Testimonio Ciempozuelos

Publicamos este relato en primera persona sobre un ingreso en el Complejo Asistencial Benito Benni de Ciempozuelos (sur de Madrid). Agradecemos a la persona que lo ha escrito que haya decidido compartirlo de manera pública.

Mi experiencia en el pabellón de la UHB 7A en Ciempozuelos durante el pasado invierno fue de un total de 35 días; esto me llevó a establecer auténticas relaciones de amistad con varixs compañerxs quienes vivían un “secuestro” más largo, compañerxs a los cuales les mando mimos y saludos. (A.; B.; E.; va por vosotras y por el escuadrón feminista).

Quiero dejar en constancia que, había leído previamente libros tanto de psiquiatría, contrapsiquatría y anticarcelarios: este tipo de información me resultó muy útil y, en consecuencia, pude resistir gracias a una disciplina autoimpuesta basada en mis diarios, la lectura, una tabla de ejercicio y caminar a parte unos 20 minutos por los pasillos de manera diaria. De no ser por esto, reconozco que la estancia hubiese sido insoportable.

Intentaré sintetizar lo máximo para no resultar espesa.

Deseo dejar reflejado para aquel, aquella, aquelle, que lea estas líneas la importancia de estar acompañado de una persona de confianza durante el tránsito: de no ser por mi querido amigo J. quien, me asistió en el hospital, me hubiesen sujeccionado, aplicado contenciones mecánicas, sin lugar a dudas en la observación del Hospital 12 de Octubre ante la atenta mirada del psiquiatra de guardia y los discípulos residentes.

-Sientes que te tocan ¿Verdad? -preguntó el loquero.

-¡No por dios, no! -respondí.

Atención con esa pregunta. Atención máxima a lo que te quieren inculcar respecto al pensamiento y acción porque, si me estaba revolviendo y vomitando en la camilla era producto de la ansiedad derivada a: una relación de violencia de género recién concluida, un juicio aplazado sin preaviso y una semana alimentándome exclusivamente a base de trazadona y cerveza a grados ingentes debido al estrés.

El Complejo Asistencial Benito Benni, es un centro concertado, pertenece a la Orden de las Hermanas Hospitalarias y en consecuencia, el paciente tendrá alguna representación religiosa en su habitación o se le animará a hablar con el cura-psicólogo una vez a la semana… cura quien no duda en extender la hoja parroquial de turno u ofrecer una pequeña misa. Como me imagino que sucederá en otros espacios de reclusión semejantes, la dinámica de UHB 7A de Ciempozuelos es todo bajo el paradigma de “a posteriori”. Nadie, a excepción de los compañerxs te explica cómo funcionan las cosas que, aunque sean simples: despertar-ducha-medicación-fumar-desayuno-fumar-terapiaocupacional-fumar-medicación-fumar-comer-fumar etc… esconden un entresijo complejo. Y si te dicen que las cosas “son así” es después del hecho. Por ejemplo, que entren los auxiliares nocturnos a tu cuarto y enciendan la luz mientras duermes “para ver si estás durmiendo” es una clásica de maltrato policial pero sin embargo, un clásico psiquiátrico para “preservar la integridad del paciente” [sic]. Para cuando viví esta escena en mis propias carnes monté en cólera ¿Qué demonios hacía un auxiliar masculino entrando a mi habitación, encendiendo la luz de madrugada, perturbando mi sueño?. Protocolo, querida, protocolo.

Independientemente de hacer humor de la tragedia, es así: lo único que sacas en claro de Ciempozuelos es el recorte sanitario y la externalización de servicios. 3 auxiliares para 22 pacientes de los cuales, 2 ó 3 tienen un grado severo o grave de dependencia. Los psiquiatras pasan consulta una media de diez minutos cada tres días. El psicólogo no existe. La terapia ocupacional: cinquillo o petanca a lo sumo, una sesión de zumba del Youtube aunque siempre habrá sesiones de meditación donde uno aprovecha para dormir… los efectos secundarios de la medicación. Las tardes son un infinito vacío a la espera de la llamada de tus seres queridos, del teléfono móvil que puedes usar en el patio y cómo no, de la gloriosa máquina expendedora de café.

Durante este ingreso, he visto cómo una paciente en silla ruedas pidió durante horas ser cambiada de dodotis ante sus necesidades: caso omiso, era más interesante para los auxiliares jugar al Candy Crush y vacilar a los pacientes. También, he sido testigo de cómo sujeccionaron a un compañero al decir “huele a marihuana” creyendo que era un delirio cuando en efecto, había otro paciente fumando porros de extranjis en el patio. Durante este ingreso, he comprobado cómo la inercia es inercia: cómo retiraban bolígrafos porque “sí” a ciertos compañerxs a otorgárselos con la misma punta pilot y parsimonia a una paciente con un intento autolítico muy delicado. También, he sido testigo de un acto de auténtico voyerismo por parte de los auxiliares a través de las cámaras: “Aquí estamos, pendientes de a ver si se lían”. (sic) Y lo curioso fue precisamente esto: no dejaban ni dar un abrazo sincero a un compañerx pero había excepciones como la mentada, minutos dejando bailar bachata a otros pacientes en una habitación aparte. Morbo psiquiátrico, alguien tiene que hablar de ello.

¿Qué esperar de un centro moderno donde su repertorio de películas está “el Club de la Lucha”, dibujar mandalas y una en sopa de letras reproducida hasta la náusea cuyo titular es “Apocalipsis 22”? –Pobre de aquelle que padezca delirio místico-.

Pero también quiero dejar reflejado cómo escuché de la misma boca de la directora diciendo a una enfermera “lo mucho que le inquietaba los experimentos psiquiátricos que se producen en el lugar, el autorizarlos” (sic). O cómo con pespunte enervado, esta misma directora quiso hacer creer a su subordinado que, una compañera y yo, estábamos alucinando por mirar a un gato a través de la ventana. Morbo psiquiátrico, alguien debe de hablar de ello.

Pueden cambiar de número cuando se les antoje sin embargo, cuidaros de la estar en la 7022 que, es una de las habitaciones para los recién llegados. Cámaras, baño compartido, y sin armario: te otorgan la ropa cuando los auxiliares se aclaren dentro de su desorden. Estuve durante días sin poderme cambiar a pesar de pedir ropa limpia varias veces: se pasaban la pelota de un turno a otro de auxiliares y ya, a la quinta, la lié parda.

-No pararemos hasta que llegue el día, en que toda jaula quede vacía- cantaba castigada contra la pared del cuartucho, llorando a moco tendido.

-Que te has pasado siete pueblos, que le has pegado una patada a la puerta- dijo un auxiliar.

-Llevo 3 días pidiendo mi ropa.

-Cállate o te atamos- dijo otro poniendo las hebillas a la cama.

-No tenéis valor, os va a remorder la conciencia toda la semana. No vais a poder dormir.

-Mira niña, te tranquilizas ¿Verdad?

Dar donde más duele: ¿Quién controla al que controla?. Pacientes de Ciempozuelos, no os limitéis a controlar al auxiliar B. quien, parece policía. Controlar a los teleñecos de la noche quienes os roban el sueño. Un abrazo enorme a la compañera A. quién de extranjis me ruló unos calcetines y unas bragas limpias durante la madrugada. Lo mejor de todo es, cuando te van a dar el alta: cuando te pasan un cuestionario cual hotel de Triadvisor. En serio, te preguntan sobre la calidad de las sujeciones en caso de haberlas recibido. ¿BDSM o DSM? Morbo psiquiátrico, alguien tiene que hablar de ello.

En mi caso, puedo hablar de la doctora B. quien, no dudaba ir vestida de plástico-vinilo-polipiel para pasar consulta –valga la parafernalia- y cuya edad, probablemente sea similar a la mía. Una mujer que, dicho sea de paso, ya no está allí.

-No, no te hagas ilusiones, los pacientes no os apoyáis los unos a los otros…

-¿Me lo dices tú o lo sentencia el patio?

El código del paciente: quien haya entrado de nuevas y más aún si viene de Guantánamo, tiene derecho a un cigarrillo por parte del grupo. Guantánamo, esa unidad psiquiátrica del 12 de Octubre donde los pacientes no atisban el aire ni la luz del sol.

Mi ingreso como tal, se produjo de manera voluntaria… voluntariamente inconsciente pues, en ningún momento me explicaron dónde iba a ir o qué medicación me estaban dando en el 12 de Octubre –a menos que me fijase en el cachito de blíster de la pastilla-. Otra cosa ya es en el mismo UHB 7A donde al menos en mi caso, siempre me extendieron la hoja con la pauta medicamentosa. Recientemente he visto un pdf combativo donde refieren a que siempre vas a estar asesorado por un abogado presencial si solicitas el alta legal voluntaria: lamento decir que no fue así, me soltaron con una tablet en un cuartucho y apenas me dejaron hablar… su argumento, otro ingreso que tuve y que se había producido hacía veinte años atrás. Nada más que reflejar. Jamás vi mi sentencia. Me dieron de alta cuatro días más tarde. No tengo ni un puto documento. Quiero decir que no sé si me dieron de alta porque era alta médica o el alta judicial que había solicitado.

Otro de los grandes momentos de este centro “moderno” son las terapias grupales. Lugar donde se mezclan psiquiatras, pacientes y auxiliares para expresar… la pedrada del día. Para el paciente incauto es su momento de gloria a la par que un bonus track de terapia: el psiquiatra no aportará nada en cuestión, sólo recogerá más información sobre el mismo que toma la palabra. Infructuoso y obligatorio, no está exento de momentos de humor:

-A éste, habría que fusilarle- dijo sin reparos una compañera hacia un carcelero psíquico.

Por supuesto que nunca se sale bien de un ingreso, se sale peor porque te despojan de tu esencia: la vida en esos lugares solo circunda entorno a la comida, deposiciones, medicación, el sueño y fumar. Auténtica granja humana. No sé dónde ubicarme. Reconozco haber tenido una suerte tremenda: he visto a pacientes con 10 pastillas diarias mientras que yo sólo tomaba dos. He conocido a todo tipo de personas más o menos entrañables y, lo que más me preocupa ahora mismo son aquellas que desean un aumento de su dosis o un nuevo ingreso. Alguien tiene que hablar de esto: de la dependencia que suscitan esos antros. Hay que poner el dedo en las múltiples llagas como puede ser, a los auxiliares de enfermería por vocación que los auxiliares cuasicarceleros. La auténtica esgrima, no sólo está en tener presente la sofisma, la argucia, la falacia de los psiquiatras y sus tridentes también, de los que para ellos, hacen el trabajo sucio: de los auxiliares y celadores. Desearía de corazón, que hubiese un movimiento auténtico antipsiquiátrico en el estado español porque, el apoyo genuino que puede recibir alguien sólo puede provenir de alguien que haya pasado las mismas cuitas.

Pd: Aprovechando las circunstancias, quiero dejar en constancia que pare Van Gogh, resultaría muy tranquilizante el que dejen de poner sus cuadros en todas las unidades psiquiátricas. Morbo psiquiátrico, alguien tiene que hablar de ello.

A luna creciente de Enero del 2023.