Desde Primera Vocal nunca hemos publicado textos que apunten a la relación entre el juego y el sufrimiento psíquico. Se trata de una cuestión de triste actualidad a la que queremos ir dando cabida con artículos y reflexiones que nos ayuden a pensar el tema con cierta profundidad. Esperamos revertir este vacío en nuestro archivo de materiales y comenzamos con un breve y contundente artículo de opinión.
En cada cita con las urnas se difunde sin descanso el mensaje liberal contra los impuestos, un mensaje infantiloide que transmite la idea de un estado confiscador, que quita sin dar a cambio una justa contraprestación.
Curiosamente nada se dice de los impuestos encubiertos que impone el sector empresarial sin ninguna discusión ni debate democrático, y que además no tienen una finalidad pública. Y no nos referimos ahora a los impuestos que evade hacia paraísos fiscales.
Hablamos, por supuesto, de dos impuestos que todos sufrimos a diario y en silencio. Uno masivo y más conocido. El impuesto de marketing por las actividades de propaganda y publicidad para acercar física y emocionalmente los productos a los consumidores. Y el otro selectivo y algo más desconocido. El impuesto del juego por los costes en salud pública, principalmente, de las adicciones que genera. Un impuesto que además se retroalimenta con el anterior, volviéndose así ambos invisibles. Por lo que tenemos la trampa perfecta: la apuesta ganadora. ¿Para quién?
Propaganda y juegos de azar se solapan y complementan volviendo invisible desde las virtuales y/o vistosas casas de apuestas cada dos pasos o cada dos clicks, al lado de los colegios y de los barrios humildes, hasta el drama de la ludopatía, estigma social y externalidad económica por la que no pagan las empresas responsables.
Contaminar la salud psíquica de la población debería ser punible tanto o más como la contaminación del aire o los ríos. Quien contamina paga, reza la máxima de un país avanzado y garante del estado de bienestar.
Exigir un seguro de responsabilidad civil y penal por los riesgos de ruina económica y adicción al juego debería ser la norma. Cualquier empresa que incumple el contrato de ofrecer un servicio de calidad se expone a ser sancionada y multada, ¿por qué las casas de apuestas están exentas?
Maximizar beneficios externalizando los costes de los efectos negativos no exige un gran ingenio emprendedor, solo oportunismo y liquidez financiera.
Tuvo que producirse un colapso financiero global para que la banca comenzara a informar a sus clientes y a valorar el perfil de riesgo de los inversores, ¿por qué las casas de apuestas están exentas? A fin de cuentas forman parte del mismo casino financiero global. Son una extensión popular, lúdica y más adictiva de la operativa habitual en las bolsas y mercados financieros mundiales. ¿Tendrá que ocurrir otro colapso mundial en el sector del juego para tomar medidas de responsabilidad?
¿Cuál será el siguiente paso? ¿Darle a las casas de apuestas la prerrogativa de la educación en el juego en los colegios?, siguiendo así la línea de la “educación financiera” promovida por la banca. Esa sí que sería una apuesta ganadora. ¿Para quién?
De la misma forma que son nulos de derecho los contratos en los que existe engaño, deberían inspeccionarse en el mismo sentido los negocios de apuestas, las sectas del mundo empresarial. En las que de hecho no hay consentimiento de las víctimas, especialmente cuando se camufla el engaño estimulando las debilidades mentales[1] y sesgos psicológicos del cerebro humano. El engaño es doble. Por un lado, el engaño reside en la configuración y diseño del juego para que siempre gane la casa. Y por otro, el engaño reside en la atracción y manipulación deliberada y agresiva de los mecanismos psicológicos de la conducta humana.
El propio estado es cómplice de esta artimaña. Ya sabemos que en los juegos de loterías que promueve el estado siempre hay un mismo gran ganador. El Robin Hood de la democracia se convierte en un Judas traidor ante el negocio de los juegos de azar. A fin de cuentas para controlar a la plebe basta con pan y circo. Así, frente a la ausencia o ineficiencia de las políticas de empleo, frente al fracaso escolar, frente a la carencia de oportunidades, lo más práctico y barato es entretener a las masas con el juego. Mientras juegan no protestan. Y cuando el juego los ha destruido, menos aún protestan, es culpa suya. Y si la suerte les sonríe, serán aliados de la legitimidad de un estado que promueve a los ganadores.
Es justo reconocer que los estados son rehenes de esta práctica engañosa en la medida que están socialmente mal vistos los impuestos tradicionales, por lo que se les fuerza a recurrir a estructuras impositivas indirectas o encubiertas. Ingeniería contable para cuadrar las mermadas cuentas públicas por causa de la falta de solidaridad fiscal de quienes más ganan, de quienes siempre ganan.
[1] Como concepto, creemos que no es muy apropiado, pero entendemos que aquí carece de cualquier dimensión clínica. Nota de Primera Vocal.
La imagen la hemos tomado prestada de El Salto, medio que ha publicado distintos artículos sobre la proliferación de las casas de apuestas en los barrios humildes de ciudades españolas y las campañas desarrolladas por distintos movimientos sociales para combatir dicho fenómeno.