Publicado por la Editorial Virus, 2010.
Este libro de reciente difusión, aborda una cuestión que quedaba pendiente por calibrar, tanto desde el punto de vista de los movimientos sociales y de la lucha anti-institucional, como desde la propia perspectiva académica (mayormente, desde el terreno de la filosofía, la sociología y la historia). El filósofo francés Michel Foucault (1926-1984) sin duda alguna ha sido posiblemente el autor que más influencia ha tenido en las perspectivas intelectuales más críticas de ambos ámbitos en las últimas décadas. Como señala Francisco Vázquez, prologuista del libro, tras la lenta recepción de la obra de Foucault en España han coexistido dos series de trabajos intelectuales interpelados por el francés. Por una parte, una comunidad de sacerdotes “foucaultistas” empeñados en un trabajo academicista que buscan situar correctamente al autor dentro del panteón de los filósofos más importantes. Así, como bien desgrana Valentín Galván en su libro, Foucault ha recibido varias etiquetas que lo han ido encuadrando en tradiciones de pensamiento concretas, como el estructuralismo, la post-modernidad, la historia de la subjetividad, una neo-Ilustración o incluso, alguna especie de post-marxismo, siendo objeto de múltiples controversias y diferentes lecturas (sociológicas, ácratas, marxistas, etc.) sobre todo en la década de los 80. No obstante, el mérito del libro de Valentín no es tanto -pensamos- el haber sabido dibujar esas líneas de la recepción académica de Foucault, sino que en base a documentos y fuentes directas, ha dedicado la mayor parte del libro a construir una historia de la recepción y uso de las obras de Foucault no tanto al modo del sacerdocio universitario y políticamente interesado, sino de como lo han venido haciendo un grupo mucho más fragmentado y disperso que las han usado como una “caja de herramientas”. A partir de interpretaciones diversas y bastantes libres de su legado conceptual y sus análisis de los mecanismos de poder y de las prácticas institucionales, la obra de Foucault ha funcionado como un auténtico instrumento a la hora de generar investigaciones y trabajos de denuncia conectados en menor o mayor medida con luchas concretas y con una crítica directa del presente. Así, el libro queda dividido en tres partes. Una primera dedicada a esbozar el panorama del pensamiento crítico en el tardofranquismo y la transición, años en los que empezó a difundirse con notoriedad la obra de Foucault. Seguidamente, un capítulo dedicado a la citada recepción extra-académica centrado en el uso del filósofo por parte de intelectuales críticos y algunas luchas muy relevantes en aquellos años. En concreto, el papel de Foucault en los primeros movimientos de psicología crítica y anti-psiquiatría, los movimientos abolicionistas o críticos con el sistema penitenciario (COPEL), los emergentes movimientos post-feministas y de pensamiento crítico respecto a las relaciones de género, y por último, la pedagogía crítica y la crítica a la domesticación educativa de los niños y niñas.
En España, la primera publicación de gran tirada que se hizo eco de las luchas y reflexiones del tema antipsiquiátrico -término polémico ya entonces- fue Triunfo, que en 1973 dedicó reportajes (nº468, 536 y 537) a R. D. Laing y una entrevista a miembros de la comunidad Arbours Association. El del primer número, firmado por J. García Varela, interrogaba: “¿Quién está loco?”. Fue Ramón García quien difundió los primeros trabajos en esta línea (La institución negada y ¿Psiquiatría o ideología de la locura?, recopilaciones elaboradas por la familia Basaglia) de crítica institucional y política a las prácticas psiquiátricas oficiales. Expulsado del Hospital Mental de Santa Cruz en 1973, Ramón García había leído los libros de Foucault y los había usado, entre otros, de herramienta crítica, en concreto, Enfermedad mental y personalidad, y en principio, el texto de mayor influencia en la comunidad psiquiátrica francesa y española, la Historia de la locura en la época clásica. Pronto, otras revistas como Ajoblanco o El Viejo Topo dieron cabida al debate y sitio a la expresión de luchas concretas que empezaron a generarse a través de la creación del “Colectivo de locos”, más tarde el “Colectivo Crítico para la Salud Mental”. Este coexistió con el “Colectivo de Psiquiatrizados en Lucha”, creado en el Hospital de Día de Madrid. Los trabajos de Foucault -aunque no definitivos- ayudaron a que desde dentro un nutrido grupo de psiquiátras presentasen argumentos frente a la psiquiatría institucional. Por ejemplo, dentro de aquel último colectivo, el psiquiatra González Duro desvelaba las oscuras intenciones de las instituciones frente a sus objetos, los supuestos enfermos mentales, con un lenguaje francamente foucaltiano: “Realmente la psiquiatría actúa como una estructura de poder-saber, que define, conceptualiza, clasifica, controla y corrige las locuras de gentes débiles y marginadas, de acuerdo con los intereses y valores de una sociedad `normalizada’ y `normalizante’, valores que corresponden a los de la ideología dominante” (El Viejo Topo, nº7).
En definitiva, aunque el libro de Valentín Galván esté escrito bajo formas académicas e “institucionales”, su estructura y narrativa, así como por el número y la variedad de fuentes utilizadas, hacen de su lectura algo ligero y ameno, que ayuda a tomar conciencia del papel de la obra de Foucault en el pensamiento crítico y la acción política en España y a dar cuenta de lo útil que puede llegar a ser un autor aún cuando lo que genere, cosa que muy seguramente no molestaría al propio filósofo, sean controversias, usos libres, lecturas heterodoxas y aplicaciones prácticas que pudieran traicionar a un supuesto “Foucault” original.