Os presentamos un artículo que desde esta web es sentido especialmente cercano. El autor ha mostrado una capacidad demasiado poco conocida en estas latitudes por hacerse entender. El rigor y la claridad pueden y deben convivir. Este texto es susceptible de ser leído fuera y dentro de consultas y aulas, algo que supone una riqueza eminentemente práctica. Disfrutadlo.
Las personas que escuchan voces son las verdaderas expertas en sus propias vivencias, y la labor del profesional cobra pleno sentido acompañando, escuchando, dando apoyo, mostrando interés genuino, transmitiendo esperanza e intentando entender qué le sucede a la persona y de qué manera puede afrontar mejor su experiencia. Para esto es fundamental no centrar la atención solo en las voces sino en la persona de forma integral. Como señala Romme: “las voces son una señal, y no deben ser el único punto de interés en la asistencia de salud mental de las personas que oyen voces”.
Trabajar desde este enfoque resulta muy enriquecedor tanto a nivel profesional como personal. Brinda la oportunidad de conocer más en profundidad a las personas con las que trabajamos y establecer relaciones de apoyo más humanas y auténticas. Sorprende que con el paso del tiempo y los avances en el campo de la salud mental, nos hayamos olvidado de lo obvio, del poder curativo de la palabra, la escucha y la relación. En algunas reuniones y foros profesionales se habla del sufrimiento psíquico con un lenguaje tan técnico y tan frío, que resulta difícil relacionar esos términos con un ser humano, con toda su complejidad y su historia biográfica, llegando a un reduccionismo que en ocasiones resulta ridículo. En el caso de los escuchadores de voces esto es todavía más acentuado, ya que el lenguaje profesionalizado y el marco de creencias con el que hemos sido formados, hace que en ocasiones veamos a “pacientes con enfermedades” en lugar de personas con problemas, con todas las implicaciones que esto conlleva. El Movimiento de Escuchadores de Voces llama la atención sobre este aspecto, aportando un conocimiento valiosísimo que por desgracia muchas veces no se enseña en las universidades, en los másteres ni en los cursos especializados, y que es realmente útil para ayudar a personas que escuchan voces.
INTRODUCCIÓN
Tradicionalmente, escuchar voces se ha considerado un síntoma definitorio de la presencia de un trastorno mental grave, generalmente esquizofrenia, cuyo abordaje clínico se ha centrado principalmente en tratar de eliminar o reducir el síntoma mediante tratamientos psicofarmacológicos. Desde este enfoque se considera que las voces no son reales, sino que son alucinaciones auditivas fruto de un mal funcionamiento del cerebro o un desequilibrio bioquímico, y por lo tanto se trata de un fenómeno patológico. No se considera relevante el contenido de las voces que la persona escucha, y suele entenderse el mismo como carente de sentido, por lo que no se le presta demasiada atención, ya que supuestamente de hacerse, se estaría reforzando o potenciando este tipo de experiencias. En muchas ocasiones, cuando estas personas preguntan a los profesionales por qué escuchan voces, la respuesta que reciben es que lo hacen porque tienen una enfermedad mental, entrando de esta manera en una explicación circular en forma de bucle que no resulta muy útil (oyen voces porque tienen una enfermedad, y tienen una enfermedad porque oyen voces).
Aunque esta visión, con distintos matices, continua siendo en la actualidad la predominante en el ámbito de la salud mental, desde hace más de 30 años existen planteamientos alternativos que están demostrando su utilidad, surgidos de la propia experiencia de las personas afectadas y del trabajo pionero de Marius Romme y Sandra Escher, como el Movimiento de Escuchadores de Voces. Este movimiento “no es simplemente un nuevo conjunto de estrategias o intervenciones para la escucha de voces. La mejor conceptualización es que se trata de una forma totalmente nueva de pensar sobre dichas experiencias” (Lucy Johnstone en La psicosis como crisis personal, pág. 37).
Los grupos de escuchadores de voces comienzan a constituirse a finales de los años 80 en Holanda y Reino Unido, y surgen inspirados en el trabajo de Marius Romme, psiquiatra social holandés. Romme trataba a pacientes que oían voces y sufrían por ello, y fue gracias a un caso en particular en el que la medicación estaba fracasando como ayuda, que decidió probar algo diferente. Puso en contacto a esta paciente con otro paciente que también escuchaba voces y comprobó que entre ellos existía un reconocimiento mutuo y que les servía de apoyo. Sin embargo, esto no fue suficiente y decidió buscar a otras personas que escucharan voces y tuvieran un mejor afrontamiento, por lo que hizo un llamamiento en la televisión holandesa en el año 1987. Esto le puso en contacto con personas que escuchaban voces pero que no habían tenido nunca contacto con los servicios de salud mental. Eran personas “sanas” sin ningún diagnóstico ni tratamiento psiquiátrico y podían convivir con sus voces sin que les supusieran un problema. Comprobó que estas personas podían hacer frente a sus voces y convivir con ellas, mientras que la mayoría de pacientes que él trataba tenían un gran sufrimiento asociado al hecho de escuchar voces. Decidió entonces organizar encuentros entre estas personas para conocer sus experiencias. Observó que cuando estas personas se reunían y hablaban entre ellas, se entendían mucho mejor que cuando hablaban con los profesionales, y que el problema no era tanto el hecho de escuchar voces sino la relación que la persona establecía con ellas y la forma de afrontarlas.
Fruto de estos encuentros se establecieron los primeros grupos y asociaciones de escuchadores de voces (Foundation Resonance en Holanda y Hearing Voices Network en Reino Unido), en su mayor parte formados por personas que escuchaban voces. También participaban profesionales, pero con un rol distinto al habitual, siendo fundamentalmente facilitadores de los grupos y personas de apoyo. El profesor Romme siguió realizando investigaciones y estudios sobre el tema, generando en todos estos años gran cantidad de conocimiento que ha plasmado en sus libros y artículos con un planteamiento innovador y revolucionario. “Su posición nuclear es que la escucha de voces es en sí misma una experiencia humana normal, no un síntoma de enfermedad, sino muchas veces una reacción a un acontecimiento traumático o muy emotivo que no se ha resuelto adecuadamente. Un aspecto crucial que este abordaje afirma es que estos vínculos vitales no se deben erradicar con fármacos, sino que se deben explorar utilizando una mezcla de psicoterapia y métodos de autoayuda”. (La psicosis como crisis personal; pág. 159)
En el año 1997 se celebra en Maastrich un encuentro internacional entre escuchadores de voces y profesionales de la salud mental para promover la investigación y el estudio de este tipo de fenómenos, decidiendo constituir una organización formal que coordinara y sirviera de soporte a las distintas iniciativas relacionadas llevadas a cabo en varios países. Surge de esta manera INTERVOICE (www.intervoiceonline.org), que es la red internacional para el estudio, educación e investigación sobre la escucha de voces, cuyo presidente es M. Romme. Actualmente esta red cuenta con cientos de grupos en más de 25 países, y está formada por escuchadores de voces, amigos, familiares y profesionales.
PRINCIPIOS BÁSICOS DE LOS GRUPOS DE ESCUCHADORES DE VOCES
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Escuchar voces es una experiencia humana normal aunque poco habitual: los estudios epidemiológicos hablan de que más de un 2% de la población general escucha voces, pero de estas personas, tan solo un tercio presenta alteraciones psicopatológicas significativas que les lleven a pedir ayuda profesional (Tien 1991). En los encuentros organizados por Romme y en otros posteriores, numerosas personas han contado su experiencia de escuchar voces como algo normal en sus vidas sin que les suponga ningún problema. Esta información es habitualmente desconocida para muchos profesionales de salud mental, asociando inmediatamente la escucha de voces con enfermedad mental, con las implicaciones que esto conlleva.
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Validación de la experiencia individual: no se cuestiona la experiencia que la persona manifiesta, se acepta y se permite que se exprese con libertad, respetándola y escuchándola con atención e interés auténtico.
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El contenido de las voces es relevante: no solo es que el contenido sea relevante, sino que además puede ser una herramienta muy útil para que la persona pueda encontrar un sentido a su experiencia y relacionarla con su historia vital. En muchos casos el contenido de las voces está relacionado con las experiencias pasadas y presentes de la persona, reflejando conflictos no resueltos, emociones no expresadas o experiencias traumáticas pasadas. Las voces pueden transmitir mensajes y contenidos que la persona tiene dificultades para expresar de otra manera, permitiendo de esta manera que puedan ser abordados. Por este motivo es tan importante prestar mucha atención al contenido, ya que puede facilitar el proceso psicoterapéutico y ser de gran utilidad.
Por ejemplo, escuchar voces insultantes y descalificadoras puede estar relacionado con experiencias de maltrato físico o psicológico que han generado en la persona una autoimagen muy negativa, y pueden estar repitiendo patrones que la persona ha sufrido en algún momento de su vida. Trabajando estos contenidos se le puede ayudar a identificar la relación de las voces con experiencias pasadas o presentes, contextualizando la experiencia, dotándola de sentido y haciéndola comprensible, evitando de esta manera un sentimiento de indefensión aprendida. En este caso, fortaleciendo la autoestima y el autoconcepto la persona puede hacer frente a las voces con menor sufrimiento e incluso las voces pueden dejar de ser tan “insultantes”.
No siempre resulta fácil comprender el contenido de las voces, ya que a veces la experiencia puede ser caótica y difícilmente comprensible. Es necesario tener paciencia, escuchar atentamente, e intentar ir buscando sentido y coherencia a lo que puede parecer incomprensible en un primer momento. Este proceso tiene que hacerse junto a la persona que oye voces, y tiene que ser ella quien decida si el sentido asignado a las voces es coherente con sus valores y creencias.
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Respeto por las creencias individuales: cada persona que oye voces tiene su propia teoría al respecto que hay que respetar. Esto no significa que no se puedan plantear otras opciones o alternativas, pero siempre respetando la creencia individual, interesándonos por ella, ya que nos ayudará a conocer mejor a la persona.
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El problema no son las voces en sí sino la relación que la persona establece con ellas: como cualquier otra relación, la relación con las voces pasa por distintos momentos, etapas y fases, y puede modificarse o verse influida por distintos factores. Saber que se puede modificar la relación con las voces aporta a la persona una mayor sensación de control y una mayor esperanza de cara al futuro, algo que los profesionales deberían facilitar. Algo que diferencia a las personas que escuchan voces y no son pacientes psiquiátricos de las que sí lo son, es que las primeras tienen una buena relación con las voces, incorporándolas de manera adaptativa a sus vidas.
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Importancia de la actitud del entorno: relacionado con el punto anterior, el entorno es un factor muy importante e influyente en la forma en que la persona construye su relación con las voces. Tanto los amigos, familiares, conocidos o profesionales influyen en cómo la persona se relaciona con su experiencia. Una actitud tolerante, comprensiva y de apoyo por parte del entorno, facilita que la persona construya una relación más positiva con sus voces.
Los profesionales de la salud mental tenemos una labor fundamental en este sentido, y deberíamos generar esperanza y facilitar explicaciones que posibiliten un mejor afrontamiento de la experiencia. Sin embargo, en muchas ocasiones no respetamos las propias creencias de la persona, intentando imponer nuestro propio criterio supuestamente “objetivo y técnico” (aunque sin embargo profundamente arraigado a “creencias profesionales”). De esta manera, la persona se ve confrontada y cuestionada, obteniendo una explicación sobre sus voces que patologiza su experiencia, la desposee de significado, y genera unas expectativas de futuro no demasiado positivas (una enfermedad mental crónica). Muchos pacientes se quejan de que sus primeros contactos con los servicios de salud mental resultaron desalentadores, al recibir mensajes pesimistas y poco esperanzadores del tipo “esto que te ocurre es porque tienes una enfermedad mental crónica” o “vas a tener que tomar medicación durante el resto de tu vida”.
Para una persona que comienza a escuchar voces y se siente muy angustiada, puede ser de gran ayuda hablar con alguien que haya pasado por una experiencia similar y haya sido capaz de recuperarse. De esta manera se fomenta la esperanza y se generan expectativas positivas. Si además esta persona se ha recuperado a pesar de seguir escuchando voces, esto puede ayudar a la persona a focalizarse en su recuperación y no tanto en que las voces desaparezcan.
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No es un síntoma de enfermedad mental: como diversos estudios han señalado, hay muchas personas que oyen voces y no tienen ningún trastorno mental. Por lo tanto, este fenómeno por sí solo no debería justificar un diagnóstico psiquiátrico, algo que por desgracia sucede, como demuestra el experimento desarrollado por David Rosenhan publicado en 1973 por la revista Science bajo el título “Estar sano en lugares insanos”. En dicho experimento Rosenhan pidió a varios colaboradores “sanos” que simularan tener alucinaciones auditivas sin ningún otro tipo de síntoma y acudieran a hospitales psiquiátricos en EEUU, resultando que todos ellos fueron ingresados, diagnosticados y tratados como enfermos mentales, llegando a pasar varias semanas ingresados pese a que una vez dentro del hospital se comportaron con normalidad y refirieron encontrarse bien. Aunque se han realizado muchas críticas a este experimento, escuchando las historias de muchas personas diagnosticadas, parece que este tipo de prácticas no es algo excepcional.
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Aceptar la realidad de las voces: un elemento fundamental y diferencial con otro tipo de enfoques es que se considera que las voces que la persona escucha son reales, y no se trata meramente de alucinaciones auditivas. La persona que dice escuchar voces realmente las está escuchando, aunque los demás no puedan hacerlo. Aceptar esta realidad ayuda a la persona a poder hablar sobre ello.
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Retomar el control y el poder sobre su propia vida: el objetivo fundamental es que la persona pueda seguir adelante de la mejor manera posible y con una sensación de control sobre su propia vida. Dicho objetivo no está encaminado a eliminar las voces, sino que se orienta a la mejora de la calidad de vida de la persona, con o sin voces.
EXPERIENCIA CON UN GRUPO DE ESCUCHADORES DE VOCES EN EL CENTRO DE DÍA LATINA
Teniendo en cuenta la experiencia llevada a cabo en otros países, y tras la extensa lectura de bibliografía sobre el tema, en el Centro de Día Latina (CD) comenzamos a aplicar la filosofía de Intervoice en la atención a personas que oían voces y acudían al centro, iniciativa que en el momento actual acumula un recorrido de ya casi dos años. Desde las primeras intervenciones (realizadas a nivel individual), se comenzó a observar que esta forma de acercamiento favorecía la relación con estas personas, fomentaba su confianza y su autoestima, y permitía hablar sobre el tema con normalidad y naturalidad. La mayoría se sorprendió inicialmente por el interés mostrado por el profesional y por la posibilidad de poder hablar de manera abierta sobre el tema, y en líneas generales expresaron su agradecimiento por disponer de un espacio para poder hablar sobre ello. Una sólida alianza terapéutica previa constituyó un elemento fundamental para la puesta en marcha de este nuevo planteamiento.
Encontramos que algunas personas que parecían estar “asintomáticas” desde hacía años, en realidad habían aprendido a no hablar de sus voces por miedo a que les tomaran por locos, les subieran la medicación o les ingresaran, pero según expresaban seguían escuchando voces de manera habitual, algo que en muchos casos condicionaba su día a día e incrementaba su aislamiento (a veces se pueden tomar por “síntomas negativos” la reacción de la persona a sus voces). Además, personas introvertidas que habitualmente eran poco comunicativas, comenzaron a mostrarse más expresivas, comunicándose con fluidez cuando se les brindaba la oportunidad de hablar sobre sus voces. En general, en la mayor parte de los casos, la relación de la persona con el profesional y su vinculación con el CD mejoró. También hubo algunas personas que no quisieron hablar sobre sus voces, algo que por supuesto se respetó, aunque no fueron muchos casos.
Tras varios meses manteniendo sesiones individuales, y conociendo las experiencias grupales llevadas a cabo con éxito en otros países, decidimos proponer a estas personas la posibilidad de realizar un grupo con otros compañeros del CD que también oían voces, con el objetivo de compartir sus vivencias y brindarse apoyo mutuamente. Las reacciones fueron variadas, aunque la mayoría decidió que era una buena idea probar, ya que les resultaba una propuesta interesante e innovadora. En septiembre de 2012 comenzamos con el grupo de “Aceptando las voces” (tomado de Romme y Escher) que mantiene su funcionamiento en el momento actual. El trabajo previo realizado a nivel individual con cada una de las personas fue clave para que el grupo haya podido salir adelante, ya que sentó las bases de una nueva forma de pensar y de hacer, normalizando este tipo de experiencias y fomentando la esperanza y las posibilidades de cambio.
En la primera sesión del grupo el psicólogo explicó los motivos por los que se constituía y se acordaron unas normas básicas aceptadas por todos, sustentadas sobre los siguientes principios básicos: confidencialidad, respeto, aceptación, no juicios y apoyo mutuo. Se decidió que el grupo fuera abierto con el fin de que pudieran incorporarse otras personas, y para que cada persona pudiera acudir o dejar de acudir cuando lo decidiera.
OBJETIVO DEL GRUPO:
Crear un espacio en el que las personas puedan hablar de manera abierta y libre sobre su experiencia con la escucha de voces.
METODOLOGÍA:
El grupo lo coordina el psicólogo, y se reúne todos los lunes a media mañana. Las sesiones tienen una duración aproximada de una hora, y los contenidos no están prefijados previamente, aunque suelen girar alrededor de la escucha de voces y aspectos relacionados. El propio grupo plantea los temas que quiere tratar en cada sesión, en función de la situación personal de cada persona, de sus intereses, vivencias, dudas, deseos, miedos, esperanzas… En algunos casos las sesiones comienzan con un repaso de los temas tratados en la última sesión.
El grupo es abierto y dinámico, por lo que cada persona participa cuando lo considera necesario y oportuno en función de su situación personal. Hay personas que asisten regularmente todas las semanas, otras que lo hacen en momentos puntuales, y otras que acuden de manera irregular, alternando periodos de asistencia con otros en los que no acuden. A lo largo de estos casi dos años, se han realizado más de 60 sesiones, 15 personas han participado, y la media de asistencia ha sido de 6-7 personas.
El único criterio de inclusión es que la persona escuche o haya escuchado voces en algún momento de su vida, sin importar el diagnóstico. Todas las personas que han participado y participan en el grupo están diagnosticadas de algún trastorno psicótico, en su mayoría Esquizofrenia. La edad media de los participantes está alrededor de los 55 años, y la media de tiempo escuchando voces es de más de 20 años.
El papel del profesional en el grupo es de facilitador, intentando posibilitar un clima cálido, seguro y respetuoso para que los distintos miembros del grupo puedan hablar libremente de sus experiencias. Como facilitador ha de tener cuidado de no tratar de imponer sus creencias a los miembros del grupo, debe intentar fomentar el debate y el diálogo, e infundir esperanza en todo momento. Según la HVN (Hearing Voices Network), en su documento sobre “Creación y apoyo de los grupos de escuchadores de voces” publicado por la HVN y editado por Julie Downs: “no existe nada que pueda reemplazar reacciones honestas, y el facilitador no debería obsesionarse con llevar el grupo correctamente y que termine habiendo respuestas frías y rígidas… No hay maneras correctas de llevar un grupo ya que cada grupo será diferente”.
RESULTADOS
Debido a la propia filosofía de este tipo de grupos, a la hora de valorar los resultados obtenidos se considera que el relato en primera persona de los participantes es la mejor forma de obtener información. Los resultados que aquí se comentan se han obtenido en entrevistas individuales o en sesiones grupales con ellos, y algunos también se desprenden de observaciones llevadas a cabo por el psicólogo y por profesionales en prácticas. Aunque esta forma de obtener los resultados puede tener ciertos sesgos metodológicos, consideramos que se ajusta de un modo más realista a lo que las personas que participan expresan. Ciertos contenidos han sido transcritos de forma literal.
En líneas generales, todas las personas que participan en el grupo comentan que el simple hecho de poder hablar sobre sus voces les resulta de ayuda. Suelen señalar que les ayuda escuchar que hay otras personas que tienen experiencias parecidas a las suyas, ya que en muchos casos parte del sufrimiento proviene de pensar que es algo que solo le ocurre a uno. Muchos de ellos se han sorprendido al conocer que algunos compañeros a los que conocen desde hace años también escuchan voces, y en las primeras sesiones comentaban con sentido del humor: “pero Susana, con lo normalita que tú pareces y también oyes voces (risas)”.
Se ha generado un sentimiento de pertenencia al grupo al compartir una vivencia similar (en este caso escuchar voces), y se ha fortalecido el vínculo entre algunos de los miembros al compartir con otros experiencias vitales muy significativas. Además, de esta manera se ha normalizado este fenómeno en el CD, ya que tanto para los que participan como para los que no, “Aceptando las voces” es una actividad más del CD. Todos ven con normalidad que haya un grupo de estas características, y esto favorece que se aborde con naturalidad este tema con las personas nuevas que se incorporan al CD, algo que no sucedía previamente.
Se ha reducido la angustia asociada al hecho de escuchar voces, a pesar de que las voces se han mantenido en la mayoría de los casos. Poder hablar de ello generalmente reduce la angustia, ya que la persona no tiene que esforzarse en ocultarlo y puede expresar abiertamente sus vivencias. Esto puede aplicarse a otro tipo de problemas, ya que el sufrimiento psíquico se genera muchas veces ante cuestiones de las que no podemos hablar con nadie, sean voces, miedos, preocupaciones, dudas…
Las voces que incitan a la persona a autolesionarse o a quitarse la vida generan un nivel de angustia muy alto, y es un tema que ha aparecido en el grupo en varias ocasiones. Es muy interesante la forma en la que este tipo de voces e ideas aparecen, ya que no siempre lo hacen de una manera clara y explícita. Por ejemplo, en una sesión del grupo una persona comentó que escuchaba una voz que le decía “vas a acabar como Antonio Flores”. Otro miembro del grupo comentó que él también había escuchado una voz con el mismo contenido. Ambas personas viven solas en casa con sus respectivas madres que tienen una edad avanzada y problemas de salud. Analizando el contenido de las voces, llegamos a la conclusión de que lo que estaban expresando estas voces era el miedo que sentían ante la futura pérdida de su madre, y la posible aparición de pensamientos suicidas cuando esto sucediera (Antonio Flores falleció en extrañas circunstancias al poco tiempo de perder a su madre). Esta interpretación tuvo sentido para ellos e hizo que la voz que escuchaban, y que aparentemente no tenía sentido, tuviera relación con sus emociones y con sus pensamientos, disminuyendo de esta manera la ansiedad asociada. En general las personas señalan que les resulta de ayuda poder compartir este tipo de voces con los compañeros, ya que les permite abordar un tema habitualmente tabú. En varias ocasiones han expresado que no hablan de estos temas en otros contextos por miedo a un ingreso psiquiátrico.
Se ha incrementado la sensación de control sobre las voces, y en algunos casos se han modificado los contenidos o la intensidad de las mismas. Conocer las estrategias que otros utilizan, así como identificar algunos contenidos comunes y experiencias vitales comunes facilitan estos cambios.
Casi todas las personas han descrito la presencia de voces positivas que les sirven de ayuda y apoyo en situaciones difíciles. Recientemente una persona con un familiar enfermo, comentaba que escuchaba la voz del familiar que le tranquilizaba y le decía que estuviera tranquila que se iba a recuperar. Ni que decir tiene que este tipo de voces no suelen generar problemas a las personas y pueden ser estrategias de afrontamiento eficaces. Además, otro miembro del grupo que hasta ahora solo ha escuchado voces negativas y agresivas, expresó su sorpresa y esperanza al saber que otras personas también escuchaban voces positivas.
Es importante señalar que el hecho de que el grupo exista no significa que estas cuestiones solo deban abordarse a nivel grupal. De hecho, hay personas que no quieren participar en el grupo con las que se trabaja desde este mismo enfoque pero a nivel individual, y otras que aunque sí participan en el grupo, prefieren tratar algunas cuestiones en un contexto individual. Se trata por lo tanto de planteamientos complementarios; la filosofía de Intervoice puede aplicarse tanto a nivel grupal como individual.
Por último señalar que el sentido del humor, utilizado con respeto, puede ser una herramienta terapéutica muy eficaz, contribuyendo a desdramatizar y normalizar situaciones y experiencias que pueden generar mucho sufrimiento. Resulta muy difícil hablar sobre este tema en un artículo escrito, ya que fuera de contexto algunas de estas situaciones pueden ser malinterpretadas, pero sin lugar a duda, el momento en el que una persona puede llegar a bromear o a reírse de algo que habitualmente le genera mucho sufrimiento (en este caso las voces), supone un antes y un después en la forma de afrontar esa situación.
CONCLUSIONES
Aunque la experiencia con el grupo “Aceptando las voces” en el CD Latina lleva tan solo dos años en funcionamiento y el tamaño del grupo no es muy grande, los resultados observados y las dinámicas que se han establecido son muy similares a los descritos en la bibliografía sobre el tema y a los obtenidos por los grupos de escuchadores de voces en otros lugares.
Para las personas que escuchan voces, el simple hecho de poder hablar abiertamente sobre sus voces puede resultar de gran ayuda. Escuchando sus experiencias y sus vivencias, parece necesario adoptar un enfoque más humano, cercano y esperanzador, y facilitar espacios en los que puedan compartir este tipo de experiencias con “iguales”.
Las personas que escuchan voces son las verdaderas expertas en sus propias vivencias, y la labor del profesional cobra pleno sentido acompañando, escuchando, dando apoyo, mostrando interés genuino, transmitiendo esperanza e intentando entender qué le sucede a la persona y de qué manera puede afrontar mejor su experiencia. Para esto es fundamental no centrar la atención solo en las voces sino en la persona de forma integral. Como señala Romme: “las voces son una señal, y no deben ser el único punto de interés en la asistencia de salud mental de las personas que oyen voces”.
Trabajar desde este enfoque resulta muy enriquecedor tanto a nivel profesional como personal. Brinda la oportunidad de conocer más en profundidad a las personas con las que trabajamos y establecer relaciones de apoyo más humanas y auténticas. Sorprende que con el paso del tiempo y los avances en el campo de la salud mental, nos hayamos olvidado de lo obvio, del poder curativo de la palabra, la escucha y la relación. En algunas reuniones y foros profesionales se habla del sufrimiento psíquico con un lenguaje tan técnico y tan frío, que resulta difícil relacionar esos términos con un ser humano, con toda su complejidad y su historia biográfica, llegando a un reduccionismo que en ocasiones resulta ridículo. En el caso de los escuchadores de voces esto es todavía más acentuado, ya que el lenguaje profesionalizado y el marco de creencias con el que hemos sido formados, hace que en ocasiones veamos a “pacientes con enfermedades” en lugar de personas con problemas, con todas las implicaciones que esto conlleva. El Movimiento de Escuchadores de Voces llama la atención sobre este aspecto, aportando un conocimiento valiosísimo que por desgracia muchas veces no se enseña en las universidades, en los másteres ni en los cursos especializados, y que es realmente útil para ayudar a personas que escuchan voces.
Desde la Rehabilitación Psicosocial se ha venido haciendo mucho hincapié en la psicoeducación para personas que escuchan voces como un elemento muy importante en el proceso de rehabilitación, y desde la Psiquiatría también se ha puesto mucho énfasis en trabajar la conciencia de enfermedad. Aunque estos planteamiento puedan resultar útiles para algunas personas, hay que tener en cuenta que dichos términos conllevan una carga ideológica muy grande (suponen que la persona tiene una enfermedad y que ha de ser educada al respecto); se puede correr el riesgo de invalidar la experiencia personal (en este caso escuchar voces) y cualquier explicación alternativa, tratando de imponer una visión que ha de ser aceptada. En la práctica se articula con frecuencia un proceso de comunicación unidireccional, del profesional hacia el paciente, y no tanto un diálogo, llegando a prescindir del valioso conocimiento que la persona puede aportar sobre su propia experiencia y que puede ser clave en su proceso de recuperación. Aunque muchas veces lo hagamos con la mejor intención, supone una visión limitada y limitante, ya que en salud mental no existen verdades absolutas, ni una única forma de entender la realidad o establecer relaciones de ayuda. Escuchando testimonios de personas que se han recuperado de sus voces (aunque algunos siguen oyéndolas), en especial de algunos expertos en el tema tanto a nivel profesional como personal, como Rufus May, Eleanor Longden, Olga Runciman y muchos otros, la no aceptación de “la enfermedad” puede ser en ocasiones un paso necesario para la recuperación, puesto que asumir el “rol de enfermo” puede contribuir a la cronificación del problema e impedir el desarrollo de capacidades y potencialidades que la persona posee, y de estrategias de afrontamiento más eficaces y más acordes con las creencias personales. Aceptar las voces no supone aceptar que uno está enfermo.
Teniendo en cuenta los resultados obtenidos por los grupos de escuchadores de voces en distintos lugares del mundo y los testimonios en primera persona de muchos afectados, se torna difícil no cuestionar algunas de las prácticas habituales llevadas a cabo en la atención y el tratamiento a estas personas, y algunas creencias asociadas a este tipo de fenómenos. Sería interesante que los escuchadores de voces y las personas que intentan apoyarlas y ayudarlas, sean profesionales o no, tuvieran acceso a todo el conocimiento generado por el Movimiento de Escucha de Voces, y pudieran elegir si quieren o no utilizarlo. Este tipo de intervenciones, que por el momento no han demostrado tener efectos secundarios negativos y que suelen ser bien aceptadas, están permitiendo que muchas personas que habían perdido la esperanza la recuperen.
Por último, me gustaría expresar mi enorme agradecimiento y gratitud a todas las personas que generosamente han compartido y comparten conmigo su experiencia con la escucha de voces, ya que ellos han sido y son mis mejores maestros en este tema.
BIBLIOGRAFIA UTILIZADA
Romme, M. y Escher, S. (2005). Dando sentido a las voces. Guía para los profesionales de la salud mental que trabajan con personas que escuchan voces. Fundación para la Investigación y el Tratamiento de la Esquizofrenia y otras psicosis.
Romme, M. y Escher, S. (2012). La psicosis como crisis personal. Un abordaje basado en la experiencia. Fundación para la Investigación y el Tratamiento de la Esquizofrenia y otras psicosis.
Baker, P. (1999). La voz interior. Guía práctica. ¿Cómo tomárselo cuando se escuchan voces?
Downs, J. (2001) Creación y apoyo de los grupos de escuchadores de voces. Publicado por la Hearing Voices Network.
http://www.intervoiceonline.org
Tien, A. Y. (1991) Distributions of hallucination in the population. Social Psychiatry and Psychiatric Epidemiology, 26, 287-29
https://primeravocal.org/category/escucha-de-voces/
Miguel Ángel Martínez Barbero. Psicólogo Centro de Día Latina (Madrid). Red Pública de Atención Social a personas con enfermedad mental de la Consejería de Asuntos Sociales de la Comunidad de Madrid.
Fuente: Boletín Nº37 de la Asociación Madrileña de Salud Mental, Otoño 2014