El dolor invisible: adelanto y entrevista

Nos encanta el nombre: El dolor invisible. ¿Podrías hablarnos de qué os hizo pensar en este nombre?

Claro, el nombre de una película es algo que surge espontáneamente en cualquier etapa de producción de la misma. En este caso en particular, cuando nos encontrábamos en etapa de rodaje, nos fuimos abriendo un camino más certero como equipo respecto a la realidad común que comparten las personas que se cruzan con problemáticas de salud mental en Chile. Y bueno, fue bastante evidente que acá existe una problemática clara y central que tiene que ver con la mitificación medicalizante de problemas sociales, por supuesto afirmada en un inmenso tabú, tanto social como científico. Bueno, es acá donde surge el nombre “El Dolor Invisible”, expresando de manera metafórica pero a la vez exponiendo eso que está ahí y que, sin embargo, no se ve. Es ocultado entre las sombras de la normalidad y por tal se traduce en algo invisible para la gran mayoría de la sociedad. El sufrimiento psíquico es naturalizado, no solo por la estructura misma, sino también por la sociedad, que en todo sentido se ha transformado en naturalizadora de las violencias estructurales.

¿Qué os llevó a plantear este proyecto?

El punto en común que encontramos entre las personas que componemos el equipo de la película, lo que nos hizo sentido y promovió un interés común junto a la energía necesaria que necesita un proyecto autogestivo, fue que existía una necesidad urgente de abordar la temática de salud mental y las problemáticas que de esta surgen a diario para quienes están afrontando malestar subjetivo. Hoy, documentar sobre esto no es un capricho o una moda, es una necesidad urgente. Necesitamos devolverle la dignidad a quienes han sido oprimidos en su dolor, en su sentir, en sus experiencias de vida. No puede seguir siendo una opción instrumentalizar el sufrimiento para beneficio de la sociedad del rendimiento. Y bueno, esto entre muchas otras cosas son las que nos llevaron a plantearnos este proyecto. Es una forma de hacernos responsables como agentes sociales mediante las herramientas que manejamos, en este caso, el cine y la antropología.

Antes realizar un proyecto audiovisual requería una enorme cantidad de recursos, económicos y de otro tipo. En la actualidad se puede decir que la tecnología ha “democratizado” la producción de discursos a través de otros medios que no sean la escritura. Lo mismo sucede con las redes sociales: permiten que no haga falta salir en un periódico de tirada nacional para llegar a mucha gente. ¿Consideras que esto puede ayudar a los movimientos sociales en general y al activismo en salud mental en concreto? ¿Crees que estas circunstancias te han facilitado poder llevar a cabo El dolor invisible?

En un contexto hipermoderno, donde los mass media son utilizados desde el poder en beneficio de la sociedad de consumo, politizar el abordaje de las disciplinas (en este caso el cine de no-ficción y la antropología visual) es fundamental para que las imágenes y discursos que producimos no operen desde una lógica opresora, sino que se construyan desde una lógica colectiva y relatada a partir de la propia experiencia subjetiva de las oprimidas y oprimidos. De esta forma logramos visualizar problemáticas sociales que son necesarias, y que el discurso tanto visual como narrativo de la sociedad del espectáculo no aborda. Es lógico, mostrar las contradicciones sociales no es lucrativo para la industria ni para los Estados. Dicho de otro modo, creemos que si bien es importante utilizar las herramientas que nos proporciona la sociedad contemporánea (como son los dispositivos tecnológicos, las redes sociales en concreto y las pantallas en general) también creemos que, en temas sociales, si no existe una politización de la palabra y la acción, puede ser peligroso para los movimientos sociales.

Ahora, ¿esta supuesta “democratización” del dispositivo tecnológico nos ha facilitado la tarea de llevar a cabo nuestra película? La verdad es que vemos esta idea más bien como una ilusión. Principalmente porque hoy el acceso a tecnologías audiovisuales óptimas para el tratamiento de una película no son fáciles de conseguir. Un ejemplo: toda película necesita pasar por una etapa de postproducción, donde existen necesidades de tratamiento de la misma que requieren equipos de alto rendimiento y por ende de alto costo, como lo es la corrección de color, DCP (formato archivo para festivales), postproducción de sonido, etc. Entonces, lo que ocurre es que si bien puede existir una película con un guion muy acertado, esto no garantiza la correcta producción a nivel técnico y de distribución. Por tanto, dichas películas quedan en circuitos de distribución muy acotados, como Internet, donde hay una sobreproducción de información principalmente en el campo de la imagen.  En definitiva, todo esto se traduce a que quizás puedan existir producciones virales, pero que no pasan de eso, ya que ven limitada su trascendencia o visualización en el tiempo debido a esta sobreproducción.

Sin embargo, creemos necesario apostar por comenzar a abrir nuevos paradigmas cinematográficos y discursivos que vayan en pos de levantar material autogestionado y militante, por más riesgoso y difícil que pueda resultar. En este punto nos parece que una estrategia es abogar no solo por la difusión de una película en particular, sino que también comenzar a mirar dentro de nuestros propios espacios colectivos y darnos cuenta que la creación misma de material puede ser levantada por los mismos usuarios, en este caso, de salud mental. Propagar y replicar formas comunes de acción en pos de las luchas sociales.

Sabemos que tenéis una visión crítica sobre la atención que se lleva a cabo en el campo de la salud mental. ¿Cómo llegásteis a esta visión? ¿Qué experiencias y reflexiones os llevaron a ella?

Como equipo realizador convergemos en que el abordaje de temáticas sociales como es en este caso la salud mental, son problemáticas que forman parte de opresiones comunes y transversales. Si bien existe un marco en el que se manifiestan en mayor medida y con mayor brutalidad (dispositivo psiquiátrico, intervención institucional, etc.) creemos que todos somos alcanzados de alguna forma por las consecuencias de habitar dentro de sociedades contemporáneas occidentales. Las experiencias de explotación, precarización, discriminación, principalmente racismo, capacitismo, género, etc., nos arrastran a un malestar subjetivo que se expande en estos días de manera epidémica y que socioculturalmente son abordadas de formas opresivas y excluyentes con técnicas medicas que no sobrepasan a lo paliativo. Por tanto, no vemos que exista algo puntual, personal y particular que nos acerque a la temática, sino más bien entendemos que llegar a una visión crítica tiene que ver principalmente con el cuestionamiento constante de las formas opresivas de dominación en general. Llevar lo personal a lo social, lo individual a lo colectivo, lo político a la vida cotidiana, dándonos cuenta que lo que nos sucede responde a un modelo de existencia hegemónico que se reproduce día a día.

En Chile existe un movimiento activista en salud mental que lleva ya unos años de recorrido ¿Qué influencia ha tenido sobre El Dolor Invisible?

Para el documental ha significado un enorme enriquecimiento ya que es gracias a las perspectivas y experiencias de usuarios, sobrevivientes de la psiquiatría y activistas, que hemos podido ir dando forma al discurso y a las denuncias que se plantean en la película. Es desde la visión de expertas y expertos por experiencia, y no desde los planteamientos de especialistas o expertos médicos, que damos vida a El dolor invisible.

No obstante, también nos hemos encontrado con bastantes contradicciones en las formas de abordaje que plantean algunos colectivos. Nos parece honesto visibilizar no solo la violencia estructural de la sociedad, si no también la violencia que existe dentro de las relaciones existentes en el mismo movimiento activista, que muchas veces encarnan prácticas opresoras y patriarcales. Creemos que el movimiento social en salud mental debe ser horizontal y por tanto apelamos a la superación de estas violencias que no son más que la reproducción del sistema hegemónico. El activismo debería apelar, no a ser una vanguardia, si no a ser un tejido social activo orientado a la liberación de las oprimidas y oprimidos en general. En este punto queremos dejar claro que nos posicionamos desde una perspectiva antiautoritaria, de clase, anticapitalista y feminista.

Has estado vinculada al movimiento anarquista ¿Qué influencia ha tenido sobre ti? ¿Y sobre tu actual visión sobre el campo de la salud mental?

Es algo que en múltiples sentidos se relaciona. Principalmente el comprender las relaciones sociales desde una perspectiva antiautoritaria, donde el apoyo mutuo y la solidaridad colectiva están en la base siempre. Es algo que un/a se plantea desde el anarquismo y suele practicar en su vida cotidiana. Ahora, cuando uno comienza a habitar espacios controlados por dispositivos estatales o privados, como lo es el campo de la salud mental, observa el despojo de lo colectivo, de lo común, y por tanto de la solidaridad, el apoyo mutuo y la autogestión de la vida. Y claro, esto comienza a generar cuestionamientos. Personalmente busco llevar a la acción dichos pensares, El Dolor Invisible es una forma de poner en movimiento todo esto.

¿Has notado que falta algo en los documentales sobre salud mental que no han sido filmados por personas que hayan pasado por procesos de sufrimiento psíquico?

Primero, nos parece que toda película que aborde la temática de salud mental desde una perspectiva crítica es un aporte para la lucha anti manicomial y esperamos que estas formas de visualización de las problemáticas se sigan reproduciendo a lo largo de todo territorio. Sin embargo, creemos que también es importante superar los guiones que aborden la problemática desde una mirada de «historias de vida aisladas», la cual a fin de cuentas cae en una
individualización de una problemática que es social y política. Es por esto que El Dolor Invisible se plantea desde una mirada colectiva que forma parte de un tejido social amplio en el que nos encontramos inmersos todas y todos.

Y bueno, creemos que la superación de dejar de aislarnos como sujetos y sujetas políticas por el hecho de cargar etiquetas diagnosticas es fundamental para seguir empoderándonos y que el movimiento social crezca mediante la unificación con otras luchas de liberación. En concreto. romper con el juego del dispositivo que por supuesto se arraiga en la personalización de las problemáticas que se hace dentro del box psiquiátrico y psicológico, a las usuarias se les dicen cosas como «usted tiene un problema, es más, su problema es químico, a su cerebro le falta producción de serotonina», «Es usted quien tiene que aprender a convivir con su condición de salud mental», etc., cosas que primero, son absolutamente falsas, y segundo, como comentaba anteriormente, lo único que hacen es personalizar el malestar y que por ende las personas terminen efectivamente creyendo que la problemática de fondo es personal, inusual y que son culpables de el malestar que están sintiendo, cuando en realidad lo que hay detrás de todo esto son por un lado, problemas sociales, que se ven representados en no poder cumplir con los estándares de la sociedad del rendimiento, el neoliberalismo presionando al ser humano en todo momento para que rinda y produzca.

Feminismo loco, esterilizaciones forzosas, medicalización de la mujer, lo femenino como “lo otro”, replanteamiento de los cuidados, estructuras patriarcales de la psiquiatría… Pregunta amplia y compleja: feminismo y salud mental, ¿qué opinas? ¿Veremos algo en el documental?

Creemos que, efectivamente, no es lo mismo ser loca que loco dentro de un sistema capitalista neoliberal en el cual el patriarcado es un gran agente para su funcionamiento. Las mujeres se ven doblemente oprimidas, en este caso por el sistema de salud mental. Tal como tú lo mencionas, la coacción y patologización de la mujer se encuentra mucho más naturalizada, ya que la degradación social a la que la mujer es sometida por parte del sistema patriarcal. Es instrumentalizada en post de mantenerla en una posición de sumisión para el correcto funcionamiento de la sociedad, expulsando, normalizando y castigando cualquier forma distinta de expresión de género que no se ajuste a la hetero norma y el androcentrismo.

Es por esto que existe dentro del aparato psiquiátrico, por ejemplo, la esterilización forzada, mayor índice de práctica de electroshock e internación forzada en mujeres, la judicialización de la mujer que no se adhiere a la intervención psiquiátrica, la patologización del aborto, la patologización de la violencia machista, la depresión post parto (que en el fondo expresa la sobrecarga en la mujer en la responsabilización y cuidados de las niñas y niños), etc.

¿Dentro del documental podrán verse abordadas estas problemáticas? Sí, ya que la intersección entre feminismo y locura se ve expresada en los movimientos sociales en salud mental. Dentro de esta nueva ola feminista contemporánea es una temática de gran relevancia. Y bueno, aportar con un granito de arena al movimiento feminista, es para nosotras un gesto fraterno de amor y sororidad hacia nosotras mismas y nuestras compañeras.

Se ha dicho que Chile es el país con más depresión de Latinoamérica. Hay quien ha dicho que del mundo. ¿Hay un sobrediagnóstico o un problema social? ¿Tiene algo que ver el neoliberalismo?

Creemos que lo que existe es una sobre patologización y sobre medicalización de la vida cotidiana, que claramente es consecuencia de muchos problemas sociales, principalmente de la sobreexplotación y la precarización de la vida en general. En Latinoamérica, los horarios de trabajo son muy extensos, muchas veces sobrepasan las 10 horas, añadiéndole a esto salarios muy bajos y una serie de legalismos que van en post de la producción mercantil a costa del mal vivir de la población, lo cual tiene una clara y directa relación con el neoliberalismo.

Por otro lado, estamos en una era donde los estándares de vida son medidos según el dinero que tengamos, lo cual exige rendir a costa de cualquier bienestar. A la vez, en Chile hay una cultura del ascenso social muy marcada, ascenso que termina siendo una mera ilusión ya que la repartición de la riqueza no es para nada justa. Existe una clase privilegiada muy acotada, una verdadera burguesía acumuladora de capital. Si a esto le sumamos la invasión histórica que nos dejó la colonización, nos encontramos con un saqueo constante de empresas y conglomerados transnacionales, por lo cual la ilusión del ascenso social se traduce en rendimiento y endeudamiento. Esto no genera más que frustraciones,  las que son personalizadas en el “fracaso al exitismo”, lo que claramente produce malestares subjetivos que desencadenan crisis psíquicas.

También podemos ver una pérdida de identidad sociocultural muy grande. Hemos aceptado idearios externos que resultan obtusos para la construcción e incluso para el rescate identitario latinoamericano, el cual se basa en el buen vivir desde una perspectiva comunitaria y se enmarca fuera del antropocentrismo occidental. El alejarnos de habitar nuestros espacios y territorios de manera equilibrada con lo que nos rodea en retroalimentación con nosotros mismos y nuestras comunidades, ha significado un desarme de nuestros modos originarios, lo cuál también es productor de gran malestar subjetivo.

Las cifras de diagnóstico de TDAH en niños y niñas en Chile son también elevadísimas, y por tanto también la medicalización de la infancia.

Efectivamente, en Chile las escuelas coaccionan a las familias para que medicalicen a sus hijos, a los colegios se les paga subvenciones especiales por cada niña/niño diagnosticado y que adhiera al tratamiento, los sostenedores presionan a los psicólogos y psicopedagogos de las escuelas para que diagnostiquen y psiquiatricen a los alumnos que son más activos o no se ajustan a la norma dentro de las instituciones educacionales. En los servicios de menores (SENAME), la tasa de sobre medicalización es casi proporcional a las cantidades de niños/niñas que han sido intervenidos por el Estado. Además, pareciese que el modelo educativo mercantilista estaría centrado en post de la propia producción a la que se ven sometidos los adultos, actuando de manera que no entorpezca el modelo de vida del rendimiento, sometiendo a los alumnos a largas jornadas en sala, reproduciendo de manera doctrinaria las mismas violencias estructurales y modelos competitivos en la vida de las niñas y niños.

¿Cuándo estará listo para ver el documental?

Esperamos a fines del 2019 poder estrenar nuestra película El Dolor Invisible, primero dentro de un circuito de festivales y posteriormente poder liberarlo de manera gratuita a la comunidad. No obstante, por ahora es posible visionar nuestro primer teaser, el cual se puede ver en Youtube. También pueden seguirnos en redes sociales como Facebook e Instagram, donde vamos colgando información, videos y fechas de lugares donde estamos realizando muestras, actividades enmarcadas en salud mental, etc.

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