Pandemia | Excurso

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La pandemia provoca agotamiento psíquico. Y es inevitable. Todas y cada una de las comunicaciones se trastocan. La misma bruma contra lo que no tenemos defensa posible nos envuelve a todas horas. Las relaciones se condicionan. Se activan miedos y repliegues, preocupaciones que viajan de un lugar a otro. Precariedades acechan y hieren. Los abismos colonizan escenarios de la vida cotidiana. Las distancias sociales, las distancias de clase. Insomnios varios. La necesaria desafección hacia quienes dicen representarnos. La contabilidad de los muertos que fueron y serán. La información y la desinformación. La alternancia de silencios y ruidos ensordecedores.

Al menos deberíamos reconocer una de las pocas verdades tangibles que tenemos entre manos: estamos muy cansados. Y la falta de un horizonte cercano donde las cosas sean de otra manera hace que a medio plazo eso no vaya a cambiar. Asumámoslo, es lo que deberían hacer quienes aman la libertad. La simulación solo añade más desaliento, nuevos cierres en banda hacia las esferas individuales. Para poder volver a vivir en el «entre» los unos y los otros al menos hay que saber en qué estado nos encontramos.

Salud y fuerza.

 


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