Confido, de Kurt Vonnegut

Extraído del adelanto de Mire al pajarito, facilitado por la editorial Sexto Piso.

El verano había muerto pacíficamente en su sueño, y el otoño, como albacea de voz suave, guardaba la vida a buen recaudo hasta que la primavera volviera a reclamarla. Al unísono de esa triste y dulce alegoría, exterior a la ventana de la cocina de su casita, se encontraba Ellen Bowers, quien a primera hora de la mañana preparaba el desayuno del martes a su marido, Henry. Henry estaba bailando, dándose palmadas y soltando gritos ahogados bajo una ducha fría, al otro lado de una pared magra.

Ellen era una mujer rubia y pequeña, de treinta y pocos años, claramente temperamental y brillante, aunque vestida con una bata sin gracia. Habría amado la vida en casi cualquier circunstancia, pero ahora la amaba con una emoción abrumadora que era como el amén vibrante del órgano de una iglesia, porque aquella mañana se podía decir a sí misma que su marido, además de ser bueno, sería pronto rico y famoso.

No lo esperaba, pocas veces había soñado con ello; se había contentado con las posesiones baratas y las aventurillas del espíritu, como pensar en el otoño, que no costaban nada. Henry no tendría éxito con el dinero. Eso era lo convenido.

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