Sami Timimi es especialista en Psiquiatría del Niño y el Adolescente. Horizon Centre, Lincoln, Reino Unido. Este artículo se publicó en la Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría (Vol. 41 Núm. 139 (2021): Enero – Junio 2021). La traducción corrió a cargo de Rebeca García Nieto.
Resumen
Para que un diagnóstico como el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) sea útil científicamente, es necesario demostrar que el concepto conduce a un avance del conocimiento en torno a las causas. Para que sea útil desde el punto de vista clínico, hay que demostrar que da lugar a mejores resultados en la práctica clínica. Examino la evidencia disponible sobre la utilidad científica y clínica del TDAH, que muestra que el concepto no tiene una base empírica. La creencia sostenida de que el TDAH existe como categoría natural se asemeja más al cientificismo que a la ciencia. El TDAH es más un hecho de la cultura que de la naturaleza. Puesto que el concepto de TDAH no ha ayudado a avanzar en el conocimiento científico o en la práctica clínica, podemos decir con objetividad que hace tiempo que se pasó su fecha de caducidad.
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La mayor parte del ideario de salud mental dominante se basa en el cientificismo, no en la ciencia. El término “cientificismo” alude al hecho de ser científico de una forma basada en la fe. Puesto que la ciencia ha reemplazado a la religión como la cosmología dominante a la hora de establecer “verdades”, también se ha convertido en un árbitro social que se utiliza como etiqueta para dotar de credibilidad a un “conocimiento” determinado. Hemos sustituido la idea de verdad aceptada “porque así lo dice la Biblia” (por ejemplo) por “porque así lo dicen los científicos”. De este modo, el cientificismo se refiere al uso excluyente de lo que pasa por conocimiento científico y las técnicas para establecer la “realidad”, pero también puede aludir a la corrupción de la ciencia; por ejemplo, cuando se utiliza la idea de que algo es científico para expresar opiniones subjetivas que no han sido demostradas mediante la aplicación adecuada de la metodología científica. Este artículo describe, utilizando el TDAH como ejemplo, cómo los diagnósticos psiquiátricos son un ejemplo excelente de cómo se muestra el cientificismo en la práctica.
La búsqueda positivista, basada en la prueba de hipótesis y centrada en la medición de un conocimiento objetivo, libre de juicios de valor, sobre el mundo de “ahí fuera” (más allá de nuestra imaginación) funciona muy bien con los sistemas y fenómenos regulados por las “leyes de la naturaleza”, pero no es el método más apropiado para entender nuestra vida consciente, subjetiva y generadora de sentido. Los riñones no tienen sueños, intenciones o se torturan con el significado de su existencia, por eso podemos utilizar métodos positivistas, empíricos, para estudiarlos. Sin embargo, incluso en el caso de los riñones, puede colarse el cientificismo a través de la corrupción de la ciencia, que puede ocurrir mediante el uso repetitivo de un lenguaje que suena a ciencia para dotar de un aire de autoridad a una idea, mientras se ignoran, no se publican, se hace un uso erróneo de los datos y/o se minimizan hechos o investigaciones que contradicen la opinión expresada. En el cientificismo psiquiátrico, tanto el uso de un lenguaje que parece científico como la corrupción de la ciencia se encuentran muy extendidos. Pero los problemas del cientificismo en salud mental van más allá, porque cuando hablamos, por no hablar de cuando investigamos, de fenómenos mentales, literalmente no sabemos de lo que estamos hablando.