(La ilustración es de la dibujante italiana Faida Acquifera)
Los sistemas de clasificación diagnóstica en salud mental, como el DSM 5 o la CIE, plantean una serie de problemas (falta de validez, fiabilidad y poder predictivo), que afectan negativamente a la atención que se presta a los usuarios de los servicios de salud mental, por lo que no deben ser utilizados para articular el plan de intervención. Así lo establece un informe elaborado por el Consejo Superior de Salud de Bélgica (SHC), un consejo asesor del gobierno de Bélgica formado por expertos de diferentes disciplinas, en el que aconseja al gobierno de este país que se abandone este tipo de procedimientos de diagnóstico en salud mental.
Los motivos que han llevado al Consejo Superior de Bélgica a establecer esta recomendación son los siguientes:
– El DSM y el CIE parten de la premisa de que los trastornos mentales son categóricamente diferentes del funcionamiento «normal», lo que los convierte en «enfermedades». Sin embargo, la abundante investigación en el campo de la salud mental ha puesto de manifiesto que existe una superposición significativa entre los diagnósticos, es decir, que los límites entre los diferentes trastornos no están claros (muchos de ellos comparten los mismos criterios) ni tampoco entre lo que es normal y patológico.
– Según se explica en el texto, la diferencia entre una persona con trastorno mental y una persona saludable es una cuestión de grado: los pensamientos y comportamientos denominados como síntomas son comunes y normales a todas las personas, estableciéndose la diferencia entre lo normal y patológico en función del impacto que estos pensamientos y conductas tienen en la vida diaria de la persona. En otras palabras, se trata de una cuestión dimensional más que categorial.
– El DSM y el CIE refuerzan la idea de que los problemas de salud mental son trastornos biomédicos, a pesar de no existe evidencia científica acerca del origen neurobiológico de ningún trastorno mental. Asimismo, la idea de que existen causas biológicas supone una visión extremadamente reduccionista que hace que las personas consideren las intervenciones psicológicas y centradas en el contexto como menos relevantes para su recuperación.
– Si bien estas clasificaciones parten de la premisa de que el modelo biomédico es preferible en la comprensión de los trastornos mentales debido a su supuesta reducción del estigma hacia las personas con salud mental, la realidad es que las investigaciones han demostrado repetidamente que las explicaciones biomédicas de los problemas de salud mental aumentan la estigmatización de los pacientes, tanto por parte del público en general, como de los propios profesionales sanitarios.
– Las categorías diagnósticas no tienen ninguna utilidad para las personas porque no proporcionan una imagen de los síntomas, las necesidades de atención y el pronóstico al carecer de validez, fiabilidad y poder predictivo. Así, puede darse una enorme variabilidad en la sintomatología de dos personas etiquetadas con el mismo diagnóstico. Por ejemplo, tal y como se explica en el informe, una persona con un diagnóstico de depresión puede presentar cansancio, falta de apetito y pensamientos de suicidio, pero a su vez puede experimentar actividades placenteras, mientras que otra persona puede tener problemas de insomnio, comer en exceso, no tener pensamientos de suicidio y presentar dificultades para disfrutar con las actividades que antes solían gratificarle.
– Debido a estas preocupaciones, el Consejo Superior de Bélgica subraya que «es más útil comprender la combinación de factores que causan y mantienen los síntomas que identificar una categoría». Asimismo, el informe advierte que los defectos estructurales de las categorías diagnósticas son tan serios que no se pueden solucionar con una reconfiguración de los trastornos mentales, sino que se requiere un cambio completo de paradigma en salud mental y del modo de abordaje de los problemas de salud mental. El DSM presenta una serie de problemas fundamentales en términos de epistemología, validez y fiabilidad. Estimamos que la calidad del instrumento, en su configuración y forma actual, no puede mejorarse sustancialmente.
El Consejo Superior de Salud aclara que esta postura no debe interpretarse como una negación del sufrimiento de las personas, sino todo lo contrario. En su informe, el Consejo insta al gobierno a que abogue por un cambio completo en la forma de proceder habitual en salud mental, no requiriéndose el diagnóstico en salud mental para recibir atención sanitaria y atendiendo estos problemas desde una perspectiva no médica.
Específicamente, el Consejo Superior de Salud propone que el paradigma de la recuperación se establezca definitivamente en el campo de la salud mental y se erradique de una vez el modelo biomédico de enfermedad imperante en nuestros días. Este marco de trabajo basado en la recuperación pone el acento en la contextualización de los síntomas que presenta la persona, en la búsqueda de un nuevo significado, identidad y conexión con los demás y en la recuperación social de los individuos. Desde esta perspectiva, señalan los autores del texto, los enfoques de tratamiento tradicionales y los protocolos basados en la evidencia constituyen sólo una de las estrategias de intervención dentro de un proceso relacional más amplio, donde la relación terapéutica juega un papel esencial.
Informe completo (si alguien se anima a traducir más partes, estamos encantadxs):
Superior Health Council. DSM (5): The use and status of diagnosis and classification of mental health problems. Brussels: SHC; 2019. Report 9360