Carta a l@s futur@s trabajadores/as del Sistema de Salud Mental

Hace unos 16 años repartíamos esta octavilla en las puertas de las facultades de psicología madrileñas.
Y más allá de su valor arqueológico u emotivo, creemos que está bien echarle un vistazo.

Antes de nada, hay que indicar que esta carta quiere tener como destinatari@s a todas aquellas personas que actualmente se encuentran en periodos de formación que supuestamente desembocarán en un ejercicio profesional enmarcado en el área de la salud mental (psicólog@s, psiquiatras, trabajadores-as y educadores-as sociales, etc.); respecto de aquellas personas que se encuentran estudiando estos temas con un interés meramente económico, morboso, o que buscan algún tipo de reconocimiento social, tan sólo diremos que l@s declaramos nuestr@s enemig@s de antemano. A quien realmente queremos dirigirnos es a tod@s aquell@s que dicen querer dedicarse a estas cuestiones con la intención de ayudar a otras personas cuyos desequilibrios o patologías (o lo que sea) les han conducido a una situación de sufrimiento.

La intención de este texto es la de tratar de provocar una reflexión que creemos indispensable en todas aquellas personas que vayan a formar parte de las instituciones que configuran el entramado del Sistema de Salud Mental (SSM). Reflexión esta, que creemos que casi nunca se llega a dar, gracias entre otras razones a la complicidad de las autoridades académicas. La cuestión que planteamos, es que a l@s estudiantes de estos campos les falta un punto de vista fundamental a la hora de querer afrontar la problemática de la enfermedad mental, a saber: el del propio enfermo o enajenado. Realmente, este es presentado a l@s alumn@s como un sujeto escindido cuyas consideraciones, palabras o sentimientos carecen de valor, excepto el que puedan tener para elaborar un diagnóstico de esos a los que la mayoría de psicólog@s y de psiquiatras son tan aficionad@s. Pues bien, aquí estamos para tratar de enseñaros, desde la condición de enajenad@s con la que algún simpático profesional nos etiquetó en su día, algunas cositas que jamás os dirán en vuestras aulas.

Para poder ser capaz de ejercer una actividad realmente terapéutica, hay que abandonar todo tipo de posicionamiento que implique superioridad; se debe destruir el rol existente según el cual el terapeuta es un individuo lúcido y «entero» frente al pobre, descarriado y equivocado enfermo. Esa ayuda que pretendéis prestar (y que de todo corazón esperamos que lleguéis a prestar) supone una relación de confianza que obviamente no puede ser impositiva ni jerárquica. Esta relación de confianza es precisamente todo lo contrario a lo que se está practicando en las instituciones vigentes, esta es una de las deficiencias que nos sirven como base para criticar dichas instituciones, y de paso hacer lo suyo también con los poderes académicos que prefiguran los valores que más tarde serán vigentes en los despachos, consultas y hospitales. Por tanto, lo que en primer lugar queremos pediros es que comencéis por no asumir lo que sale de boca de expert@s, catedrátic@s y profesores-as como algo incuestionable y correcto; si así fuera, las patologías irían remitiendo progresivamente, en vez de desarrollarse de manera espectacular a la par de sus supuestos progresos científicos (tanto en el campo teórico como en el práctico).

Si vosotr@s que sois l@s terapeutas del futuro no afrontáis con algo de capacidad crítica los conocimientos que se os presentan en vuestras facultades, ni os preocupáis por ahondar en las contradicciones sociales, en buscar en nuestra cotidianidad los orígenes de la enfermedad (en las formas de producción, en la configuración del trabajo, en el estado de las relaciones sociales, en las actuación de las diferentes instituciones que rigen nuestras vidas —desde la familia, al SSM o el sistema legal—, etc.) entonces por un lado nosotr@s lo tendremos igual de jodido que ahora, y por otro vosotr@s estaréis lejos de aportar esa ayuda que pretendisteis. En todo caso dispondréis de una serie de conocimientos y capacidades que servirán para mejorar alguna de las situaciones en las que podemos encontrarnos, pero jamás constituirán una herramienta eficaz con la que hacer frente a la enfermedad en cuanto tal, pues mientras que no se ataque a la situación que desencadena los síntomas, los terapeutas tendrán como principal función la de poner «parches» y poco más.

Posiblemente ya estéis adivinando a dónde queremos llegar. Creemos que cuando una persona toma la decisión de estudiar unas materias concretas con la finalidad de ejercer en el ámbito de la salud mental, debe plantearlo teniendo en cuenta un conjunto de factores que a menudo (desgraciadamente) son tomados a la ligera, parece ser que con las «ganas de ayudar» es suficiente… ejercer como terapeuta es una decisión política, supone intervenir de forma directa en la realidad en la que se vive, supone en definitiva un riesgo que nos tememos no todo el mundo está dispuesto a aceptar. De otra manera seréis lindos surtidores de medicamentos o aplicaréis perfectamente las terapias estipuladas en vuestros manuales, os convertiréis en un engranaje más de la absurda máquina que nos discrimina, nos encierra, nos droga… contribuiréis más a la perpetuación de la enfermedad que a su erradicación. No necesitamos que nadie nos juzgue, que nadie nos eduque, ni mida nuestras inadaptaciones basándose en los parámetros que su maravilloso mundo «normal» le ha proporcionado.Necesitamos vuestra fascinación por las cabecitas humanas, vuestro saber… necesitamos que nos enseñéis a ver lo que no podemos, a hacer frente a nuestras dolencias.

Hace falta gente en el sistema de salud mental público que no nos llene la boca de pastillas nada más aparecemos por la puerta, nos gustaría poder solicitar ayuda libremente sin el miedo a ser despreciad@, o encerrad@, o a ser drogad@ sin más. Sabemos que algunas terapias pueden ayudar en casos concretos, sin embargo nos están negadas ya que lo más normal es que sólo se pueda acceder a ellas por medio de terapeutas privados… y ya se sabe, su saber tiene un precio que sólo un@s poc@s pueden pagar (como anécdota sin importancia podemos comentar que un apreciado catedrático de la Complutense aplica terapias cognitivas-conductuales al módico precio de cincuenta mil pesetillas la hora; seguro que el muy cabroncete está orgulloso de la ayuda que ofrece).

Si queréis ayudarnos venid con nosotr@s, luchad de nuestra mano, rechazad el mandato social de domesticación que habéis recibido, combatid junto a nosotr@s la violencia segregada por este «mundo normal», actuad como agentes de transformación que desenmascaren la represión que nos hunde en la mierda, asumid el riesgo.

Si no queréis complicaciones siempre podréis seguir yendo a la facultad, copiar apuntes, preparar exámenes y pensar en la fiesta del fin de semana… EI problema es que vuestra decisión tiene consecuencias reales muy dolorosas, y si seguís en el redil, algún día tendréis que responder a un millón de porqués y contestar que sois un@s mandad@s, que sólo cumplís con vuestro trabajo no eliminará vuestras responsabilidades. Decidid qué es lo que en verdad os importa, cuales son vuestras aspiraciones, elegir el bando en el que queréis estar… con l@s enferm@s o con l@s dominador@s, perpetuando las condiciones existentes o destruyéndolas e inventando unas que no ahoguen nuestra existencia.

A día de hoy ya hay una cuestión que es fundamental para el futuro de l@s estudiantes de psicología y de psiquiatría principalmente. Dentro de muy poquito se pondrán en marcha reformas universitarias que afectarán de lleno a los estudios que hasta ahora se han venido cursando. Estas reformas giran en torno al controvertido Informe Bricall; en esencia se potenciará la participación de capital privado en las facultades y los planes de estudios de las mismas vendrán determinados por «las exigencias del mercado». Esta mercantilización de la universidad pública tiene unas consecuencias especialmente peligrosas en los ámbitos de la salud mental que no son demasiado difíciles de entrever: se fomentará la medicación salvaje (más si cabe de lo que ya se practica…), que es realmente la gallina de los huevos de oro, la industria farmacológica introducirá aún más sus tentáculos en las facultades, afectando a los programas de estudios y ofreciendo becas de investigación con la finalidad de generar más dividendos y nuevos adict@s. Como podréis adivinar, al mercado poco le importan las terapias que no generen dinero, es decir aquellas que no contengan una medicación por la que haya que pagar, el estudio e investigación de las mismas podría en un futuro inmediato verse seriamente afectado; poniéndonos en el peor de los casos, parece ser que todo apunta a que el lnsalud seguirá una política de medicación masiva (lo cual se traduce en menos profesionales en el campo de la salud mental, puesto que es más barato medicar en serie que tener especialistas y tratar a l@s afectad@s de una manera continuada y seria) y el resto de alternativas quedarán cada vez más en manos privadas. Quién haya tenido alguna experiencia con el SSM sabrá que estamos lejos de estar tan sólo imaginándonos supuestos, lo que amenaza tan solamente es una radicalización de lo que ya está ahí: diagnóstico y medicación en treinta minutos, tres semanas para obtener una cita en un centro de salud mental, sesiones de quince-veinte minutos una vez a la semana (en el mejor de los casos), etc. La única manera de alterar el futuro es cambiando el presente, y eso nadie lo va a hacer por nosotr@s. Tenedlo en cuenta en la próxima huelga, en la próxima manifestación, cuando penséis que realmente esa historia no tiene que ver con vosotr@s.

Desde luego que en los tiempos de apatía que corren tenemos todas las de perder y todo lo comentado anteriormente parece destinado a caer en saco roto.  Pedir a la gente que se haga este tipo de reflexiones puede parecer desperdiciar el tiempo. La rebelión no está de moda, eso ya lo sabemos, pero entended que a nosotr@s nos va la vida en ello.

Fdo.: Un@s supervivientes del SSM


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