una experiencia impactante y desconcertante. Puede ocurrir mientras estás sentada, realizando cualquier actividad normal o, en el peor de los casos, cuando estás conduciendo. No se lo desearía a nadie. Es sumamente debilitante ver que estás perdiendo momentos de tu vida, y no tener constancia alguna de lo que ha pasado antes.

Con receta de antidepresivos a los 21

– Dejar la medicación ha sido una experiencia muy turbia. Me habría encantado que me ofrecieran una evaluación mucho más completa, acceso a terapia cognitivo-conductual, quizás algo para la ansiedad, antes de recetarme antidepresivos, a las bravas.

Me da la sensación que me prescribieron esta medicación a los 25 porque, o bien el médico acababa de enterarse de su existencia y estaba favoreciendo los intereses farmacéuticos, o bien simplemente ni se molestó en entender mis síntomas. Estos eran muy parecidos a los vistos en mujeres con TDAH, unidos a una creciente ansiedad, momentos de llanto y la sensación de que mi cerebro se había quedado sin frenos. Ni siquiera se me ofreció tratamiento básico.

Me ha ocasionado muchísimos problemas, entre ellos: ganar peso, tener que evitar el quedarme embarazada, descargas cerebrales cuando me olvidaba de tomar la medicación a mi hora, o aumento de la presión arterial. Tiene que crearse un enfoque integral para el diagnóstico, y darse como facilidades de acceso. Normalmente solo acudo a mi médico cuando la ansiedad me pone las cosas feas, y la espera para que te deriven a un psicólogo o un psiquiatra (especialidades ambas que escasean en Camberra) es interminable.

Persona en el Territorio de la Capital Australiana, con receta a los 25

– Odio no tener control sobre cómo funciona mi cerebro cuando tomo estas pastillas, pero ahora depende plenamente de ese funcionamiento.

Me di cuenta de que no quería seguir tomando antidepresivos una vez que tuve a raya mi depresión, y cuando me enteré de algunos de los efectos secundarios. Después de 10 años tomándolos, un día me desperté y pensé: ¿por qué sigo con ellos?

Mi doctor me indicó que al dejar la medicación pasaría por momentos difíciles, y así ha sido. Me recomendó que me desenganchase reduciendo lentamente la dosis y que esperase hasta estar estabilizando antes de volver a bajarla.

Ha sido muy duro, y también aterrador. Odio no tener control sobre cómo funciona mi cerebro cuando tomo estas pastillas, pero ahora depende plenamente de ese funcionamiento. De forma que tengo que darle a mi cerebro el tiempo suficiente para que vuelva a aprender a administrar la serotonina. Ha sido una racha dura. He tenido algunas recaídas. Me he confundido al partir las pastillas en dos y me he tomado la dosis equivocada, lo que me ha dejado hecha polvo.

Ojalá nunca hubiese empezado a tomarlas. Lo que necesitaba era psicoterapia y ejercicio físico. No seguí ninguna de estas vías cuando tomaba medicación porque ya había puesto solución a mis problemas. La medicación no me ha enseñado cómo sobrellevar las cosas, y me ha privado de la capacidad de sentir la vida.

Elizabeth, de Ardeer. A los 24 le recetaron medicación contra la depresión

– El ambiente era espeso, me dolía cada pelo de la cabeza, parecía que cada mechón hubiese sido colocado con la ayuda de una aguja (por poco no me afeité la cabeza). No podía sentir partes de mi cuerpo, sentía como si mis pies nunca estuvieran en el suelo, lo que resultaba aterrador.

Las dos primeras veces intenté dejar los antidepresivos en cuestión de días, y tenía constantemente pensamientos intrusivos violentos y suicidas. El médico dijo que era porque la ansiedad iba a volver, pero no le creí, porque nunca antes había tenido este tipo de pensamientos. Tuve un montón de alteraciones sensoriales: el ambiente era espeso, me dolía cada pelo de la cabeza, parecía que cada mechón hubiese sido colocado con la ayuda de una aguja (por poco no me afeité la cabeza). No podía sentir partes de mi cuerpo, sentía como si mis pies nunca estuvieran en el suelo, lo que resultaba aterrador. Todo el rato sentía que algo me perseguía.

Los ataques de pánico eran algo instantáneo, constante e insoportable. La luz me provocaba dolor, la lluvia me hacía daño a la piel, y llegaba a perder el conocimiento. Tenía una percepción visual distorsionada. No podía controlar mi temperatura corporal. Me volví sensible a muchos alimentos, tenía diarrea, dolores estomacales y sentía dolor por todo el cuerpo, todo el tiempo. Tenía dolores en la cabeza. Estaba tan perdida y desesperada por obtener respuestas que me ponía a buscar cosas raras en Google como: ¿estoy sufriendo daño cerebral? o ¿se puede una hacer esquizofrénica?

Jessica, de Nueva Gales del Sur. A los 19 le recetaron medicación para sus ataques de pánico


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