Carta a una amiga (V.)

En esta ocasión os presentamos uno de los materiales más singulares que hemos publicado en la web durante todos sus años de existencia. Se trata de una carta que mandó una persona a una amiga cuando esta atravesaba un muy mal momento en términos de sufrimiento psíquico. De alguna manera es la cara B de lo que solemos publicar sobre salud mental. No se trata de un material crítico con la psiquiatría, ni de una vindicación de los de derechos humanos de las personas diagnosticadas, tampoco es un estudio que avisa de la injerencia de las farmacéuticas en la salud pública o una denuncia del uso abusivo que se hace de los psicofármacos. Es solo un breve correo electrónico lleno de afecto que fue escrito hace muchos años y que trata sobre la comunicación. O mejor dicho, sobre su deterioro y ausencia.

Con frecuencia dejamos de lado los otros efectos de nuestro dolor, no los exploramos como merecen… en parte por incapacidad propia y en parte por el tabú que sigue permeando todo lo que tiene que ver con la locura. Creemos que es necesario plantearse qué cosas pueden ser cambiadas para que todo vaya mejor. Para acotar el sufrimiento (el propio, pero también el ajeno) y desplegar redes que puedan atenuarlo y plantear respuestas a determinadas situación de desbordamiento. Reconocer al otro desde un primer momento es la mejor manera de no romperse del todo. De mantener cierta lógica del cuidado en mitad de la tormenta.

Es evidente que el documento que reproducimos se ofrece sin contexto, y que es estúpido realizar conjeturas sobre la relación que se plantea entre amigas. Animamos a todos los lectores a matar al tertuliano que todas llevamos dentro y centrarnos en la pista esencial que plantean estos párrafos: lo importante es que la gente sufre, y en mitad de nuestra locura tendemos a olvidarnos de ello.

Te escribo esta carta desde el amor y el cariño que te profeso. Con todo y con eso habrá cosas que quizá te sepan amargas…

Te acuerdas cuando te dio una de las primeras crisis cuando aún vivías en XXXX? Recuerdo que te dije, sinceramente y asumiendo la responsabilidad que conllevaba, que te vinieras a XXXX conmigo, que yo te cuidaría día y noche, que te podía ayudar, que sería tu bastón para lo que necesitaras… No sé si fue una osadía por mi parte y quizá no te hubiese ayudado a curarte tanto como yo pretendía, eso ya no lo sabremos; pero, repito, mi decisión era clara, firme y llena de amor.

Después de esa crisis vinieron otras…Y buenos tiempos también, como cuando nos vinimos a vivir juntas a XXXX… Y luego algunas crisis más. Imagino que para ti son un infierno, para los demás es duro y difícil. Te recuerdo la propuesta esa que te hice cuando vivías en XXXX porque en ese momento V. seguía con un hilillo que, aunque fino y frágil, te ataba a la realidad; a esa realidad que, nos guste más o menos a veces, es la única que hay y es en la que podemos tener amigos, amantes, conciertos, comidas ricas, paseos tranquilos, trabajo, ideas, impulsos… y todo lo que es la vida.

Pero desde esta última crisis que has tenido y que comenzó en verano, he visto un cambio sustancial y preocupante: pues he ido viendo cómo poco a poco has ido cerrando puertas de comunicación; y has ido sustituyendo esa comunicación por una cantinela de: «que estoy bien», «que no os preocupéis», que yo, sinceramente, no puedo creerme. Y ojalá fuera verdad. Pero tendría que estar loca para creer que estás bien si un día dices que sientes que te observan y al día siguiente «que estoy bien, ¡no te preocupes!»; un día dices que sientes que te controlan y al día siguiente «que estoy bien, sólo es que tengo imaginación de más». Tengo que estar loca para asumir sin dolor que vas y vienes a XXXX o XXXX, que te lo pasas bien… y llegas a XXXX y tienes insomnio y un gesto en la cara que da miedo (no el miedo de las putas películas de miedo; sino el miedo de ver a alguien metido en su propia espiral y cortando las comunicaciones con el exterior). Tengo que estar loca para tratarte como si no pasara nada, y quedar contigo para ir al XXXX a descojonarnos… Quizá tu empeño por aparentar que estás bien sea síntoma de que no sabes cómo hacerlo para solucionarlo; pero yo no puedo entrar a jugar  ese juego; es como si tengo un amigo asmático empeñado en decir que está bien… tampoco se me ocurriría llevarlo a un bar lleno de humo, pues por mucho que él dijera que está bien, la tos sigue existiendo. Creo que tu actitud es como la de los niños que creen que por taparse los ojos ha desaparecido aquello que les da miedo. V., por mucho que digamos que una cosa no existe no conseguimos que deje de existir; es decir, no por repetirte a ti y a los demás que estás bien, estás bien.

Y recurro al mail porque ya no puedo sacarte más información a cucharadas, porque percibo que te molesta, no porque seas mala persona, todo lo contrario, probablemente haya buena intención en tu estrategia; pero es agotadora para los que te queremos. Desde que empezó esta última crisis, no sé si consciente o inconscientemente, te has empeñado en no contar nada, sólo darnos migajas sobre ti…

Si no me pusiera en tu pellejo, por mucho esfuerzo que me cueste imaginar lo que tiene que ser tener brotes psicóticos, no te estaría escribiendo esta carta y no llevaría meses soñando contigo unas veces loca dando gritos y dándote ostias contra la pared y otras recuperada, fuerte y renacida; si no me pusiera en tu pellejo me habría tomado a mal tanto secretismo con tu enfermedad y las visitas al médico y lo que te van diciendo; si no me pusiera en tu pellejo no me agradaría mucho tener una amiga que pasa de mí y sólo me cuenta lo que va con el papel de «estoy bien»……………….. Ahora intenta ponerte tú en el mío. ¿Crees que puedo invitarte tranquilamente a salir de bares, con sus ruidos, sus luces y sus ambientes paranoicos de por sí para incluso una mente sana? ¿Crees que me gusta el papel que parece que nos otorgas a los demás de «entretenedores»? ¿Crees que no sufro de ver cómo no coges las riendas de tu vida y de tu enfermedad? ¿Crees que me quedo impasible cuando días como el último que estuviste en la casa con la XXXX tienes un rostro mezcla de cabreo y tristeza, que ya no hay manera humana de adivinar por qué será? ¿Crees que pasamos de ti porque no queremos seguirte el juego sino que queremos verte renacer y volar? ¿Crees que me gusta que no me propongas nunca nada, llámese dar un paseo o tomar un té o lo que sea, y ver cómo pasivamente esperas a que seamos los demás los que tiremos de ti? ¿Crees que me resulta fácil decirte todo esto? La respuesta a estas preguntas es: sufro. No me quedo impasible. No pasamos de ti. No me gusta que no propongas nada. No me resulta fácil decirte todo esto.

Y siento que V. se está yendo… no sé adónde… pero lleva meses yéndose… Y me duele y me rompe el corazón. Y no te lo digo para darte pena sino para que no confundas todo esto que te he contado con que «en la casa pasamos de ti porque tenemos nuestras vidas».

Espero que sirva de algo esta carta.

Un abrazo, de esos que llevamos meses sin darnos.


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