La reinserción imposible, de Enrique González Duro

Os dejamos dos charlas del 2007  (esta y la entrada siguiente) que nos han facilitado los compañeros del Local Anarquista Magdalena. Desde aquí les queremos agradecer el arduo trabajo que sabemos que supuso la transcripción.

El fármaco ideal para la industria que lo produce es aquel que te alivia pero no te cura, porque te obliga a tomarlo toda tu vida. Si te cura en una semana se acaba el negocio; pero el chollo es estar vendiéndote toda la vida preparados que no tienen ninguna garantía científica de eficacia, simplemente puro empirismo…

Durante los días 23, 24 y 25 de febrero de 2007 tuvieron lugar en el Local Anarquista Magdalena de Madrid las segundas Jornadas sobre Salud Mental. Fruto de estas jornadas son las charlas aquí transcritas, cuya publicación hemos considerado que tendría interés y podría aportar algo al terreno tanto teórico como práctico de la salud mental.

Para aquellxs que desarrollan o desarrollamos una actividad o lucha dentro de los que podríamos llamar ámbitos anticapitalistas, tanto las publicaciones, como actividades e incluso la mera información relacionada con este tema resulta en la mayoría de los casos escasa, especialmente en el terreno más práctico. Sin pretender profundizar en esta introducción en la actual situación de la enfermedad mental o en el porqué de la existencia (o inexistencia) de ésta, en términos generales sabemos que el sistema de salud mental falla, somos conscientes de que el trato tanto “terapéutico” como social recibido por quien es catalogadx como enfermx mental, lejos de acercar a la persona a una verdadera curación, la aleja cada vez más de ésta, y en la mayoría de los casos la empuja hacia una adaptación forzosa a la  vida “normal” a base de pastillas.

Como personas críticas y comprometidas en la lucha por la destrucción del capitalismo somos capaces de ver la relación directa que se da entre dicho sistema y el increíble aumento de diagnósticos de enfermedades mentales, diagnósticos estos que por otro lado se ven sujetos a condicionantes de interés tanto “científico” como económico. Sin embargo, a la hora de la verdad, nos vemos atadxs de pies y manos cuando somos nosotrxs o nuestra gente más cercana quienes nos encontramos frente a la enfermedad mental y entonces, bien por desconocimiento o bien por impotencia y desesperación terminamos recurriendo irremediablemente a los métodos mas normalizados y normalizantes (con todo el mal sentido que pueda encerrar esta palabra) del sistema de salud mental.

Referido precisamente a situaciones como esta y pretendiendo arrojar un poco de luz a la pregunta de ¿qué podemos hacer? se enfocaron estas segundas jornadas en las que, a cargo de Yolanda Nievas (Psicóloga) y Josep Alfons Arnau (Educador social), se hizo un taller de posibles actuaciones de apoyo frente al sufrimiento psíquico. En dicho taller, transcrito en estas páginas, como su nombre indica se dan posibles pautas a seguir a la hora de intentar dar un apoyo más cercano a la persona fuera de los métodos o método más tradicional, que es acudir directamente a un/a psicologx/ psiquiatra. No obstante y teniendo en cuenta la probabilidad bastante grande de que se den casos de gente que necesite otro tipo de apoyo más especializado, se adjunta un decálogo a tener en cuenta si se precisa ayuda y se decide buscarla en un/a profesional de la psicoterapia o el asesoramiento aportado por los propios ponentes de la charla, en él se incluyen ciertas condiciones a tener en cuenta a la hora de elegir el tratamiento y la ayuda que se quiera recibir. Previo a estos textos se ha incluido la charla de Enrique González Duro (psiquiatra que, junto con otros especialistas de la materia, introdujo y desarrolló en cierta manera la antipsiquiatría en España) llamada la reinserción imposible, en la que nos pone un poco en situación del actual estado del sistema de salud mental en España y el concepto tanto social como profesional que se tiene de la enfermedad mental.

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Cuando hablamos de la reinserción imposible, hablamos de rehabilitar a un enfermo, lo cual tiene un tufillo raro. En la mayoría de los países, y concretamente en este, se desgaja, por una parte, la asistencia psiquiátrica, que al cabo de los años se va dividiendo en dos sectores: uno que recibe el evanescente nombre de salud mental, que no se sabe muy bien lo que es ni lo que significa, que habla de planteamientos supuestamente comunitarios, colectivos, no centrado en los manicomios sino en los centros de salud mental, pero que atiende sobre todo enfermos agudos, en los ambulatorios; y el otro, las unidades psiquiátricas de los hospitales. Esa es la cobertura pública, que desde finales de los años 80 va funcionando. Va funcionando cada vez peor, porque, si bien es cierto que los dispositivos asistenciales han aumentado, la multiplicación de la demanda de atención psiquiátrica y psicológica ha crecido tanto, que francamente están colapsados. Se da ahora una situación que se parece mucho a la época del franquismo, -con menos enfermos y menos dispositivos- con ese tipo de atención que consistía en dedicar al paciente cinco o diez minutos, tras un tiempo de espera de dos o tres meses. Yo no sé si esto anuncia lo que es temible, que es la privatización de la salud pública, claves ya hay suficientes, y si nos fijamos en el país puntero en el que siempre nos queremos reflejar, Estados Unidos, la privatización es absoluta. Y así está. Muchos datos indican lo desastroso de su situación, y al llegar al tema de salud mental vemos que los índices son muy inferiores a los de cualquier país del llamado primer mundo. Estados Unidos es el país que más gasta en sanidad y tiene unos índices de salud que son incluso más bajos, en algunos aspectos, que los de Cuba que, naturalmente, tiene un gasto bastante inferior.

El caso es que se desgaja por un lado la salud mental, que no sabemos bien lo que es, que presta una atención ambulatoria a los pacientes, y por otro una unidad psiquiátrica en los hospitales, es una asistencia medicalizada, lo cual supone una contradicción tremenda: ¿cómo se entiende que, si en la salud mental intervienen factores biológicos, familiares, sociales, psicológicos, etc.,  la única respuesta que se dé sean los medicamentos?. Y, por otra parte, cómo, tanto los medicamentos como los ingresos -totalmente medicalizados y medicalizantes-, cómo esas dos estructuras se llaman salud mental. Yo a veces he pensado si es que los psicólogos han tenido tanta fuerza para presionar y conseguir meterse en el dispositivo sanitario, pero no creo que tuvieran tanta fuerza, ni que la cosa surgiera tan simplemente.

Y de esto queda totalmente separada desde el principio la asistencia a los llamados enfermos crónicos, que antiguamente se trataban en los manicomios y básicamente les dejaban allí hasta que murieran –se morían pronto, porque las condiciones del manicomio eran tan pésimas, que el índice de mortalidad se disparaba respecto al del resto la población-. El manicomio, que por cierto sigue existiendo. Ya no es el eje de la asistencia pero existir existe: se han convertido en residencias, centros de rehabilitación, y de ahí es de donde viene la palabra. ¿Qué hacer? En este plan de reforma que se hace en el 86 se aborda el tema de los crónicos. Se dicen básicamente dos cosas: a los crónicos se les someterá a planes de rehabilitación y serán externalizados para que la sociedad se haga cargo de ellos, lo que equivale a decir instituciones privadas, puesto que las administraciones públicas renuncian a los enfermos crónicos. Rehabilitar algo significa que ese algo previamente ha sido inhabilitado, y eso estaba muy claro con los enfermos ingresados en los manicomios, que eran unos 40.000; y cuando salgan del manicomio, como quieren los progres, pues ya estarán rehabilitados. Y si no, que se haga cargo la familia de ellos, y si no, se morirán pronto y en una o dos generaciones desaparecerán. Entonces, lo único de que precisan es asistencia social. Se pensaba ingenuamente que una vez pasado esto, el problema actual no existiría, creían que era un problema de asistencia social, que no tendría que estar en el campo de la salud. Y así se hizo. En la mayoría de comunidades autónomas se separaron drásticamente los servicios de rehabilitación, o de asistencia social, y los servicios de salud mental, lo que permitió reconvertir los manicomios. Curiosamente, ya que habían sido acreditados centros de inhabilitación y de pronto quieren convertirlos en centros de rehabilitación, a cargo de los servicios sociales. Eso es como negar su condición de enfermos, llevan siendo enfermos toda su vida y ahora resulta que no son enfermos, que lo que necesitan es un cierto apoyo social y nada más.

Pasa el tiempo, y crónicos sigue habiendo, es decir, crónico no era el que estaba encerrado en un manicomio, sino que, al revés, era un enfermo que la sociedad no tenía otros recursos y otros planteamientos más que  encerrarlo, en tanto que eran considerados peligrosos. Ocurre que, desde el s. XIX, toda la estructura de atención psiquiátrica se basa en la peligrosidad de los enfermos mentales. El enfermo es un ser peligroso y así es definido siempre por los propios psiquiatras, que quieren abrirse un campo de intervención social que no hubieran tenido fácil de otra manera.  Calificar a los enfermos mentales de gente socialmente peligrosa, interesaba a los poderes públicos y edificaron esos mamotretos que serán los manicomios, para atenderles utópicamente, pues su pretensión era curarlos. Al cabo de años resulta que encontramos la situación de unos enfermos crónicos que no están hospitalizados de manera permanente pero que están inhabilitados. El enfermo mental ya no es un peligro público, ya no interesa a los poderes públicos, y si en algún caso supone un peligro, para eso están las cárceles. Y pongo un ejemplo: en Estados Unidos hay 200.000 enfermos mentales en prisión, habiendo sólo 60.000 plazas en hospitales habilitadas específicamente para tratarlos, con un índice de hospitalización bajísimo, por tanto hay que echarlos a la calle rápidamente. Hemos pasado de que el Estado quiera retener a los enfermos mentales como ente socialmente peligroso y manejarle a todo lo contrario, no es peligroso sino que es basura. Y digo basura con toda la intención: no hay sitios para ellos, si cometen un delito van a la cárcel, y en la calle resultan una basura molesta. Por poner un ejemplo, las calles de Nueva York se han vuelto absolutamente peligrosas para los parias. La tolerancia cero es limpieza de pequeños delincuentes o de gente que estorba, entre los cuales están incluidos los enfermos mentales sin recursos, que son una parte importante de la enfermedad mental. Sin recursos, sin familia, sin techo, son sometidos periódicamente a auténticos barridos. Eso explica por qué las cárceles están llenas de enfermos mentales. Y luego, por una especie de fariseísmo, el tiempo de estancia de un enfermo mental en una cárcel estadounidenses, -que no está ahí por haber cometido ningún delito, simplemente ha sido arrestado durante una serie de redadas para sacarlos de la vía pública- es superior al de los presos que están ahí por haber cometido un delito. Esto daría mucho que pensar.

¿Y qué pasa con la rehabilitación? La primera pregunta si pensamos en una rehabilitación es dónde se van a rehabilitar los enfermos que previamente han sido inhabilitados. ¿En las cárceles? Se desgaja, como decía, la rehabilitación de la salud mental, y se crean, y en este país se ve cómo en muchas comunidades están separados en distintos departamentos los servicios sociales y el área de salud mental, una escisión en donde se habla de rehabilitación psicosocial. Se crean sociedades de rehabilitación en donde hay asociaciones científicas, cursos especializados, revistas, etc., rompiendo absolutamente un principio que en los años 40 y 50, después de la segunda guerra mundial, que fue cuando en algunos países se hicieron avances sinceramente abiertos, decía que “la mejor rehabilitación es aquella que empieza desde el principio”, es decir, que había que evitar que el enfermo quedara inhabilitado. ¿Cómo?. Pues de muchas maneras: la desmantelación de la red manicomial, la reconversión de las estructuras asistenciales dentro de la comunidad, etc. El objetivo era que la situación del paciente no se cronificara. Sin embargo ahora ocurre que la rehabilitación empieza a funcionar cuando ya se ha producido una cronificación, con lo cual nos encontramos con una paradoja: por qué se cronifica a los enfermos (o no se evita que se cronifiquen) para después intentar rehabilitarlos. Interesa crear aparatos que no sirven para nada pero que rellenan el hueco. Cuando hay un problema se crea una comisión ministerial o interministerial, se crea un aparataje siempre insuficiente, siempre mal dotado, siempre escaso, para atender los servicios de rehabilitación en paralelo a los servicios de salud mental. Unos servicios de salud mental que no paran de producir enfermos crónicos, por muchas insuficiencias, entre otras razones porque la asistencia que se presta de forma vulgar es meramente medicalizante. Y eso puede valer en los ambulatorios, con enfermos leves, pero con enfermos graves, enfermos psicóticos, no, eso es clarísimo. De tal punto, que cuando uno oye hablar de rehabilitación psiquiátrica actualmente se pregunta si la rehabilitación significa incurabilidad del paciente, porque tenemos que tener claros los conceptos de qué estamos haciendo y para qué. ¿Es incurable el paciente?, ¿se parte de esta base?. Se crean unos servicios complejos de rehabilitación, algunos de los cuales, paradójicamente, están instalados en los mismos edificios manicomiales del pasado. La opinión que tengo de la gente que trabaja en rehabilitación es que trabaja con criterios de incurabilidad, saltándose un poco a la torera todo lo que se hizo en la época, digamos, mejor de la psiquiatría, en la que se plantearon cambios estructurales en profundidad, en los años 40 y 50, antes de la aparición de los psicofármacos.

Y yo quisiera hacer aquí una salvedad sobre lo que se dijo ayer de que los psicofármacos habían contribuido a cerrar el manicomio. Relativamente. Han contribuido a vaciar el manicomio. Todos los planes de transformación surgieron en países europeos (entre los cuales, por supuesto, España no se encontraba)  y se plantearon antes de la aparición en el mercado de los psicofármacos. Los primeros psicofármacos aparecen en el mercado en el año 52, 53 y todos estos planteamientos aparecen ya en Inglaterra con el gobierno laborista en los años 40. Entre estos planteamientos estaba ya la rehabilitación de los enfermos, que previamente habían sido inhabilitados, pero la vocación era rehabilitarlos en un sentido curativo, conseguir que los enfermos pudieran llevar una vida relativamente normal y valerse por si mismos. Y esto surge antes de la aparición de los psicofármacos, de tal manera que en los países que se plantean esta reforma los psicofármacos tienen esa utilidad, efectivamente facilitan,  facilitan el plan, pero cuando ese plan no existía los psicofármacos sirvieron para todo lo contrario, y eso es lo que sucedió en España. En España los psicofármacos, que no se introdujeron de manera generalizada hasta los años 80, sirvieron para atiborrar. Y me explico. Yo en los años 80 fui director de un manicomio pequeño en el que cabían casi 900 enfermos, el 90% de ellos crónicos de una media de hospitalización de 15 a 20 años, y los psicofármacos lo que permitían era meter más enfermos: estaban más tranquilos, cabían más. Y cuando uno examinaba las estadísticas se daba cuenta de que cuando aparecieron los psicofármacos aumentaron los ingresos. Quisiera matizar esta afirmación, porque los psicofármacos, dependiendo del uso que se les dé pueden ser utilizados, y de hecho son utilizados, para machacar a la gente; pueden ser utilizados para aliviar síntomas; pueden ser utilizados para vaciar el manicomio, pero también para llenarlo; entonces el planteamiento conceptual de lo que queremos es fundamental. Y hay que tener presente que la rehabilitación parte de un supuesto: los enfermos son incurables. El hecho mismo de que la organización de la asistencia de la salud mental esté desgajada viene a mostrar que no se cree que sean curables, en el sentido médico de la palabra. ¿Acaso es ya un enfermo?. El tratamiento entonces podría ser similar al de los retrasados mentales.

En contra de todos los planteamientos que se habían hecho hasta el momento, surge tras la Segunda Guerra Mundial la idea de rehabilitación. Pero claro, esos planteamientos se dan en una sociedad que quería cambiar, y no solamente en los psiquiátricos, sino en todo. Era una sociedad que estaba progresando económicamente muchísimo, necesitaba mano de obra y los enfermos mentales eran necesarios como mano de obra para trabajar, entonces era posible la rehabilitación, incluso laboral. Y al mismo tiempo el Estado se ahorraba dinero: “te ayudamos a ser independiente, a encontrar trabajo en una sociedad que ofrece empleo”. Eso aquí en España ni lo vimos. Aquí lo que se llamaba “terapia ocupacional” era una forma de ahorrar dinero: se pone al enfermo a trabajar, se le paga con un paquete de cigarrillos y nos ahorramos el salario. A eso se le llamó “labor terapéutica”.

(Aquí comienza el turno de preguntas, del que hemos elegido los fragmentos que consideramos más interesantes)

(…) Ahora hablamos de rehabilitación con pacientes cronificados, y además la sociedad ha cambiado. Cuando se hacen esos programas tan sofisticados de  rehabilitación de crónicos, de promoción profesional… Pero bueno, ¿dónde van a trabajar?. ¿Cuál es el objetivo?. ¿Qué trabajen?. ¿Qué trabajen curados o sin curar?. Si trabajan sin curar lo mismo hacemos con los subnormales: les damos un trabajo facilito, que ganen un dinerillo que nunca, nunca, nunca les dará la autonomía suficiente como para emanciparse y vivir la vida propia. Entonces, ¿qué hacer?. ¿Trabajar y hacer programas en una sociedad donde, como decía ayer Rendueles, hay una precariedad en todos los empleos enorme?. ¿Cómo pretendes, si los que no han sido estigmatizados y no tienen que tomar psicofármacos no encuentran un empleo estable, cómo demonios lo van a encontrar los enfermos mentales, a los que se les ha puesto la etiqueta y además se les ha hecho tragar en los cursos de formación que son unos enfermos que tienen que tomar la pastillita toda su vida?. Se aspira a que tengan un empleo estable cuando ni la población “normal” puede aspirar a eso ya, debido a la precariedad absoluta que existe. ¿Cómo lo van a conseguir?. Quizá alguno de manera simbólica… Yo francamente creo que con la etiqueta de enfermo y tomando la medicación… Porque la medicación no es inocua: es evidente que un neuroléptico inhibe las capacidades, y si no prueben los que no hayan tomado nunca neurolépticos a tomar uno.

Aún en caso de que trabajaran, perderían el empleo rápidamente, porque precisamente donde el enfermo mental falla más, es justamente en algo que no se trabaja en la rehabilitación, que es la comunicación. Cualquier trabajo que uno desempeñe en la vida social necesita de la comunicación con todos los demás; si falla la comunicación con los demás, por muy bien que sepas el oficio no duras ni un mes.

Por otra parte, la falsedad de muchos de los programas. De los pocos estudios serios que se hacen, en el terreno de la salud mental, se comprueban cosas muy curiosas. Por ejemplo, se hacía un seguimiento a un grupo de pacientes sometidos a un programa de rehabilitación con personal preparado, en cuanto a habilidades sociales, etc. Resultados que luego se medían con un grupo de psicóticos, de enfermos crónicos sin techo, sin hogar, sin tratamiento, sin programa, y demostraban más habilidades sociales que los que estaban tratados y sometidos al programa, lo cual es lógico: un psicótico sin hogar y sin familia es un individuo que tiene que buscarse la vida y desarrolla espontáneamente una serie de habilidades sociales y recursos que, probablemente, ese enfermo sobreprotegido por la familia, sobremedicado, constantemente controlado, vigilado en sus horarios y actividades, presionado, no tiene. Rehabilitar debería ser que el individuo volviera a ser una persona “normal”, dueña de sí misma, autónoma…

(…)Y yo me pregunto, ¿qué autonomía tienen los enfermos que están, en muchos casos, incapacitados?. No digo que todos, pero hubo una moda de hace 10 ó 15 años, pero que todavía está, que incapacitaban a cualquiera que pillaran por delante. Y yo no sé si la gente sabe lo que significa estar incapacitado, es la muerte civil del individuo: no puedes casarte, ni trabajar, ni votar, en el caso de que sirviera para algo. Entonces dices, vamos a ver, ¿cómo vamos a rehabilitar a un  tipo que está incapacitado?.

Eso por un lado, y por el otro, todos tienen una pensión, y esa pensión es incapacitante laboralmente, entonces ¿de qué rehabilitación hablamos?. Y eso es una trampa tremenda, la pensión, porque siempre es lo suficientemente baja para que el individuo jamás tenga autonomía. Jamás tendrá la posibilidad de vivir al margen de la familia, y si lo hace tendrá que irse a la calle a pedir limosna. Es decir, jamás podrá vivir su propia vida. Es verdad que si a un enfermo crónico le quitan la incapacitación y la etiqueta de enfermo muy difícilmente va a encontrar trabajo, más vale ir sobre seguro, aunque la pensión es absolutamente insuficiente para que alguien pueda desarrollar su propia vida. Y esto genera el círculo vicioso: si tú no generas estabilidad jamás te podrás ir de casa; y si jamás te vas de casa, serás el tormento de la familia y la familia tomará medidas contra ti. Una de ellas: que te tomes la medicación, niño…

(…)En Estados Unidos, las asociaciones de familias, que hablan de grupos de autoayuda, tratan de presentarse como que defienden los intereses del paciente y no, defienden los intereses de las familias de los pacientes, que coinciden a veces con los intereses del paciente y muchas veces no coinciden, como las prácticas que utilizan lo evidencian cada dos por tres. Por supuesto que el discurso de las familias no tiene nada que ver con el los reducidos grupos de psiquiatrizados que han elaborado su propio discurso, no tiene nada que ver. Estas asociaciones de familias representan un grupo de presión con bastante poder, y han recomendado, por ejemplo, a todos sus socios que no hagan terapia familiar. Terapia familiar es un planteamiento teórico-práctico que yo creo que es de los más serios que ha habido en la historia de la psiquiatría en cuanto a la concepción y al tratamiento de la psicosis. Pero claro, ese planteamiento significaba que la psicosis era una enfermedad familiar, que si queríamos realmente ayudar a un paciente no podíamos individualizarlo como alguien aparte, una especie de marciano que surge en el seno de una familia normal no se sabe muy bien por qué, etc., sino que parte de que hay un problema de comunicación intrafamiliar y que no se puede entender la enfermedad mental, y concretamente la esquizofrenia, si no es en términos de comunicación familiar: es el grupo familiar el que está enfermo y por tanto debe ser tratado el grupo al completo. La terapia familiar escarba, y prefieren algún medicamento milagroso…

(…)Y lo último que las familias están pidiendo, y probablemente lo consigan, es el tratamiento ambulatorio obligatorio. Con lo cual se hace imposible el pacto con el paciente, el diálogo, pues es la familia en última instancia la que decide…

(…)El fármaco ideal para la industria que lo produce es aquel que te alivia pero no te cura, porque te obliga a tomarlo toda tu vida. Si te cura en una semana se acaba el negocio; pero el chollo es estar vendiéndote toda la vida preparados que no tienen ninguna garantía científica de eficacia, simplemente puro empirismo…

(…)Qué casualidad que estos medicamentos tan milagrosos, precisamente los usuarios los rechazan. ¿Por qué?. Habría que preguntárselo a ellos. Yo creo que lo que les genera rechazo, más que los efectos secundarios de la medicación, es asumir el rol de enfermo para toda su vida, porque es un rol invalidante y eso lo rechaza todo el mundo. El hecho de tomar medicación implica muchas cosas. Eso puede llevar también al enfermo a la óptica de pensar que yo no tengo enfermedad si no tomo medicación. Eso no es cierto. Lo que hay que ver es cómo se solucionan esos problemas. ¿Con pastillas?. ¿O las pastillas son una cosa que alivia, pero que el paciente no debería estar en contra de eso, puesto que el objetivo es aliviar su sufrimiento?. Es decir, lo que genera rechazo es la imposición, es lo que significa, es el pronóstico de que no se curara; eso provoca rechazo en todo el mundo…


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