Sobre la necesidad de crear nuevas e individualizadas estrategias para afrontar el hecho de oír voces

Dentro de los materiales sobre la escucha de voces, unos de los más populares son aquellos que recogen estrategias concretas para poner en juego cuando se están oyendo voces dentro de la cabeza. Aquí puedes encontrar la más clásica de las listas realizadas, una aportación del grupo de Hearing Voices de Manchester [en inglés hay más textos al respecto, como por ejemplo estos: 1, 2 y 3]

Estas recopilaciones se suelen hacer básicamente de dos maneras: la primera, y más habitual, es la simple puesta en común entre personas afectadas de manera directa por la experiencia, la segunda tiene más que ver con la elaboración de textos académicos donde se cita bibliografía y se recoge de una manera indirecta las ideas propuestas por las personas que oímos voces. En cualquier caso, lo importante es recoger ideas y compartirlas, teniendo siempre en cuenta que lo que le sirve a una persona no tiene por qué servirle a otras, y que la riqueza que supone el mero hecho de compartir facilita la búsqueda de cada cual y aporta pistas para poder indagar maneras de manejar una experiencia que en ocasiones puede llegar a ser realmente extrema.

Si se consultan las listas elaboradas por grupos y organizaciones de distintas partes del mundo, podrá comprobarse que se llegan a incluir incluso estrategias que son contradictorias entre sí. Por ejemplo, hay gente que logra reducir la intensidad de sus voces gracias a practicar sexo, mientras que otras personas no tienen el más mínimo interés por él cuando escuchan voces. En otras ocasiones sí que parece existir cierto consenso en algunas estrategias (autocuidado en general, reducción del estrés, escuchar música, uso puntual de psicofármacos, etc.), pero nunca va a haber nada que pueda considerarse una «receta mágica».

Este texto es una llamada a pensar y compartir recursos, en parte por el hecho objetivo e incuestionable de que nuestros contextos van cambiando y hay nuevas situaciones en las que pueden emerger voces descalificadoras u angustiantes, y en parte también porque se abren nuevas posibilidades que hace unos pocos años no podíamos pensar. Sin duda, lo que viene a nuestra cabeza al reflexionar y escribir sobre estas cuestiones es el hiperdesarrollo tecnológico en el que estamos inmersos. Sin ir más lejos, las redes sociales no son únicamente un espacio relacional donde conocer nuevas personas y acceder a conocimientos que nos interesan, también son un contexto donde pueden producirse agresiones, donde puede uno estresarse (pensemos en la saturación de información o la cantidad de interrelaciones que se pueden alcanzar) o del que podemos depender más de la cuenta (enganche tecnológico puro y duro). Habría que pensar nuestra salud mental en estos espacios, y en concreto el tema de la escucha de voces (quizás los pensamientos llamados paranoicos sean un buen lugar por el que comenzar). Por otro lado, nuestra relación / conexión con dispositivos puede dar pie a la puesta en juego de nuevos recursos para afrontar situaciones en las que las voces de nuestra cabeza nos desbordan. Queremos compartir una nueva que hemos conocido, así como animar a todas las lectoras de Primera Vocal a que nos escriban si es que han desarrollado estrategias que no salen en las listas que mencionábamos al principio de este texto. Ahí va:

Casi todo el mundo que conocemos tiene uno o dos programas de mensajería instalados en sus teléfonos móviles que les permiten hacer y recibir notas de voz. De hecho, se trata de una de las formas de comunicación por excelencia entre la gente más joven, desplazando tanto a la tradicional llamada telefónica como al simple mensaje de texto. Pues bien, hay a quienes en situaciones en las que las voces les están saturando les sirve el hecho de escuchar audios realizados por algunas personas concretas. No se trata tanto de que alguien que te importa te haga un audio diciéndote que te quiere un montón, que vales mucho o mandándote fuerza (cosas que pueden ser perfectamente útiles), sino algo más sencillo: escuchar una voz familiar durante unos minutos. En el caso personal de quien está redactando estas líneas no importa tanto el contenido como el fenómeno de la escucha en sí. Un ejemplo: en un momento dado, una amiga mandó un audio en el que sencillamente leía el programa de un congreso sobre nefrología en el que estaba (no tengo el más mínimo conocimiento sobre el tema ni tampoco me interesa). Lo que planteamos sería, de alguna manera, una actualización tecnológica e inmediatista del hecho de leer a otra persona o de dirigirse a ella sin necesidad de que esta responda. En multitud de grupos de apoyo y talleres he escuchado a personas relatar que cuando están mal en términos psíquicos le sienta bien que les lean. Con frecuencia se está tan jodido que es complicado, cuando no directamente imposible, comprender lo que a uno le dice. Por tanto, parece ser que lo que calma es otra cosa… Y tampoco hace falta que alguien lea, simplemente te puede contar las peripecias de su crianza o qué va hacer para comer, cuestiones cotidianas que no le involucran a uno (y desde luego no a su sufrimiento psíquico, no se trata de que nadie te haga un audio compadeciéndote, se trata de algo parecido a «abrir las ventanas» y hacer que corra el aire).

Como se ha señalado enfáticamente al comienzo, las estrategias de afrontamiento de las voces no son generalizables. Habrá personas a las que les funciona y otras a las que no. Establecer comparaciones carece de sentido. Nuestra intención es realizar un llamamiento encaminado a explorar este tipo de cuestiones en los nuevos contextos que habitamos, algunos de los cuales son muy recientes en el tiempo (por más que los hayamos naturalizado a una velocidad vertiginosa). Explorar para compartir. Compartir para aprender.

En este caso concreto de las notas de voz, habría que hacer dos puntualizaciones breves:

– La primera es muy evidente, pero no se nos puede olvidar: no saturar al personal con demandas y urgencias, sino (en el caso de que nos funcionara) compartir el recurso con las personas en las que hayamos pensado, explicárselo y plantearles si quieres entrar en la dinámica. Además, lo suyo es ponerlo fácil… para ello se pueden pactar cuestiones tan simples como que una vez realizada la demanda por mensaje, no pasa nada si la otra persona no puede contestar (porque la vida es así, no siempre todos estamos para todos, y exigirlo es una fuente que genera sufrimiento psíquico en los demás); o pedir que las personas con las que hemos contactado tengan algún audio ya grabado que puedan mandar en una situación dada sin necesidad de pararse a realizar uno (porque a lo mejor cuando la persona que está desbordada por sus alucinaciones pide ayuda, la otra está trabajando, le duele la cabeza o ah quedado para cenar con sus seres queridos).

– La segunda es complicada de explicar, porque no atiende a razones que se puedan compartir dejando de lado la subjetividad y la intuición, pero ahí va: personalmente, las voces (las de las otras personas, las de las notas de voz) que consiguen cortocircuitar mejor las situaciones en las que las voces de mi cabeza me sacan de quicio, son las de aquellas personas que conozco desde hace más tiempo y con las que no hablo tanto (desde luego no a diario). Amigas y amigos que tengo desde hace décadas, con quienes compartí mucho en el pasado, pero con los que ahora estoy separado por centenares de kilómetros e incluso formas de vida distintas. Quizás esa falta de cotidianidad a la hora de escucharles sea la que facilita que mi cerebro deje de dar prioridad a las alucinaciones, algo que en cualquier caso no estoy en condiciones de fundamentar. O quizás el hecho de que sean personas que fueron importantes en los primeros compases de mi relación con la psicosis ejerza de alguna manera de palanca que hace saltar por los aires ciertos automatismos mentales, algo que tampoco puedo sostener de manera demasiado razonada. Lo importante es que funciona.

Esperamos de corazón que algo de todo esto sea de utilidad. En sí mismo o para pensar nuevos caminos.


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