Como en otras ocasiones, comenzamos por parte de las conclusiones para animar a leer el artículo entero:
Desafortunadamente, la capacidad terapéutica del sistema de atención a la salud mental es limitada y antes de diagnosticar y prescribir algún tratamiento es preciso reconsiderar con actitud crítica los beneficios que se pueden proporcionar y los daños que se pueden infligir. Prevenir estos daños es el objetivo de la prevención cuaternaria.
Desde el sistema de atención (considerando y desechando necesidades propias) se debe responder de forma honesta la pregunta: ante el problema humano que se presenta ¿se van a obtener mejores resultados considerándolo una enfermedad (o una subenfermedad o una preenfermedad) que si no fuera tratado como tal? y actuar en consecuencia. Desde esta perspectiva, hay que evitar someterse a tener que ofertar una solución inmediata y para todo y trabajar la tolerancia (de profesionales y usuarios) a la incertidumbre. Esto significa, por ejemplo, considerar la fórmula de “esperar y ver” antes de prescribir y reivindicar la indicación de no-tratamiento que puede impedir los efectos negativos de intervenciones innecesarias o excesivas.
[…] Se debe considerar que la prevención primaria no es inocua y su lugar de aplicación no es la consulta sanitaria individual, sino que tiene un enfoque comunitario y social. Con las etiquetas diagnósticas se corre el peligro de alejarse del paciente y cosificarlo, y siempre será menos dañino para él considerar sus síntomas en el contexto de su historia personal, familiar, social, académica y laboral, dándoles un sentido psicosocial y no exclusivamente biológico. En los tratamientos, habría que contar con el paciente, hacerle partícipe de la elección, y no olvidar que la alianza terapéutica es el factor más importante asociado a un buen pronóstico clínico. Antes de indicar un tratamiento, hay que considerar que la templanza es mejor virtud que el “furor curandis” y tener en cuenta que la indicación de no-tratamiento es una intervención más del repertorio asistencial y de enorme valor, porque es el máximo exponente de la prevención cuaternaria.