Ilustraciones médicas de la locura femenina en el siglo XIX; de Julia Montilla

No es fácil presentar este texto que nos han hecho llegar. Se trata de un ensayo que merece la pena leer con calma, que nos acerca a la construcción cultural que de la locura se realiza en un contexto histórico dado, pero que nos permite también pensar cómo este mecanismo continúa generando imágenes y mercancías que configuran la idea social que se tiene de la locura en nuestros días (de hecho, sería interesante un análisis de cómo las series actuales retratan a las mujeres definidas como «enfermas mentales»» en sus ficciones). Evidentemente, los tiempos del alienismo moral (primer embrión de lo que hoy conocemos como psiquiatría) y las teorías fisiognómicas (un determinismo biologicista primigenio que defendía que mediante el estudio de la apariencia externa de una persona, sobre todo del rostro, puede conocerse su carácter o personalidad) han pasado, pero en su manera de acercarse a la diferencia, clasificarla y crear arquetipos podemos reconocer muchas de las prácticas actuales de las llamadas «ciencias psi». Los patrones con los que se ha venido definiendo la llamada «enfermedad mental» se filtraron y se filtran al imaginario colectivo a través de imágenes. Cuadros y fotografías del siglo XIX nos presentan el proceso de construcción de estereotipos sobre locura y género, la mujer loca encarna el desbordamiento de las pasiones precisamente en un momento en el que comenzaba a plantearse su libertad sexual y alcanzar cotas de poder político. Por eso nos ha interesado especialmente el cliché de la revolucionaria, una mujer enloquecida que alterna violencia y sexualidad, que es segregada de los dominios de la razón en la medida en que cuestiona el orden social. De esta manera, y según palabras de la propia autora, «La psiquiatría se convierte en un mecanismo de control y contención de las ambiciones y las reivindicaciones de las mujeres», la manía se convierte en una enfermedad política, la insubordinación en simple y llana inestabilidad mental.

«La ciencia, a pesar de su privilegiado estatus como árbitro de lo real, crea ficciones para explicar la naturaleza humana. Uno de los criterios para aprobar tales relatos es su aceptación ideológica. La medicina, como parte de la misma, es igualmente una fuente de convenciones (supuestamente objetivas) que condicionan la percepción del mundo o lo que es igual, la actitud de nuestra cultura hacia determinados individuos. Estas convenciones son compartidas por otros sistemas de representación que, como el arte o la fotografía, influirán de una forma capital en la consolidación de la psiquiatría. El presente análisis se centra en algunos de los estereotipos visuales de la sinrazón elaborados por la ciencia médica con el recurso del arte durante el siglo XIX. Mi tesis es que la manera de ver la patología apenas ha sido cuestionada en el orden de las imágenes, tales representaciones son el producto de una historia y de una cultura que las perpetúa. Su pervivencia evidencia nuestra disposición a abordar la diferencia en términos binarios: cuerdo-loco, sano-enfermo. Estas percepciones polarizadas reflejan la ansiedad que nos genera la posible pérdida de control del yo.

Aprendemos a percibir el mundo a través de aquellos artefactos culturales que preservan los estereotipos sociales. No vemos el mundo, más bien nos enseñan a concebirlo de una forma culturalmente aceptable. Pero no sólo observamos las cosas a través del prisma de la cultura, también vemos a las personas mediante los filtros de una perspectiva estereotipada. Los clichés juegan un papel determinante en nuestras relaciones, impeliéndonos a adjudicar a las personas un papel que no está en función del interlocutor sino de nuestra representación del mundo. La cultura occidental ha desarrollado diversas tipologías entorno a la diferencia, pobladas por el gitano, el judío, el pobre o el loco. Las imágenes de la otredad se fundamentaban (y fundamentan) en un sentido del control sobre el mundo que puede articularse como poder político, creencia religiosa, estatus social, gobierno moral, control sexual o dominación económica y/o geográfica. La otredad de estos grupos se ha definido de numerosas formas, siendo una de las más importantes la apariencia visual que se les ha asignado. Las imágenes de la enajenación han traducido las actitudes sociales hacia el loco y han conformado, a su vez, la percepción social de la insania. Estudiar el modo en que describimos el mundo de la locura y la locura en el mundo, interpretar los sentidos y, en la medida de lo posible, las motivaciones que subyacen en la concepción de la enfermedad mental, permite desarmar fantasías punitivas o sentimentales, pero también lecturas positivistas».

Ilustraciones médicas de la locura femenina en el siglo XIX


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