La locura que proyecta Hollywood es la locura que pasa a formar parte del imaginario colectivo. Afirmar que la industria cultural configura gustos y creencias no es ninguna tesis osada, simplemente es una constatación de la realidad. Al igual que de adolescentes aspiramos a ser lo que nos han enseñado que es genial (o cool, que dirían los yanquis), al igual que se nos inoculan universos publicitarios en nuestras más tiernas mentes y deseos que no se corresponden con necesidades reales, las películas, las series televisivas y las novelas de moda nos presentan un montón de lugares comunes que pasan a transfigurarse en verdades aceptadas por la mayor parte de la población. Pensemos, por ejemplo, en el amor… ¿qué idea del amor predomina en la sociedad?, ¿la de la experiencia propia y compartida o la que nos arrojan las pantallas a la cara? En el caso de la locura y el cine, hay una serie de niveles de identificación que van de lo más a lo menos burdo. Por ejemplo, una persona mínimamente culta sabrá que el experimentar crisis psicóticas no le convierten a uno en un asesino en serie. Sin embargo, hay casos más complejos donde se producen peligrosas confusiones. Y esto es precisamente lo que sucede en Una mente maravillosa, una película de un gran éxito en taquilla que ha sido emitida numerosas veces en televisión (ganó 4 óscar, incluyendo la de mejor película). Está técnicamente bien resuelta, es apta para toda la familia y contiene un mensaje bastante esperanzador en el caso de las personas afectadas por un mayor grado de sufrimiento psíquico: el personaje central se acaba recuperando. Y sin embargo, cuando alguien que ha vivido o vive procesos psicóticos (es decir, que llega a confundir lo real y sus propias experiencias psíquicas fuera de lo común) la ve, no puede sino quedarse un tanto perplejo.
Hablar de Una mente maravillosa en un contexto teórico es hablar de la relación entre genialidad / creatividad y locura. De hecho, no es de extrañar leer o escuchar alusiones a ella en contextos académicos. Profesores, conferenciantes, tertulianos, ensayistas…todos hablan de la locura, la genialidad y el abnegado sufrimiento de Sylvia Nasar, actual ex-mujer del John Nash, el matemático que protagoniza la película (que a su vez se basa en una biografía escrita por la propia Sylvia Nasar). Lo que proponemos nosotros es hablar no con ellos, no con especialistas, ni siquiera con familiares de personas diagnosticadas con algún tipo de enfermedad mental, sino acudir (algo que rara vez se le ocurre a nadie) a quienes experimentan alucinaciones, especialmente cuando se encuentran en un estado que favorece la comunicación (bien porque los brotes psicóticos hayan remitido, bien porque exista una conciencia desarrollada del proceso alucinatorio). La experiencia puede hacerse, pero exige al menos dos premisas: la primera es la voluntad de querer conocer y reconocer a la vez que hay experiencias que desbordan la propia formación, y la segunda es reconocer al otro, en este caso una persona habitualmente diagnosticada-estigmatizada como interlocutor posible. Si somos honestos, por más desalentador que ello pueda ser, nos daremos cuenta de que estas premisas no suelen darse en el mundo en el que vivimos. Llegados a este punto, y como nadie nos ha preguntado, hemos decidido contároslo nosotros: Una mente maravillosa en un fake, una farsa que recurre a inventos y falsedades para ofrecer al público una buena dosis de espectacularidad (¿qué es el cine sino espectáculo?).
Alucinaciones las hay muchas y de muchos tipos. En los cuadros psicóticos suelen predominar las auditivas, pero también pueden llegar a ser visuales o incluso olfativas. En cuanto a la gradación, también existe una infinidad de intensidades, que como el lector podrá fácilmente comprender no son cuantificables de manera objetiva, ya que se experimentan en la propia psique del sujeto, un lugar donde no entran los instrumentos de laboratorio. Pero lo cierto, es que la locura no se acompaña de vidas paralelas. Nos explicamos… uno oye voces, incluso se crean personajes en la cabeza, se habla con ellos, se intuye su presencia, se les puede llegar a ver en un momento dado… pero lo que muestra la película, esa existencia de otra vida autónoma, de personajes que pueden ser observados, que se oyen, se tocan, pero no existen nada más que en la cabeza del pobre enajenado, es una sandez. Y sin embargo, es la falacia que se ha hecho fuerte en la cabeza del público, en la cabeza de las personas que nos rodean, la mayoría de las cuales tienen una idea acerca de la locura que se ha ido formando por mera acumulación de mercancías culturales. Si la gente quiere sentarse en su sillón y acercarse a algún tipo de ficción audiovisual cercana a la locura, desgraciadamente tendrá que olvidarse de Rusell Crowe e intentarlo con Hombre mirando al sudeste, Bicho de 7 cabezas o Family life.
Sin duda, los responsables de Una mente maravillosa debieron decidir que la existencia en la cabeza de John Nash de alucinaciones auditivas no era un leivmotiv con gancho suficiente, así que les dotaron de presencia física real y a tirar millas. Además tuvieron la desfachatez de mantener su producto como un film honesto y fidedigno. Cuando median los negocios, la inocencia se esfuma. Todo tiene su razón y su daño colateral. ¿No nos creen? Recurran a la fuente original, al propio Nash:
«¿Le gustó la película sobre su vida?
No reconozco mi vida en ese filme. Me parece una buena obra… de ficción. El libro en que se basa, la biografía de Sylvia Nasar sobre mí, contiene algunas inexactitudes, la película las acentúa todavía más e incluso introduce elementos nuevos, como alucinaciones visuales, que yo jamás experimenté, pero que entiendo que quedan muy bien en pantalla. Pueden tomarse libertades, claro, aunque para mí sea algo duro de digerir. Con Sylvia Nasar, que es una mujer con muchas cualidades, me sentí decepcionado porque me había prometido que, cuando tuviera redactado el libro, me lo daría a leer antes de su publicación, por si hubiera cometido algún error y este pudiera ser rectificado antes de la imprenta. Ese era el pacto. Y se lo saltó. No leí nada hasta que estuvo en la calle, ella lo atribuyó a las prisas del editor. Pero yo creo que es porque había errores y exageraciones que ella sabía que no aceptaría.»
Fragmento de entrevista realizada por Xavi Ayén, titulada “La locura es un sueño del que se puede despertar” y publicada por Magazine el 13/09/2009.
Psiquiatrizados en Lucha (Madrid, junio del año 29 de la Era Orwell)
PD: Si se busca en inglés, los lectores de primeravocal.org podrán encontrar numerosas declaraciones es este sentido, e incluso alusiones a sus propias alucinaciones auditivas.