Desde Primera Vocal solemos hacer nosotras mismas las reseñas de libros, pero hemos encontrado la siguiente en la red y nos ha animado a leer la obra. Al entender que realmente esa es la función de una reseña positiva y bien formulada, hemos procedido a copiarla y difundirla.
“Algunos de los tratamientos psiquiátricos de uso general hoy en día no son ni mucho menos tan efectivos como se supone comúnmente: su potencia ha sido exagerada de manera sistemática por la inexorable manipulación de los datos de los ensayos clínicos”.
“Existen pruebas de que la esperanza de vida se reduce en pacientes que toman más de un antipsicótico”.
Estas afirmaciones forman parte del libro Medicalizar la mente que ahora publica Herder Editorial. Su autor, Richard Bentall, es catedrático de psicología clínica en la Universidad de Bangor (Gales, Gran Bretaña) y ha ocupado una cátedra de psicología clínica en las universidades de Liverpool y Manchester. Conocido a nivel internacional por su investigación en las causas y el tratamiento del trastorno mental grave, su libro Madness Explained: Psychosis and Human Nature, ganó el premio de la Sociedad Británica de Psicología al mejor libro de 2004.
¿Existe alguna prueba de que la psiquiatría haya tenido un impacto radicalmente positivo en el bienestar de los seres humanos? Sorprendentemente, según el autor, parece que la respuesta es negativa. Mientras que la historia reciente de la medicina somática ha estado marcada por grandes y espectaculares avances que han conducido a un aumento significativo de las probabilidades de supervivencia en casos de enfermedades potencialmente mortales, no existen pruebas de similares avances en la capacidad para tratar un trastorno mental grave.
En Medicalizar la mente, el autor nos revela la cruda realidad que se halla tras los sistemas de atención a la salud mental en Occidente, donde según la OMS los pacientes se recuperan con mayor dificultad que en los países en vías de desarrollo. Dado que la atención psiquiátrica se construye con frecuencia sobre la base de mitos y confusiones, los pacientes de este sistema, especialmente vulnerables, no tardan en descubrir la fuerte dependencia que la psiquiatría tiene de los fármacos.
Bentall hace un repaso por las controvertidas pruebas de una psiquiatría que en los últimos años ha basado su desarrollo en las evidencias pretendidamente científicas. Sin embargo, “los fondos de la asistencia e investigación en salud mental se dedican hoy a enfoques biologistas, sobre todo psicofarmacológicos, para muchos de los cuales se sabe que en la actualidad no hay pruebas ni estudios suficientes”. Como afirma Jorge Tizón, psiquiatra y director del Equipo de Prevención en Salud Mental – Atención Precoz a los Pacientes en riesgo de Psicosis (EAPPP) del Instituto Catalán de la Salud de Barcelona: “existen ya suficientes pruebas en contra de la eficacia, eficiencia, seguridad y oportunidad del uso masivo de los psicofármacos y de cómo se están utilizando hoy en día en nuestros medios: por ejemplo, en el tratamiento de las depresiones leves y moderadas, de los trastornos adaptativos y duelos. O, en otro mero ejemplo, en abusivas y aventureras utilizaciones de los psicofármacos en la infancia e incluso en la infancia temprana, cuando no sólo las relaciones sociales y los aprendizajes, sino incluso la estructura neurológica y psicológica se hallan en período de formación”.
A pesar de tener unos claros beneficios para algunos, quizás incluso para la mayoría de los pacientes, los fármacos antipsicóticos, sin embargo, traen consigo un alto coste personal con los efectos secundarios. Es justo decir que, en la historia, la mayor parte de los psiquiatras han infravalorado ese coste, o incluso no lo han tenido para nada en cuenta. Por tanto, el problema real de los neurolépticos, de los “antipsicóticos”, es la forma en que se utilizan. Existen pruebas claras de que aquellos pacientes que no logran responder a un antipsicótico casi seguro que no lo harán con ningún otro. La proporción de pacientes que no responden a los neurolépticos es difícil de calcular pero debe estar entre un cuarto y un tercio de los que reciben medicación. Richard Bentall opina que ninguno de estos pacientes debería tomarla.
De igual manera, no hay pruebas que apoyen inequívocamente a los psicofármacos más caros y recientes frente a los más antiguos y baratos, ni la dosis de tales fármacos que suelen usarse en el sur de Europa y Estados Unidos en las psicosis. Importantes revisiones, no sospechosas de ser antipsiquiátricas, como es el caso de la de Adams, Tharyan y Scout, han llegado a afirmar que la práctica de los profesionales en países con ingresos bajos y medios está menos sesgada que la de los profesionales de los países de altos ingresos. ¿Por qué? Porque las potentísimas campañas de la industria farmacéutica han impuesto esas terapias psicofarmacológicas.
Bentall aboga fervientemente por una nueva forma de atención al paciente, una atención que considere a cada persona individualmente y establezca un intercambio comunicativo con ella, replanteando así nuestra forma de entender los trastornos mentales y su tratamiento en el siglo XXI.
Richard P. Bentall es doctor en Psicología Experimental por el University College of North Wales, Bangor, diplomado en Psicología Clínica por la Universidad de Liverpool y licenciado en Filosofía aplicada al Sistema Sanitario por el University College Swansea. En 1989 recibió el British Psychological Society’s May Davidson Award por su contribución a la psicología clínica y en 2004 el British Psychological Society Book Award por su obra Madness Explained: Psychosis and Human Nature. Es profesor de Psicología Clínica en la Universidad de Bangor.