Texto aparecido en Diagonal (21/04/14), escrito por Belén Macías Marín.
Socializar el sufrimiento puede convertirse en un motor para la movilización.
Llevaba la prescripción de su psiquiatra escrita en un papel: “Stop Desahucios. Asamblea de Vivienda de Lavapiés. 15M”. La mujer que llegó a esta asamblea demandando apoyo se había encontrado a todas luces con una terapeuta excepcional. Cuando le contó que se sentía deprimida porque la habían desahuciado de su casa y encima tenía que pagar la hipoteca, la psiquiatra le aclaró: “Mire, usted no está deprimida, es que su banco la engaña”, y le indicó dónde pedir otro tipo de ayuda.
Muchos problemas sociales están llegando a las consultas médicas en forma de úlceras, depresión, ansiedad y otros trastornos de sintomatología difusa…El primer dique de contención del malestar es la Atención Primaria. De allí sí se puede salir con un papelito que ponga Diazepam, Orfidal (ansiolíticos) o fluoxetina (Prozac, por su primer nombre comercial). Es lo que se conoce como la medicalización del sufrimiento. No es que la relación entre prescripción de psicofármacos y problemas sociales haya comenzado con la crisis. Según un estudio publicado en la Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, en el año 2004 ya se estimaba que el 50% de las personas que acudían a Atención Primaria lo hacía como consecuencia de un factor psicosocial. La crisis no ha hecho sino empeorar esta situación.
Más crisis, más pastillas
“En Europa, de 2000 a 2010 el consumo de antidepresivos creció por encima del 80% de media, y en España el crecimiento ha sido superior al 120%”, apunta la psicóloga María Reneses, especializada en antropología médica. Y explica: “Aunque el aumento de la prescripción de psicofármacos es una tendencia global, el mayor incremento de éste en España está relacionado con la gestión que se está realizando de la crisis económica”. Esta investigadora también recuerda el sesgo de género a la hora de recetar estos medicamentos: con similar diagnóstico y número de consultas, las mujeres reciben más psicofármacos que los hombres.
No obstante, el psiquiatra y ensayista Guillermo Rendueles señala que, en la sanidad pública, las consultas al psiquiatra y al psicólogo por “patologías menores”, como la ansiedad y la depresión, han disminuido dado el riesgo de despido que supone la baja laboral.
Vergüenza y culpabilidad
A menudo, además, las situaciones de precariedad que pueden originar estos trastornos son vividas con vergüenza y culpabilidad, con sentimientos de inferioridad y de fracaso personal, como si fuera responsabilidad propia que te echen de tu casa, no conseguir un empleo o el trabajo deseado o tener que pensar demasiado en el dinero porque nunca cuadran las cuentas. En el caso de los desahucios esto se conoce como el estigma del deudor.
“Hay un juicio social a los deudores. Se ahonda en la idea de que se ha llegado a esa situación porque se ha vivido por encima de sus posibilidades. Cuando la persona está en situación de impago de su hipoteca se considera la única culpable y responsable y se invisibiliza la responsabilidad del Estado y otros agentes, como los bancos”, describe la médica de familia comunitaria Elena Ruiz en su estudio Desahuciar, desalojar, ejecutar. Cuando la política callejera se convierte en medicina.
La trampa del emprendedor
“La depresión se puede entender como el reverso de la lógica neoliberal que encontramos en la llamada a la iniciativa personal”, cuenta Reneses a DIAGONAL. En una modernidad en la que cada cual se hace cargo de una vida cada vez más incierta, con la exigencia actual de aprovechar las crisis como oportunidades, de convertirnos en nuestra propia empresa y ser personas autosuficientes y autónomas, o eres emprendedor o perdedor, ambos solos frente al mundo. Rendueles, crítico con la psiquiatría ortodoxa, añade que las terapias no siempre ayudan: “Las consultas ‘psi’ solo ofrecen un refuerzo de la individuación y el casi mandato de gozar que, dadas las circunstancias actuales, es un mandato imposible”.
Para este psiquiatra, la clave está en acabar con la indefensión aprendida: una persona puede ‘aprender’ a comportarse pasivamente cuando cree que no puede hacer nada para cambiar una situación. Movimientos como el de Stop Desahucios, de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), han conseguido romper con esta indefensión y con el silenciamiento. Socializar el sufrimiento se convierte en un motor para la movilización. El “sí se puede” como proceso también terapéutico.
Es lo que se encontró Elena Ruiz al realizar su trabajo de campo con la Plataforma 15M Stop Desahucios de Córdoba: “El grupo proporciona una atención y cuidado colectivos que desmedicalizan, desestigmatizan a las personas afectadas. Se trata de una apuesta por otros modos de expresión, comprensión y atención a los desahucios, diferentes a los de la enfermedad, el aislamiento y la asistencia médico-psicológica”.
Del apoyo mutuo y la fraternidad surgen nuevos relatos de potencia personal. Es el caso, entre otros muchos, y por terminar con otro ejemplo inspirador, de Grupo Hombres del Siglo XXI, una asociación de hombres desempleados que tienen entre 40 y 60 años. Después de que un equipo de profesionales de la intervención social, psicológica y comunitaria realizara una intervención con ellos a finales de 2012, se organizaron de forma autónoma con el objetivo de asesorar, ayudar y apoyar a otros hombres en la misma situación, como puede verse en el documental El Silencio Roto, de Nacho Sánchez ‘Balancín de Blancos’.
“Este grupo nos ha servido para sentirnos valorados y ver que hay cosas más importantes que estar diez horas trabajando en una fábrica”, dice uno de los miembros de la asociación. “El apoyo de todos los demás también le sirve a uno mismo para tirar para adelante”, resume otro.
Aumento de la depresión y la ansiedad
En un estudio comparativo de las consultas de Atención Primaria entre los años 2006 y 2007, y los años 2010 y 2011, se encontró un aumento del diagnóstico de depresión (19,4%), ansiedad (8,4%), trastorno somatomorfo [somatizaciones que no se pueden atribuir a una causa orgánica] (7,3%) y abuso de alcohol. El aumento se focalizó sobre todo en personas desempleadas –en el caso de los varones de mediana edad la incidencia se duplicaba si tenían problemas para llegar a fin de mes– y en personas con dificultades para pagar la hipoteca. (Fuente: European Journal of Public Health).